Que me van a sacar.
Están esperando que me jubile
Y ponga en remate mis bibliotecas.
Quieren exprimir conceptos de mi poesía.
Este catedrático que revisa mis textos
Y los mete a su archivador,
Ya le conozco
Su único terno horrible y lustroso.
A sus asistentes, entre idiotas y pendejos,
Ágiles burócratas de la literatura,
Nunca los he visto antes.
Pero al final son todos ellos
Los que me van a pasar la notificación.
Seguro que me ven triste y cansado.
Me pregunto
Qué van a hacer con mis ensayos.
¿Y mis poemas
Que sin duda jamás han entendido?
Mejor así.
[Luego de haber adornado...]
Luego de haber adornado
Rosáceas plaquetas los poemas,
Que descarté apenas escritos,
Se volvieron indescifrables
Pruebas de mi vanidad.
Pero aun así, olvidados y feos,
Todos están allí, juntos
Como la obra de otra persona
Que no me cae bien.
Culpables de sí mismos,
Ocupando páginas que no reconozco.
Sin duda esperan reaparecer
En las obras reunidas, en las completas,
En la reedición, en la antología,
En la página pirata de Internet,
Usurpando mi nombre
Sin pudor alguno.
[Ahora la vejez me ha vuelto...]
Ahora la vejez me ha vuelto
Un verdadero artista de la mentira:
Debilidad por todos los poros,
Modestia en cada frase,
Sentimientos hábilmente impostados,
Versos falsamente confesionales.
Hay una ganancia canosa y neta
En el paso de nunca decir lo que hay
A siempre decir lo que no hay:
De esa manera nada se disipa,
Y todo empieza a regresar
A una farsa originaria asentada
En un jardín de flores patulecas
Donde bandadas de pájaros calvos
Vuelan hacia atrás
En busca de sus plumas perdidas.
El día las esparce desordenadas
En un moaré indescifrable y apestoso.
Pero en realidad siempre soy yo
Juntando palabras derribadas
Que luego no tengo fuerza para recoger.
Viene otro poema
Una vez resuelta su confusión
Para las deliciosas frases multibarrocas
El acto más mendáz es desnudarse
Sibilinas. Son acertijos,
A los que un legerdemain les pone
Entre los brazos helados papagayos
De tan extraños sabores.
Frases bañadas en lentos sonrojos,
Rellenas de breves astillas,
Su complicada cópula coloca
Al lector frente a la densa,
Espesa levitación de una poesía
De versos que aspiran a ser únicos.
Lectura/locura, sentido/sonido rotan,
Cual manos de novios furiosos
Que buscan de alcoba en alcoba
Sus anillos recién traspapelados.
La vana ilusión de un lenguaje atado
Con supercuerdas de líquidos nudos,
Camino a su mejor instante:
¿Es verdad que el lenguaje e-barroco
Siempre finge un último momento
En el que estalla y desaparece
Dejando al poema violentamente deshecho
En una indecencia de severas estrofas
Con versos desnudos como salchichas?
Es verdad.
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