Cuatro días después, la selección viajaría a Colonia para jugar contra Uruguay el segundo amistoso programado por Grondona. Pablo Alvarado lo tiene presente: “Cuando íbamos al exterior, la AFA nos daba 50 dólares de viático a cada jugador. Esa vez no tenían cambio y a mí me dieron 100 para que le diera 50 a Leo. Le dije que apenas consiguiera, se los daría. Él ni se preocupó, ‘tranquilo, tranquilo’. Nunca conseguí cambio: le debo 50 dólares a Messi”.
El 3 de julio de 2004, en el estadio Alberto Suppici de Colonia, Leo también entró en el complemento. El partido estaba igualado 1-1. A los 3 minutos de su ingreso, hizo el gol que ya había hecho y volvería a hacer infinidad de veces, ingresando desde la derecha hacia el medio; luego aseguró de cabeza un toque de Lavezzi y le sirvió a este el cuarto definitivo. “Pekerman había visto el partido contra Paraguay por televisión. Me dijo que imaginaba que lo iba a poner de titular en Uruguay. ‘No puedo, José. Ya tengo un equipo armado al que tengo que respetar’, le contesté. Lo puse en el segundo tiempo. Y ganó el partido”, recuerda el entrenador.
Ese día alguien redactó en la web del diario Clarín :
“Todo cambió en el complemento. Tocalli mandó a la cancha a Lionel Messi. Y el juvenil del Barcelona no defraudó”.
Es obvio que el redactor no tomó conciencia de lo que implicaba su análisis. Más allá de eso, apenas en la segunda vez que Messi usaba la camiseta de la selección, quedaba una idea implícita: estar o no a la altura de las expectativas. “No defraudó”. Messi debería convivir con la naturalidad del éxito o la pesadez de la derrota. La vara alta como nunca, la aceptación solo de lo extraordinario. Convertir dos veces y generar otro gol en 45 minutos, o defraudar.
2
HISTORIA
DE UNA
EXPULSIÓN
Vilmos Vanczák casi nunca simuló. Casi nunca hizo echar a un rival. Casi nunca instaló su nombre en una jugada para siempre. Casi nunca vio a Lionel Messi. Y casi nunca habló con un periodista argentino. Todo lo hizo una sola vez.
Lateral por la izquierda, lo que hizo 79 veces fue ponerse la camiseta de la selección de Hungría, su país. Se retiró a punto de cumplir 35 años, en 2008. “Enfrenté a Raúl, Beckham, van Nistelrooy, Robben, Cristiano y afortunadamente a Messi, el mejor”, resume desde donde vive hoy, en Felcsút, a 40 kilómetros de Budapest, a partir de las posibilidades que otorga WhatsApp. Responde a fines de 2009, mientras trabaja como ayudante del técnico Miklós Benczés en Puskás Akadémia, último paso de su trayectoria. “A veces extraño el fútbol desde adentro. Por suerte pude empezar a trabajar inmediatamente. Fue importante para mi vida personal”, reconoce. El día después de la carrera deja mucho espacio sin llenar. A la edad en la que cualquiera está progresando en lo profesional, el ex jugador finaliza su tarea.
Vanczák enfrentó a Messi en 2005, el año en el que nos acostumbramos a ver a Leo con la camiseta argentina; el del Mundial sub 20 en Holanda, que lo tuvo como figura, goleador y campeón.
En un parate de ese Mundial, Julio Grondona viajó desde Holanda hasta la concentración de la selección mayor, que estaba disputando la Copa Confederaciones en Alemania. Apenas llegó, se sentó a una mesa con parte del cuerpo técnico. El preparador físico Eduardo Urtasún tenía relación con el presidente de la AFA: su padre Juan Carlos había sido otro de los fundadores de Arsenal de Sarandí.
–¿Qué tal los pibes? –preguntó Urtasún.
–Hay un chico que es impresionante. Desde Diego no veía a nadie igual –fue la respuesta de Julio.
Habían pasado pocos días de otra charla de Grondona, esta con un integrante del cuerpo técnico del seleccionado sub 20. En el primer partido, el chico que tanto prometía había entrado en el segundo tiempo.
–¿Por qué no juega de titular Messi? –quiso saber.
–Es más chico que el resto, Julio. Lo vamos a ir llevando de a poquito.
