Galvis Díaz, Pablo Iván
Narrativas de vida, dolor y utopías : jóvenes y conflicto armado en Colombia / Pablo Iván Galvis Díaz. -- Bogotá :
Ediciones Unisalle, 2014.
142 p. : il., fotos ; 14 × 21 cm.
Incluye tabla de contenido.
ISBN 978-958-8844-28-2
1. Jóvenes - Aspectos sociales - Colombia 2. Violencia - Colombia 3. Conflicto armado - Colombia 4. Paz - Colombia
I. Tít.
303.6 cd 21 ed.
A1437
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango
ISBN: 978-958-8844-28-2
Primera edición, marzo de 2014
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Dirección editorial
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Coordinación editorial
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Corrección de estilo
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Diagramación
Margoth de Olivos S.A.S.
Diseño de portada
Andrea Julieth Castellanos Leal
Fotografías de cubierta
Hno. Juan Carlos Blanco, fsc
Diseño de ePub
Hipertexto
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier procedimiento, conforme a lo dispuesto por la ley.
Presentación
Introducción
El escenario etnográfico: ¡Utopía, un proyecto que sirve para empezar a caminar!
La inmersión en el campo
Relatos de vida y diarios de campo: un aporte desde la subjetividad a la investigación social
El trabajo etnográfico: una experiencia de frontera
Relatos de vida. Narrativas de ensueño, nostalgia y muerte
Andy: “me persigue una guerra que no es mía”
Cubi: nostalgia llanera, de olor a sabana y a bosta de ganado
Juandro: en el claroscuro de la guerra
Las narrativas del conflicto armado en los relatos de vida
El conflicto armado en la vida cotidiana
Experiencias de la muerte como práctica cotidiana
El conflicto armado como estrategia de poder
El conflicto armado y las formas de influencia en la identificación de los sujetos
Representaciones: lenguajes y símbolos del conflicto armado
Amistad y enemistad en el conflicto armado
Conclusiones
Bibliografía
A Dios, por su infinita misericordia.
A mis padres, Pedro y Conchita, por regalarme el don de la vida, por su amor incondicional, y porque son quienes inspiran mi diario vivir.
A la Universidad de La Salle, por la apertura de espacios de investigación y por la formación recibida como pedagogo.
Al hermano Carlos Gómez, por su cercanía, su consejo y su capacidad de inspirar nuevas formas de pensar.
A la profesora Miriam Jimeno, mi maestra en el campo de la etnografía, por su cariño, su acompañamiento y exigencia en el desarrollo del presente texto.
A los hermanos del Distrito Lasallista de Bogotá, por su apoyo y confianza en mi quehacer como maestro.
A Juandro, Cubi y Andy, porque a partir de sus historias y de sus recuerdos abrieron la posibilidad de la amistad y la investigación en mi vida.
Hace seis años, en 2008, pensando en los inmensos desafíos que la realidad colombiana presentaba a nuestras instituciones y a la sociedad entera, empezamos a pensar en la posibilidad de que desde la Universidad de La Salle pudiéramos ofrecer una propuesta educativa novedosa para apoyar el desarrollo rural del país y, sobre todo, abrir posibilidades para que algunos jóvenes de procedencia rural pudieran encontrar en nuestra institución un espacio de crecimiento personal y de cristalización de sus sueños.
No se veía una empresa fácil porque cualquier idea novedosa conlleva muchas dificultades: problemas de financiación, demanda de infraestructura, generación de nuevas aproximaciones didácticas y pedagógicas, voces que al unísono gritan “no se puede” y que llevan a dudar de tal manera que pueden asfixiar y arruinar las mejores intenciones.
No puedo negar que nací en una generación soñadora y utópica que invitaba a sobrepasar las capacidades humanas y a lanzarse apasionadamente a la novedad, a los caminos no transitados, a vencer los gigantes que cual molinos de viento se atravesaban en las búsquedas. No solo era posible soñar, sino que era un ejercicio cotidiano que nos convocaba, nos ilusionaba y nos lanzaba a la acción. La praxis era casi el signo de nuestro quehacer: reflexionar y actuar y volver a pensar sobre lo actuado y lo reflexionado. Leímos con fruición en esos días sobre sociología y política; devorábamos las novelas del realismo mágico; poníamos un toque existencialista al cotidiano y, en nuestro caso, la Teología de la liberación nos daba elementos para diseñar mundos posibles y proyectos alternativos desde la inspiración cristiana. Cómo no recordar en estas páginas el desafiante capítulo que Gustavo Gutiérrez (1977) dedicó a la “Fe, utopía y acción política”, hasta el punto de decir que “la fe y la acción política no entran en relación correcta y fecunda sino a través del proyecto de creación de un nuevo tipo de hombre en una sociedad distinta, a través de la utopía” (p. 316). También en su inolvidable Obra, dedicó unas páginas a hablar de la Esperanza y a invitarnos a asumirla como una virtud que bien podría ser combustible en el camino, así “la fe, la caridad y la esperanza, para quien vive de ellas, son un factor radical de libertad espiritual, y de creación e iniciativas históricas” (p. 320).
En 1973, Paulo VI publicó su Exhortación Octogesima Adveniens, documento inspirador del pensamiento social de la Iglesia que señaló que se
… asiste al renacimiento de lo que se ha convenido en llamar “utopías”, las cuales pretenden resolver el problema político de las sociedades modernas mejor que las ideologías. Sería peligroso no reconocerlo. La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas. Pero, sin embargo, hay que reconocerlo, esta forma de crítica de la sociedad establecida provoca con frecuencia la imaginación prospectiva para percibir a la vez en el presente lo posiblemente ignorado que se encuentra inscrito en él y para orientar hacia un futuro mejor; sostiene además la dinámica social por la confianza que da a las fuerzas inventivas del espíritu y del corazón humano; y, finalmente, si se mantiene abierto a toda la realidad, puede también encontrar nuevamente el llamamiento cristiano (p. 37).
Obviamente estos textos recogían una tradición de la filosofía política y literaria que ha creado utopías y distopías en muchos momentos de la historia, que fue reflexionado nuevamente con fuerza en las creativas décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. De hecho, ya en la Antigüedad el pensamiento utópico no era ajeno ni a las mitologías clásicas ni al pensamiento de los filósofos y teólogos, aunque fue Tomás Moro quien acuñó el concepto y lo desarrolló en su célebre obra Utopía, que imaginó la ínsula ideal y con humor agudo produjo, al mismo tiempo, la más demoledora crítica a la Inglaterra de Enrique VIII. Desde entonces, la utopía ha estado presente en la historia humana, a veces inspirando gestas y construyendo proyectos convergentes, a veces apoyando conflictos e insuflando unanimismos impuestos y violentos.
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