Juan Gomes Soto - Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Gomes Soto - Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando el 18 de febrero de 1518 doblaban el cabo San Antonio, allá en Cuba, abandonando la seguridad de un hogar, ninguno de aquellos intrépidos aventureros sabían lo que iban a encontrar en su caminar hacia la conquista de uno de los imperios más grande de la recién descubierta América. Su valentía, su ambición y su fe les guiaban por unas tierras totalmente desconocidas y pobladas por hombres aguerridos en la defensa de su tierra.
Después, con el tiempo, alguien apagó la luz de la historia y la oscuridad ocultó la relación de esos hechos. Hoy se ha encendido y los personajes y los momentos que ocurrieron en aquella conquista deben salir para rendir homenaje al hombre que capitaneó aquel grupo de valientes que consiguieron para España la mayor gesta que se recuerda.

Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Exploramos el mundo que nos rodeaba. Pronto encontramos paisanos y compañeros que realizarían la travesía con nosotros. Los lazos de amistad de aquella juventud, que estaba deseosa de embarcar en busca de la aventura, se fueron tejiendo, y durante ese tiempo de espera llegaron a ser fuertes y recios. Estábamos unidos por los sueños, por nuestra procedencia, la mayoría éramos extremeños, y por la edad, pues muchos no pasábamos de los veinte años.

Los días transcurrían ociosos enrarecidos por el clima seco y caluroso. Nuestras mentes jóvenes solo estaban pendientes de las fiestas, las mujeres que se mostraban a nuestro alrededor, que eran maravillosas, y las comilonas en los mesones, pues nuestros cuerpos nos pedían sustento para soportar aquellos envites. Todos éramos hombres pocos curtidos y deseábamos iniciar la empresa que nos llevaría a la otra parte del mundo para encontrar las riquezas que se pregonaban, aunque la verdad era que muy pocos las habían visto.

De vez en cuando, alguien se acercaba hasta el palacio del gobernador para recibir alguna información sobre nuestra marcha. Pero la respuesta siempre era la misma. De momento debíamos esperar. La preparación de una armada tan gigantesca representaba un desafío para la organización. Eran infinidad de asuntos los que se debían resolver y multitud de cosas que había que embarcar, pues la vida en las colonias era muy dura. Allí no existían muchos de los productos que estábamos acostumbrados a usar en nuestro país, ni comerciantes dispuestos a vendernos las muchas cosas, algunas, a veces insignificantes, pero que, para nosotros, que estábamos acostumbrados a ello, representaba algo importante.

Aquella tensa espera marcaba nuestras ansias por vivir nuestros últimos momentos en la Sevilla de jaranas y mujeres bellas, que como flores de primavera nos atraían como a abejas hacia sus pétalos. Todos los atardeceres suspirábamos ante las estrellas mirando el cielo y preguntándole cuál era nuestro camino para lograrlo. Aunque también debo decir que veíamos a muchas, pero eran muy pocas a las que teníamos acceso.

Nos recordaban con gran ahínco que debíamos preparar nuestros equipajes, comprar todas aquellas pertenencias que queríamos llevar, puesto que una vez allí, las cosas eran o muy caras o difíciles de encontrar. Esos hombres, ya curtidos y veteranos, sentían que nuestras bolsas disminuían y sabían que tarde o temprano no nos quedaría ni una moneda para la compra de enseres tan necesarios para el viaje. Pero nuestras preocupaciones no estaban en eso. No entendíamos de dificultades ni de privaciones. El mundo era nuestro, era de la juventud que se proponía conquistar todo un continente que permanecía dormido separado por un ancho océano que debíamos cruzar. Deseábamos partir lo más rápidamente posible y enfrentarnos a ese dragón marino para vencerle.

Todas las recomendaciones que nos hacían los soldados y los funcionarios más veteranos no nos preocupaban mucho, nos inquietaban más las mozas y las jaranas; no había día en que no estuviésemos metidos en alguna. Visitábamos las mancebías, en cuanto nuestras bolsas nos lo permitían; en caso contrario, la vida nos enseñaba sus recursos para calmar nuestras ansias y deseos de amor carnal. Esta nos empujaba a encontrar el camino por el que nuestros cuerpos disfrutarían.

La vida en Sevilla transcurría con la placidez y felicidad que siempre había soñado vivir. Sin embargo, sabía que este no era mi destino, había algo más allá que me llamaba. La fuerza de aquella llamada hacía que mi sangre se impacientara. Cada día que transcurría, sentía la languidez del clima y adormecer mis deseos de aventuras. Mantenía una vida plácida, había juegos y bonitas mujeres, la tentación vivía a mi alrededor, pero en mi mente notaba que algo me faltaba.

