Ricardo Reina Martel - Cartas a Thyrsá. La isla

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Cartas a Thyrsá. La isla: краткое содержание, описание и аннотация

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Sensibilidad, dolor, entusiasmo y pasión coinciden en un entorno imaginario donde surgen variopintas mitologías. De la trama surge el dulce aroma de lo céltico y las antiguas tradiciones norte europeas, la Grecia ateniense e incluso descaradas reminiscencias hacia Al-Ándalus.Entre la riqueza de escenarios, este libro introduce al lector en un mundo de fantasía que se aleja de las superfluas obras del género. En cada página subyace una base de filosofía, siendo el amor y su búsqueda la primera causa como dulce pasión que nos hace trascender a cualquier tipo de conflicto.

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El País de la Roca era un reducido poblado, compuesto por unos pocos y estrechos callejones, donde pocos edificios sobresalían. Tan solo un par de ellos presentaban unas dimensiones realmente importantes. Debía de ostentar la Roca, menos población incluso que la vecina Astry en Hersia. Calculando que no debiera de alcanzar, ni tan siquiera el número de cincuenta habitantes. Percibió un pozo de piedra, curiosamente labrado que se hallaba justo en el centro de la plaza, y el cual le había pasado inadvertido en su llegada. En el interior del pabellón comedor, se traslucía la luz y aún se oían voces. Apoyando su cuerpo en la pared del pozo, se quedó observando los viejos y humildes edificios que se levantaban rodeando el hemiciclo, sobresaliendo como si señalase al cielo, el blanco campanario.

La voz de Bhima

—Si hablas dentro del pozo tu voz se escuchará en Casalún—. De un salto se volvió asustado, ante la inesperada voz que sonaba tras de él.

—¿Quién diantres eres? Menudo susto me has dado.

—En este lugar no tienes enemigos… aquí somos todos amigos, no te alteres hijo. Soy Bhima, padre de Thyrsá, creo que aún no hemos sido presentados. —Dispuso de su mano derecha abierta sobre el pecho, en señal de presentación y seguida de una ligera inclinación corporal.

—No me habló bien de ti —respondió Ixhian instantáneamente y sin percatarse de lo inadecuado de su respuesta.

—Vaya, pareces bastante espontáneo y sincero a su vez, cualidad o defecto según se mire; cuida de tus palabras como si fuesen un tesoro, hijo. Aunque de seguir así, te aseguro que te proporcionarán algunos dolores de cabeza.

—Disculpa no pretendía importunarte, me salió así, sin pensarlo… —Levantando la mano, le interrumpió el caballero.

—No importa hijo, la franqueza es un lujo en estos tiempos. Además nunca fui un buen padre, por lo tanto bien ciertas deben ser las palabras de mi hija. Aun así, y proviniendo de Thyrsá, no dejo de reconocer que sus palabras suponen una espina que se clava muy dentro de uno.

Paseaba envuelto por una suntuosa capa amarillenta de dorados bordados, bajo la que se dejaba entrever una túnica de raso blanca que resplandecía en la noche. Hombre de baja estatura y algo chaposo, vencido por el paso de la edad. De barba llamativa, tan abierta como si fuese un cepillo, gruesos labios y entrecejo abundante.

—¿Decías que si hablo en la boca del pozo mis palabras se oyen en Casalún?

—Sí, pero tú no puedes hablar, ni tampoco oír. Su sonido pertenece a un código que solo lo pueden interpretar ciertos caballeros llamados Adentores, una especie de versados en la materia. —Frunció Ixhian el entrecejo, contrariado.

—¿Podría algunos de esos caballeros servirme de intérprete?

—El pozo solo se usa en caso de necesidad y no está para chismorreos. Déjala ir Ixhian, ella debe de convertirse en lo que es. No te preocupes demasiado por Thyrsá, te puedo asegurar que tras su delicada piel blanquecina se guarda un volcán. Ahora necesitas espacio para ti, y este es el lugar más adecuado para dicho menester. Volverás a verla, no te preocupes por ello; que la avidez amorosa encuentra siempre su cauce. Fíjate en el Ánima —dijo señalando el torrente de agua—, tan impetuoso y bravo parece en sus primeros impulsos… y quién diría que es el mismo río que atraviesa el prado, colmado de calma y sosiego. No juzgues a quienes no tuvimos elección para ser ni disponer. La mayoría de las veces reprochamos actitudes y conductas ajenas, desconociendo la causa que las originó; otorga una oportunidad a los demás y la misma se te brindará a ti.

