Cristián Sotomayor Larraín - Supuestos para un diálogo

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Supuestos para un diálogo comienza con la palabra «supuestos» porque uno de sus propósitos es dejar ver algo de lo que yace oculto en las conversaciones sobre materia religiosa. No es infrecuente suponer que son temas para cuyo dominio basta con el conocimiento de otras materias. El propósito de estas aclaraciones es hacer los diálogos más fructíferos al entender mejor el contexto y alcance de las preguntas y afirmaciones entre los interlocutores. El contenido se presenta de modo esquematizado y claro, enviando a notas las referencias eruditas que fundamentan el texto, el que puede entonces también entenderse sin recurrir a ellas.
El libro comienza con una presentación panorámica de los modos en los que, por mucho tiempo, se ha planteado el tema de Dios. Luego trata sobre algunas formas de acceso a la realidad divina para posteriormente ilustrar algunos efectos que la relación con Dios tiene en distintos aspectos de la vida humana.
La última parte contiene una sección de Anexos con documentos ilustrativos de las materias explicadas en el texto. Siguiendo su fin práctico de preparación al diálogo, esta sección se inicia con un Vocabulario de Términos Difíciles. En él se explican los significados equívocos de algunas palabras empleadas en esta materia, los que, por ignorados, se suelen extender inadvertidamente del uso coloquial al ámbito religioso y producir malentendidos.

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En la medida que la indiferencia religiosa sea una falta de pathos relacionado con Dios es del ámbito del agnosticismo. La expresión de Tierno “no echar de menos a Dios” u otras parecidas de los indiferentes, como “no le veo la importancia a Dios para el mundo”, expresan esa falta de una impresión cognoscitiva que haga presente la importancia, e.d., el valor de Dios.

Parece entonces que hay que explorar la relación entre pathos en general y conocimiento para saber si es una forma de conocimiento y cuál de ellas, para después aplicarlo al pathos religioso. No es un término fácil de caracterizar, el pathos se sufre, siente o padece y, en este sentido, se conoce por experiencia. Una entrada a esta experiencia está dada por el sabor. Los españoles tienen una expresión que es “esto me sabe mal”, cuyo significado es “me indica que algo va mal”. Tal vez la expresión “me da mala espina” signifique lo mismo entre nosotros. Porque allí el sabor no es físico, del gusto, como la espina no es de madera. La expresión se refiere a una sensorialidad interna, no a la de la boca o de la piel, aunque la idea o referencia original esté tomada de allí. La expresión tiene buen fundamento etimológico porque se refiere a uno de los dos sentidos del sapere latino, que, en principio, puede ser tanto sabor físico como intelectual 80. En el sentido abstracto, el pathos es del orden de los significados, como en la expresión “esto me dice mucho” con el sentido de “me significa mucho”, aunque lo que oído no sean palabras sino un hecho visto que me expresa en silencio por su misma realidad. Esto pone al pathos en la conciencia cognoscitiva. Una clara ilustración de esto es el conocimiento que el paciente tiene de su enfermedad, distinto al que el médico tiene de la misma: el paciente la conoce porque la padece y el médico porque la ha estudiado (supuesto que no la haya padecido también). El paciente tiene conocimiento de pathos de su enfermedad, aunque no la sepa explicar. Queda claro que el pathos es un conocimiento, experimentado o sentido, no teórico por información; directo y no aprendido de otro e indudable.

El pathos religioso , que es el que falta en el indiferente y que justifica que la indiferencia sea incluida como forma de agnosticismo, consiste en que el significado “Dios” no está en la conciencia cognoscitiva del indiferente, quien por eso no percibe su valor, que es el que lo relaciona con todo lo que no es Dios, e.d., con el mundo. La expresión “Dios no me dice nada” expresa esa falta de pathos religioso y por eso es agnosía. La indiferencia es entonces el efecto de esa agnosía.

El pathos es un conocimiento radical. Es la primera impresión o huella, previa a cualquier expresión formulada de él y esto explica que al indiferente las expresiones categoriales respecto a Dios, las religiosas, “no le digan nada”. Todas las expresiones formuladas dicen relación a este pathos primario e informulado, que es el primer conocimiento en materia religiosa. Anotemos, por fin, una cosa a esta altura clara: la indiferencia no es voluntaria, no es por elección, es pasiva, es por falta de la impresión primera.

5. Algunos argumentos frecuentes del agnosticismo. Conviene notar primero que el agnosticismo que hemos llamado riguroso, no necesita argumentación, basta con el testimonio de quien duda sobre el hecho que duda. Del testimonio no cabe dudar porque el estado mental de duda y, por lo tanto, de suspensión del juicio, como es de experiencia común, aunque no lo sea en materia teológica, no cabe dudar de su realidad. Las otras formas necesitan comentario, revisaremos sus argumentos.

