NO TENGO POR QUÉ LLORAR y estoy llorando.
Me pasan cosas raras y revueltas y pienso que escarbando dentro de mí, me entenderé mejor. Escribiendo se pueden aclarar muchas cosas, como cuando ordeno mi mochila.
No quiero escribir mi diario porque se desparrama en papel lo que es secreto.
Voy a cumplir doce años, aunque no quiera.
Casi no tengo amigas porque mis compañeras son mayores que yo y me siento muy sola.
Quizás yo soy distinta a las demás. A lo mejor soy rara. A ellas les preocupa ser lindas; gozan ante el espejo haciéndose peinados, pintándose labios gordos y sombras azules en los ojos. Me dan vergüenza ajena porque se creen portadas de revista.
No quiero ser peladora ni creerlas envidiosas. ¡Me carga criticar!
Van escritas como quince líneas y todavía no sospecho por qué lloro.
En la misa del domingo el cura habló contra el egoísmo y dijo: “Hay un modo de escapar a él: pensar en los demás...”. Pero “los demás” son tantos y, entre ellos, estoy yo.
Y yo debo tener un problema porque lloro.
Papelucho:
He decidido escribirte por la misma razón que tú escribiste tu diario: Si no le cuento a alguien mis secretos, ¡simplemente reviento!
Tú vives frente a mi casa y eres apenitas más chico que yo. Siempre te veo salir corriendo atrasado al colegio, pero jamás me miraste.
Y no te creas que quiero pololear contigo. Puramente necesito un amigo, por ahora.
En esta casa no hay “Domi” para solucionar problemas. Una se las arregla como puede; y a veces no resulta.
Soy sola. Tremendamente sola, sin nadie en el mundo.
Contéstame para saber si recibiste mi carta que te dejé a la entrada de tu casa, bajo esa piedra que molesta.
Tu vecina de enfrente
PAPELUCHO:
Esta es mi segunda y última carta. Si no contestas le escribiré a Octavio, ese que vive en la esquina.
Tu perro olfateó la piedra y creo que la usó y mojó mi carta.
¿Por qué llegaste tan embarrado del colegio? ¿Te pegaron?
Te vi patear la piedra sacándote el barro y descubrir mi carta. Miraste a todos lados antes de recogerla...
¡Te la echaste al bolsillo y partiste en primera!
¿Cómo voy a saber si la leíste, si nunca me contestas?
¡Más vale decirte adiós!
POR FIN LLEGÓ TU CARTA cuando ni la esperaba.
¿Por qué me contestaste si yo te decía adiós?
Eres un creído... Yo no te espío.
Buscaba un amigo para contarle mis cosas. Las hermanas no sirven para eso. Son tremendamente mayores y por eso soy sola.
Yo sé que hay mucha gente que juega con amigos de mentira o tienen animalitos para conversar.
Pero yo no soy de esas. Yo soy verdadera.
Me cargan las mentiras. Y si te dije que era sola, es la pura verdad. Cuando una está a un lado de todos, no tiene a nadie.
No es que no quiera a mi familia, pero yo no la elegí. El amigo se elige, es a gusto propio. Fue lo que quise decirte en mi carta; y si ese amigo es secreto, es mejor, más sabroso.
NO, A LO QUE ME PREGUNTAS.
No me caí en el colegio ni en la nieve ni tampoco me chocaron.
Simplemente quise pillar un zancudo para mi insectario. Amontoné unos libros en la mesa, trepé sobre ellos sin hacer sombra ni ruido y en vez de pillar el zancudo, resbalamos los libros y yo sonoramente al suelo y el zancudo se voló por la ventana.
No quebré nada; apenas me tricé un hueso y por eso me enyesaron. Ahora le enyesan a uno la nariz por solo estornudar...
Y no me tengas lástima por mi pierna blanca. Yo estoy feliz con ella: es dura, es tiesa, es gorda. Me gusta cojear y me encanta que me preguntes: “¿Qué te pasó?”.
Sirve para inventar historias al minuto. A cada preguntón la suya, según su oficio. Si es deportista le digo que me caí del caballo, si es vieja le cuento que hacía equilibrio en la ventana, y si es una mocosa le contesto: “¡adivina!”.
Tengo prueba mañana. N. T. T. D. E. M.
¡Usa tu cabeza!
¿QUE SOY PELEADORA?
¿Que decirte “usa tu cabeza” es un insulto?
Si la usas de verdad no hay problema. Cualquiera entiende:
N = No
T = Tengo
T = Tiempo
D = De
E = Escribir
M = Más
Me dices en tu carta: “Tú me elegiste de amigo y ni te conozco siquiera”.
Eso no es verdad y, para que lo sepas, casi elegí a otro.
Y tampoco tengo ganas de conocerte. ¿Para qué? Los amigos no tienen por qué encontrarse. Nuestra amistad es puramente por carta.
¡GRACIAS A DIOS ME SAQUÉ UN 6 en la prueba!
Te lo digo porque espero que te importe. En esta casa les da igual. Ni siquiera preguntan. A una la enhuerfan.
Ahora me siento otra porque tengo un amigo propio que eres tú. Te elegí por dos cosas: porque leo tus libros y porque eres mi vecino.
Yo también escribí un diario un tiempo, pero los “sin respeto” me lo leyeron y se burlaron de mí. Por eso los “desaparecí” y me olvidé de que existen. Fui puramente yo mi única amiga, pero eso me cargó.
¿Qué piensas ser cuando grande?
Yo quiero ser mamá principalmente. Me encantan los niños y voy a tener hartos hijos cuando me case.
Ahora estudio puramente para saber contestarles a mis hijos las preguntas que me hagan al volver del colegio.
Claro que tengo papá y mamá propios. Aunque no tanto, porque son de todos. Me gustaría que fueran más míos y notaran cuando estoy triste o callada.
Mi mamá tiene mucho que hacer (te dije que no hay Domi en esta casa) y cuando llegan los hermanos hay cola para preguntar cosas y contar problemas.
Yo aprovecho para encerrarme en el baño y escribirte. Creen que estoy haciendo tareas y me dicen “la matea”.
Rompe esta carta porque es súper privada.
HOY PASÓ ALGO que me paró los pelos.
Estábamos comiendo y sentí golpear la puerta. Era un golpecito suave, como de niño, y con el enredo de voces, no lo oyeron los demás.
Me levanté a ver y me encontré nada menos que con tu Choclo que traía tu carta entre los dientes.
Ahí se me paró el pelo del susto que otros se dieran cuenta. Tomé tu carta y me la metí por el cogote.
Alguien dijo:
—¿Quién era? —y yo me subí al guindo y me ardieron las orejas. Un bochorno como otros; no contesté y seguí comiendo...
—Algo pasa —dijo el plomo de Esteban—, esta niña ha raspado el plato y está muy colorada...
—Déjala en paz —me defendió la mamá—. Siempre la están molestando, ya sea porque come poco y ahora porque se ha comido todo...
Me dieron ganas de llorar, no de lástima de mí misma, sino porque la mamá me defendía. Y me sentí culpable, como hipócrita, como si tuviera escondido algo mío que ella no sospechaba...
Recogí el plato raspado y besé a toda velocidad a mis viejos. Desaparecí porque sentía ganas de llorar y también porque tu carta me clavaba el cuello y tenía ganas de leerla.
No mandes más al Choclo de mensajero. Me encanta pasar el susto de atravesar la calle y levantar la piedra para sacar tu carta sin que me pillen.
Me gustó tu carta. ¡Eres choro!
Nota: Por favor busca en tu bolsa de basura la mitad de mi composición de Historia... No importa que esté fétida... Yo la copio.
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