—Se dice que estuvisteis en la batalla de playa Arenas, que pusisteis vuestra voz y que con vuestro canto inspirasteis y llevasteis a la victoria al ejército comandador.

—Se dicen muchas cosas Ixhian. Pero lo cierto es que en esa batalla canté más con la espada que con la voz y… ¿quién fue el necio que te habló de victoria?

—Pero eso que cuentan, es imposible que pueda ser cierto Bhima, han pasado casi cuatrocientos años desde el fin de la guerra.

Comenzaba a descender la bruma sobre el poblado, hacía un frío terrible así que Ixhian se arropó lo más que pudo, por nada del mundo deseaba dar por concluida la conversación.

—Te lo vuelvo a repetir Ixhian, se juzga demasiado a la ligera… el tiempo, el concepto del tiempo. Veo que el abuelo aun no te habló del péndulo de la Clepsidra[22] , dejémoslo pasar, no soy tu instructor y no está la noche para prolongarla en demasía, podríamos coger frío.

—Entiendo aún poco de cuanto me rodea, ya se lo comenté a Noru. Aunque reconozco que no he parado de recibir consejos y cierta cordura desde que salí de la Sidonia; presiento que aun así, estoy muy lejos de comprender el mundo en que resido.

—Nunca lo conocerás Ixhian, te lo puedo asegurar. No existe nada cierto bajo el sol y mucho menos en la oscuridad de la noche.

—Es hermosa tu hija —cambió de conversación el joven bruscamente, originándose un prolongado silencio entre ambos.

—Duele —dijo Bhima mirando abstraído hacia la montaña.

—Tu huida, no se debe solo a ella ¿verdad? —Quedó en silencio, eludiendo contestar y manteniendo la mirada, absorta en un cielo que comenzaba a tronar.

—Comprendo por qué te han elegido. Sin duda eres un joven moldeado en otra materia. Vamos, resguardémonos que vienen tormentas y pronto comenzará a llover.

—¿Lo sabrá algún día? ¿Le contarás a ella toda la verdad? —continuó Ixhian instigándole, mientras se retiraban en busca de refugio.

—Son cosas que sucedieron y créeme que es mejor no remover nada; sacudir el pasado supone el resucitar hechos y personas que ya no habitan entre nosotros. Y por lo tanto, supone el enfrentarse a situaciones que uno ya no tiene posibilidad de enmendar. Ojala pudiera volver…

—Siempre huyes y te escondes, de seguro te fuiste abandonando todo cuanto querías. —El viento arreciaba con fuerza y la lluvia comenzaba a barrer la aldea.

—¿De dónde sacas eso?

—Estas a punto de perder a tu hija y ella te echa demasiado en falta, te lo puedo asegurar.

—¡Basta! ¡Por todos los dioses! Detente por favor, el aprendizaje es ahora para ti; tú eres el que debes comenzar ahora. Nosotros tan solo esperamos una conclusión de todo esto.

—Lo leo en tus ojos, algún día tendrás que enfrentarte a tu carga, como yo a la mía.

—¿Me hablas de Thyrsá?

—No, hablo de otra persona, ella aún sigue aquí; te hablo de algo que debió sucederte, no estás en paz.

—No pude hacer nada por evitar la catástrofe, aún pasados tantos años, me pregunto realmente qué sucedió y Thyrsá se parece tanto a ella…

—¿Por eso huyes de Thyrsá, por eso te das a la bebida? Escapas de cuantos rodean tu mundo y de todo cuanto te hace recordar el pasado. ¿No es cierto?

—Huyo por no poder entender. Tú no sabes el peso que supone vivir sin respuestas. Ya te lo dije antes, vivir con el desconocimiento también mata, lo puedo atestiguar… no se lo cuentes, no le hables de esta conversación a ella. Aún no está preparada ¡Júramelo! —Sobresaltado y fuera de sí se aferraba con fuerza a la camisa de Ixhian, mientras vociferaba con rabia ¡Aún no ha llegado su momento!

—No será necesario, lo descubrirá por si sola —le contestó con determinación nuestro joven.

Y dándose media vuelta se dirigió al interior de su aposento, comenzaba a diluviar y ahora sí que necesitaba de un lugar de reposo y calma. El Gris no estaba, por lo que se hallaba solo en la cabaña, multitud de pesadillas le asaltaron esa noche sin conseguir reposar, pues un conocido desasosiego le trasladó a los primeros tiempos de la Sidonia.

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