1. Procedentes del positivismo (que puede ser implícito, como en el agnosticismo común): solo puede conocerse aquello sensorialmente experimentable. Ese es el límite del conocimiento humano, lo sensorialmente experimentado mismo. Aunque haya realidad más allá de lo sensorialmente experimentable —p.ej., lo trascendental—, esto no es cognoscible. Como Dios no es parte del mundo sensible, su conocimiento es imposible.

2. No hay pruebas sobre Dios. Es necesario, antes de explicar este argumento, aclarar qué se entiende por “demostración” y por “prueba”, términos que, técnicamente, no significan lo mismo que en el lenguaje coloquial (Ver estos téminos en el VTD.) Solo así se puede entender el valor de la afirmación “no hay pruebas o demostración sobre Dios”.

Para el positivismo, prueba es huella sensorial: si Dios no es registrable, no es conocible. Popularmente, la falta de pruebas se expresa, a veces, diciendo que “Dios no es objetivo ”, queriendo decir que no es algo que se imponga con necesidad a la experiencia, sino que es cuestión de emociones o intereses y que depende de la voluntad del hombre. Es, en consecuencia, subjetivo (en el sentido popular, e.d., arbitrario). Lo mismo, pero en otra versión, algo más filosófica, es así: “Dios no es demostrable” (ver en VTD qué es, técnicamente, “demostrar”).

En Tomás, la ignorancia sobre la esencia de Dios se debe a que el conocimiento que tenemos de él viene indirectamente (por inferencia) a través de las creaturas —que no son Dios— que son contingentes, y por eso necesitan de un ser necesario que las sostenga en su ser (=en su realidad); y ese Ser sostenedor (=creador) no puede ser como ellas. De Dios registramos entonces un efecto suyo, pero no directamente su esencia. En Contra Gentiles I,30, dice: “No sabemos qué es Dios, sino qué no es y qué relación mantiene con todo lo demás” 81. O cuando dice en ST I,3,4 2: “… de Dios podemos saber que es [e.d., que lo hay] pero no podemos saber qué es [e.d., su esencia]”. Está manifestando nuestros límites en el conocimiento respecto a la esencia de Dios y eso implica una cierta agnosía.

E. Kant (+1804) sostuvo que la razón pura no alcanza al conocimiento de tres realidades: Dios, el alma y del mundo. Así lo resume J. Ferrater-Mora:

No se puede probar por medio de la razón teórica especulativa ninguno de los principios de la metafísica: la existencia de Dios (como pretende la teología racional), la naturaleza del mundo en su conjunto (como pretende la cosmología racional), y la inmortalidad del alma (como pretende la psicología racional) 82.

Razón teórica especulativa es a priori . “Puro” significa en general “sin mezcla”, en este caso, razón pura es sin mezcla de datos aportados por la sensibilidad. Lo que aporta la sensibilidad, Kant lo llama “intuición”. Las tres realidades que son principios de la metafísica y que Kant dice que no son cognoscibles por la razón pura son: que hay Dios, que es el tema objeto de la teología racional; el mundo como todalidad (no los objetos particulares de él), como se lo estudia en la cosmología racional clásica; y, la inmortalidad del alma humana, tema que es parte de la psicología racional o filosófica.

Para entender lo que está diciendo Kant en esta afirmación, hay que saber qué entendía por conocer . Kant llama “intuición” a la percepción sensorial, lo que los sentidos nos dan de la realidad mundana, que es “a posteriori”, e.d., después de la experiencia. Y llama “pensamiento” a lo “a priori”, lo que el entendimiento encuentra en sí mismo, que son formas vacías de contenidos sensibles. La sensibilidad no piensa y el pensamiento aislado no conoce el mundo, porque no está relacionado con él. El conocer en Kant se da cuando coinciden la intuición con el pensamiento. Y, en ese caso, se dan juicios sintéticos a priori 83, que son universales y necesarios, y esto último es lo que él llama “conocimiento”. No son conocimiento, por lo tanto, los conceptos vacíos de contenido sensible que la inteligencia sola puede pensar dentro de sí; ni es tampoco conocimiento la intuición de la sensibilidad, por lo cual las realidades que no son alcanzadas por la intuición no son cognoscibles por la razón pura, entre ellas, Dios. No significa eso que Dios, mundo y alma no estén en el pensamiento, pero no son conocimientos sino principios reguladores del pensamiento. No dice, por lo tanto, Kant que Dios no sea alcanzable intelectualmente por el hombre; lo que dice es que no lo es de ese modo, e.d, por la razón pura 84. Este es el a veces llamado “agnosticismo de Kant” que necesita tanta explicación porque, como dijimos recién, es una limitación al modo como Dios es conocido. El conocimiento kantiano de Dios será por la razón práctica que es aquel ejercicio de la razón que se aboca a la ética. Allí aparece Dios como justificación de los imperativos categóricos. Es, por lo tanto, incorrecto decir que Kant sostiene simplemente que Dios es incognoscible.

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