–De a poquito se van a volver a Buenos Aires ustedes... –recomendó a su manera el titular de la AFA.
Para el segundo encuentro, el entrenador Francisco Ferraro lo puso como titular.
No fue la única recomendación que motivó que Ferraro acelerara la inclusión del pequeño talentoso. Catorce años después, Lucas Biglia, integrante de aquel plantel campeón mundial juvenil, cuenta una historia poco conocida: “Tuvimos una reunión con el entrenador y le comentamos que le habíamos visto cosas muy interesantes. Estábamos todos, los 23 futbolistas. Sentíamos que con él seríamos otra cosa. Y desde que fue titular subió la autoestima del equipo”.
Un mes después de la coronación en Holanda, José Pekerman lo incluyó entre los 19 futbolistas convocados del exterior para la mayor. El seleccionado tenía pautado un amistoso contra Hungría para el 17 de agosto. El partido se disputaría en Budapest, en el estadio Ferenc Puskás. El periodista Hernán Claus ubicó a Messi para que contara en el diario Olé sus sensaciones tras la convocatoria: “Se me está dando todo y se lo debo a mi familia”, fueron las escuetas declaraciones de Leo desde el hotel Westin Resort, en la ciudad china de Macao, de cara al choque de pretemporada del Barcelona contra el Shenzhen Jianlibao.
Los jugadores de la selección tenían algunas referencias y pocos puntos de común con el citado por primera vez. “Un año antes, cuando yo estaba en el Espanyol de Barcelona, un chico me había saludado en un restaurante. Me dijo que había jugado en Newell’s, cruzamos unas palabras y me olvidé de él. Hasta que lo vi en aquella gira de la selección y lo reconocí. En las prácticas jugaba como en el patio de la casa”, hace memoria Maximiliano Rodríguez.
“Ya tenía idea de quién era. En noviembre del año anterior, Leo había ido a ver un Barcelona-Milan por Champions. Él todavía no jugaba y ese día yo estuve en el banco del Milan. En el vestuario preguntó por mí, lo conocí, le di la camiseta y desde ese día empecé a seguirlo”, sorprende Hernán Crespo. “Creo que no le escuché la voz en ese viaje. Ojo, el resto tampoco habrá escuchado la mía”, recuerda Lisandro López, que jugaría su segundo partido de los siete que jugó en la selección. “En los entrenamientos vimos lo mismo que habíamos visto por televisión en el Mundial sub 20: iba en el aire. El que no lo agarraba o no le pegaba, no podía pararlo”, reconoce Lucas Bernardi.
“Queríamos que se sintiera cómodo –asegura Juan Pablo Sorin, uno de los referentes principales de la selección de Pekerman–. Teníamos la preciosa responsabilidad de cuidar al que podía ser algún día el mejor jugador del mundo. Lo habíamos visto definir los partidos con el juvenil y asumir la responsabilidad de tirar dos penales en la final”.
Daniel Lagares escribió en Clarín sobre la intimidad de aquel grupo: “A la tarde, después del almuerzo, mientras los ‘grandes’ (Sorin, Ayala, Heinze) y los ‘intermedios’ (Lux, Leo Franco, Demichelis, Quiroga) celebraban la llegada de Crespo con una charla entre amigos, el pibe rosarino buscaba un lugar en el inmenso lobby , miraba si del ascensor salía Zabaleta para que le hiciera pata. Se percibe que todavía no se anima a sumarse como uno más donde están los ‘pesados’ del grupo”. Pablo Zabaleta había compartido plantel en el Mundial de Holanda: “Como capitán de aquel sub 20, había sentido la responsabilidad de hacerlo sentir a gusto. No era fácil, pero se adaptó gracias a su carácter. Siempre tuvo un gen tremendamente competitivo y, a la vez, un perfil sumamente tranquilo. En la concentración en la mayor, estábamos juntos por lógica. Para nosotros era un mundo nuevo”.
Fue en aquella nota de Clarín donde Messi dijo que se sentía cómodo “de media punta”, que no sabía si esa temporada en el Barcelona jugaría en el primer equipo o en el filial, aunque “me dieron un dorsal, el 30”, y que “sería lindo entrar un ratito y tocarla con estos monstruos”.
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