El mundo se había detenido en Sevilla para el grupo de jóvenes cuyas mentes corrían disparadas. Para ellos no existían frenos ni impedimentos. Solo la ley y el Santo Oficio eran respetados o, al menos, esquivados.

CAPÍTULO 3

SEVILLA

Había marchado de mi casa, en Medellín, hasta Sevilla, la gran ciudad que era, en aquellos tiempos, la puerta de las Indias. El rey había ordenado que allí se asentase la Casa de la Contratación, y al obispo Fonseca le había entregado las llaves de la fortuna, dando al puerto de la ciudad el monopolio del comercio con las Indias. Allí donde las riquezas llegarían navegando desde la otra orilla del océano vasto y ancho que nos separaba de las tierras recién descubiertas, aunque ese caudal de oro y plata nunca llegaría al pueblo, solo la alta aristocracia se beneficiaría del río de beneficios.

Marchaba con el pecho henchido, el corazón radiante y unas ganas de vivir que oscurecían el paisaje del camino que llevaba recorrido. Durante unos momentos el mundo me pareció pequeño y diminuto. Era tal el poderío de mi zancada que con andar unos pasos ya soñaba que había recorrido medio mundo. Deseaba llegar a las Indias y empezar a recorrer sus tierras, descubrir aquellos territorios que permanecían vírgenes, perdidos en lo intrincado de las selvas que lo ocultaban. Estaba seguro de que con mi caminar firme y poderoso llegaría hasta los rincones más escondidos.

Miraba el radiante amanecer y ya divisaba en la lejanía los horizontes de grandeza que llevaba grabado en mi piel. Mis compañeros, algunos de aventuras juveniles, se habían dejado arrastrar por mis sueños. Años después se unieron a mis deseos de conquistas los Pedro de Alvarado, Gonzalo de Sandoval, Diego de Ordas, Alonso Hernández Porto Carrero, Andrés de Tapia, Juan de Sanabria y algunos más. Muchos de ellos nacidos en mi pueblo de Medellín. Otros en poblaciones cercanas, pero todos con una meta común: conquistar la fortuna que les volvería ricos y poderosos al regresar.

Mis dudas sobre mi destino se habían despejado ocasionalmente. En Cáceres residía don Nicolás de Ovando, comendador mayor de la Orden de Alcántara, que recientemente había sido nombrado gobernador general de las Indias en sustitución de don Francisco Bobadilla, caballero de la Orden de Calatrava. Así que por el trato de amistad que don Nicolás tenía con mi familia, fui admitido en el séquito para acompañarle en la poderosa flota de treinta navíos que se aprestaba en Sevilla para llevar al nuevo gobernador hasta las Indias descubiertas nueve años atrás por Cristóbal Colón. Mi cargo aún no estaba previsto en la organización de aquel gobierno, así que no sabía en calidad de qué viajaba yo. Pero para mí lo más importante era llegar, después Dios dispondría.

La armada llevaría también a hidalgos con sueños de conquistadores y a labriegos, que portando sus semillas tratarían de preñar los campos nuevos para extraer los frutos que alimentasen a todas aquellas gentes que aspiraban a una nueva vida. No era una expedición militar, por lo que no marchaba un gran contingente de soldados. Era una mezcla de aventureros y campesinos que, con familias a sus espaldas, trataban de poblar esos terrenos.

Llegué a Sevilla, la bella Isbiliya, según los almohades, en septiembre u octubre de 1501, no recuerdo bien la fecha. Hacía un día muy caluroso, aún recordaba al verano andaluz y la ciudad estaba engalanada, no sé bien por qué festividad, ya que la ciudad siempre se ha distinguido por su mezcla de beatería y rufianería. Me alojé en una posada en el barrio de San Bernardo, por aquel entonces un arrabal, allá en extramuros, pero la bolsa no daba para mucho y había que ser precavido con los dineros, y muy pronto me acomodé. Los juegos y las mujeres abundaban, así que me hallaba en mi salsa. Más de alguna vez dudé si debía de embarcarme o quedarme a vivir allí. Solo los acontecimientos posteriores me empujaron hacia mi destino. La ciudad, a pesar de sus ostentosos edificios, olía muy mal y las calles estaban muy sucias, eran estrechas y llenas de viandantes, caballerías, basuras y escombros. Resultaba difícil transitar por sus calles y plazas comerciales. La pobreza reinaba por todas partes. Cada cual se buscaba la vida como podía. Unos robaban, otros comerciaban con generosde adulterados y así, al eludir pagar los impuestos, sacaban unas monedas de más. Sevilla era un hervidero de vida, donde el trasiego de sus calles era ya una fiesta que adornada por el decorado del ambiente perfumado de la primavera calmaba el olor a suciedad y a caballerías.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl»

Обсуждение, отзывы о книге «Hernán Cortés, el hijo de Quetzalcoatl» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x