Eiríkur Örn Norddahl - Hans Blaer - elle

Здесь есть возможность читать онлайн «Eiríkur Örn Norddahl - Hans Blaer - elle» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hans Blaer: elle: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hans Blaer: elle»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En una casita de madera, más allá de la rotonda de Mosfellsbær, está Hans Blær a la luz de una vela, como un malhechor cualquiera del siglo XIX, escapando de la policía. Lo acusan de abusar sexualmente de una joven en su centro de acogida para víctimas de violación. Hans Blær es intersexual y transexual, y también es un polémico trol de los medios de comunicación. Se dio a conocer cuando era Ilmur Þöll, una chica nacida con micropene (o macroclítoris), que en su programa de radio arremetía contra los homosexuales y los transexuales. Tras el ruido mediático obtenido, Ilmur se aumentó los pechos y comenzó a administrarse hormonas masculinas y femeninas para reforzar su doble naturaleza sexual. Así nació Hans Blær, elle, y después, su centro de acogida.Esta poderosa novela nos cuenta sus 24 horas de huida y las muchas reflexiones íntimas que la acompañan. Una gran ficción hipercontemporánea que nos habla del proceso de aceptación (o no) de una persona cuya identidad de género está más allá del feminismo, la teoría queer y el movimiento LGTBI.

Hans Blaer: elle — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hans Blaer: elle», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Maldita sea.

La vela parpadea más cuando está a punto de apagarse, como si sufriera una repentina desesperación. Hans Blær busca a tientas el manillar en la oscuridad, abre el cajón del escritorio barnizado de marrón, saca una vela nueva y coge la palmatoria, mete el culo de la vela en la masa de cera caliente y la sujeta hasta que queda firme, y enciende la luz, que es tan miserable como la que acaba de apagarse, pero que ilumina el mundo, lo que queda de él.

Esto es la tierra y es oscura, aunque ni de lejos sea tan oscura como la vivienda de Hans Blær en el centro de la ciudad, donde todos los listones de madera están pintados de negro y absorben las acciones; en ellos no se halla solución, ni alivio, ni caos, porque allí nada de eso cabe. En la oscuridad de aquí, más allá de las rotondas de Mosfellsbær, las paredes se limitan a crujir y no sucede nada porque aquí no hay nadie —casi, ni Hans Blær—, aunque eso es provisional, pues siempre se corre el riesgo de que incluso aquí llegue la mañana.

Ha empezado a nevar hace un momento y del techo cae una gota inesperada que aterriza en la mesa al lado de elle. No suele llover dentro de casa, por regla general, ni nevar, de ahí que mire extrañade el techo de tablas, pero todo parece seco. Pone el dedo en la mancha húmeda de la mesa y la restriega, se mezcla con el polvo de la placa y se convierte en un barro oscuro que acaba por secarse. La realidad es ficción, pero no por eso es más improbable. Es ficción como el amor, el tráfico y las paredes que aprovechamos para protegernos de las inclemencias del tiempo, como nuestras debilidades, nuestro llanto, nuestras fortalezas y la enajenación mental que a veces crispa nuestros párpados. Sin ella no habría nada; lo único que podemos hacer es sacarle una luz de la que vivir.

La puerta corrediza de la panera siempre dejaba escapar un extraño olor hueco al abrirse. Usted sacó dos rebanadas de un pan llamado Omega. Ambas rebanadas resultaron ser extremos. Las metió en la tostadora. Luego puso café en una taza, zumo de naranja en un vaso, y cuando los dos extremos salieron lanzados del aparato, los recogió del suelo y los untó de queso fresco marrón.

Su apartamento estaba en la planta doce del bloque y usted aprovechaba esta circunstancia para contemplar desde lejos el alboroto de la ciudad por las mañanas. Hacía poco que había dejado de trabajar de contable en una zapatería y no echaba de menos estar metida en aquel tráfico. De vez en cuando echaba de menos, quizá, el trabajo en sí, o a sus compañeros de trabajo, pero no era demasiado sacrificio poder desayunar tranquilamente y no ir a ningún sitio en su coche ni en el autobús.

En el marco de la ventana estaba colocado el receptor de radio marca Tivoli, silencioso y de semblante adusto. Hace tiempo compró tres aparatos iguales y le regaló uno a Davíð Uggi y otro a Hans Blær. La calidad del sonido era incomparable y usted acostumbraba a pasar aquí tranquilamente la primera hora del día, escuchando el programa matutino, navegando por Facebook, leyendo periódicos en la red y echando un vistazo al correo electrónico. Ahora no se atrevía a hacer ni una cosa ni otra. Como si tuviera puesta una camisa de fuerza en su propio hogar. Allá fuera, en el mundo (en todos los coches que veía recorrer la ciudad, en todas las ventanas iluminadas de todas las casas de la ciudad), la gente corriente estaba oyendo en la radio a esos calumniadores difamar a su retoño como si fuera la cosa más natural del mundo entretenerse a costa de la vida privada de elle, sí, y no solo la de elle, también la de usted, porque nada que le afectara a elle dejaba de afectarla también a usted, su madre.

Y usted sabía que todo lo que decía la gente era verdad. ¿Tal vez porque usted era madre? ¿O sencillamente porque usted estaba afectada de «transfobia», como había asegurado Hans Blær durante años? ¿Acaso no era elle culpable? ¿No habría un rayito de esperanza oculto en los muchos prejuicios de usted, que la llevaban a juzgar a su retoño antes de la cuenta —sin justificación alguna—, y que todo fuera solo un equívoco que en algún momento se solucionaría?

Nunca existe más que una vía hacia la verdad, y era obvio cuál era. Abrir el ordenador. Encender la radio. Ser testigo. El runrún del despertador surgió a media voz desde el dormitorio, pero usted no pudo distinguir las palabras, igual que un rato antes. Muchas veces se había prometido a sí misma, cuando su retoño era distinto a como es ahora, que no dejaría que los prejuicios se adueñaran de usted. Que estaría en guardia para proteger su propia salud mental. No quería oír esto.

—… lo cierto es que no existe supervisión alguna en este tipo de centros —dijo en la radio una voz desconocida y un poco insegura cuando alargó el brazo para apretar el botón de encendido—. En la situación de hoy en día no se establecen condiciones mínimas de funcionamiento, aparte de las que quiera aplicar cada uno. Para conseguir una subvención pública es preciso contar con buenos apoyos, conseguir una recomendación de algún psicólogo y tal vez de algún que otro trabajador social titulado, esa es la esencia del asunto. En los centros de tratamiento trabajan exalcohólicos y exdrogadictos, en las casas de reposo, exobsesos, etcétera. Así parece que eran las cosas en Samastaður. El principal requisito era haber sufrido violencia sexual.

—¿Y no había psicólogos titulados? —preguntó la voz masculina, Rúnar.

—No. El año pasado estuvo trabajando uno, pero se despidió en diciembre.

—¿Y eso es normal?

—No, en absoluto. No sé por qué ese hecho no hizo sonar ninguna campanilla. Estamos investigando los métodos de trabajo.

—Pero dime, Kjartan —dijo la voz femenina, Sigga se llama—. ¿No habría tenido que hacerse antes? ¿Cómo se lleva a cabo la supervisión?

—Evidentemente, la supervisión es defectuosa. Hace tiempo que lo sabemos. Hacemos todo lo que podemos, pero, a decir verdad, y no me cabe duda de que el Ministerio me amonestará por lo que estoy diciendo, no nos proporcionan el dinero que necesitaríamos para hacer todo lo que legalmente tenemos obligación de hacer. Lo más natural sería que fuera el sistema público el que subvencionara fundaciones de esta clase y que la supervisión estuviera incluida en un contrato. Pero no parece que haya planes de algo así. Como digo, si ni siquiera tenemos medios económicos para llevar a cabo la supervisión, mucho menos podríamos encargarnos nosotros de las subvenciones. Y en realidad, aunque dispusiéramos de medios económicos para hacerlo, difícilmente podríamos ir de un centro a otro a todas horas del día y de la noche. Igual que tampoco podríamos hacer que nos acompañara un agente de policía a cada bar, porque en algunos sitios venden speed a escondidas. Pero tendríamos que hacer más de lo que hacemos ahora, de eso no cabe duda.

Volvió a apagar la radio. Se sintió aliviada de que no estuvieran hablando de Hans Blær y sus cualidades humanas, o de sus cualidades femeninas, o masculinas, o trans, pero se quedó extrañamente disgustada. Estaba preparada para algo que sabía que resultaría difícil, pero que nunca llegó a ser. Y ahora estaba como abrigadísima a pleno sol, le sudaba el alma, y la naturaleza animal esperaba solo el ataque, esperaba el momento de morder. Golpeó con la mano abierta en la placa de la mesa y se puso en pie. Respiró hondo, cerró los ojos y levantó los brazos por encima de la cabeza.

A continuación, encendió el ordenador y entró en Facebook. Todos a los que usted conocía poco habían empezado ya a discutir el tema, y todos a los que conocía mejor callaban piadosamente por respeto a los sentimientos de usted mientras engullían los cereales del desayuno, la primera taza de café del día acompañado de vitaminas y aceite de hígado de bacalao, leían las noticias e intentaban montar mentalmente una imagen global de aquella violencia incomprensible. Estaba claro que la nación también había estado escuchando las discusiones en la radio y cada uno se había hecho alguna idea al respecto, algo y bastante más sobre lo que había querido decir el representante del Ministerio de Bienestar Social con eso de los «exobsesos» de las casas de reposo, pero de momento se pusieron a hablar de otras cosas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hans Blaer: elle»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hans Blaer: elle» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hans Blaer: elle»

Обсуждение, отзывы о книге «Hans Blaer: elle» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x