Desde el instante que entramos, nos gustó mucho el lugar, nos sentimos a gusto y reunía todos los requisitos que, en nuestro caso, debía tener un sitio para vivir. Cuando salimos de ahí, obviamente que no vislumbrábamos ni la más remota probabilidad de poder adquirirlo, sin embargo, algo me decía que debía ver el modo de por lo menos intentarlo. Contábamos con unos ahorros que podrían eventualmente alcanzar para dar el 10% del valor, pero dependíamos absolutamente del financiamiento de alguna entidad crediticia. A todo esto, había que adicionarle que tanto Enrique como yo, ya arrastrábamos cada uno con una deuda hipotecaria por lo que se hacía muy difícil, por no decir imposible, poder calificar financieramente para adquirirlo. Fue entonces que me acorde que un primo trabajaba como ejecutivo en un banco y lo llamé, él me pidió que le enviara mis antecedentes comerciales para evaluar mi situación y ver que se podía hacer. Había pasado como una hora, cuando me devolvió el llamado diciéndome que calificaba, nosotros no lo podíamos creer, sin embargo, ahí me enteré de una triquiñuela que yo sin tener conocimiento había realizado. Resulta que mi primera deuda hipotecaria había sido contraída con una institución aseguradora y por esta razón la deuda no aparecía en el sistema bancario, por lo tanto, podía asumir otro crédito porque en estricto rigor, la otra hipoteca “no existía”. Este dato ténganlo en consideración cuando vayan a comprar su primera propiedad.
Pero volviendo al tema principal y, para resumir, a las tres semanas de este episodio, ya teníamos las llaves del nuevo departamento en nuestro poder y al mes de la entrega ya estábamos instalados en nuestro nuevo hogar.
Hay sucesos que nos ocurren en la vida que son tan extraños y tan alejados de nuestros propósitos que no nos dan tiempo de pensar ni reflexionar por qué llegan y se suscitan de imprevisto, solo se presentan y nos cambian de un momento para otro la vida y nuestro orden de prioridades. Cada día me convenzo que nada es casualidad y los hechos o situaciones siempre tienen una razón que las justifica por más que al principio no las entendamos.
Habían pasado un par de semanas y tuvimos que ir a nuestro antiguo departamento a buscar algunas cosas, entre ellas unas de Miguel, nuestro “ex”. Cuando veníamos de vuelta nos pusimos un poco melancólicos, ese lugar, había sido nuestro primer hogar, y estaba cargado de nuestros recuerdos como pareja y también de nuestra vida con él. Para darnos ánimo y cambiar el switch, se nos ocurrió ir al cine, estábamos por subirnos al Metro, cuando a la distancia divisé a Miguel, probablemente, andaba de paso por nuestro antiguo barrio en algunas diligencias de las que quizás sea mejor no reflexionar para evitar llenarse la cabeza de dañinas ideas especulativas. Lo incuestionable es que su amor ya no nos pertenecía, hoy somos apenas un guiño olvidado de sus pensamientos, unos advenedizos exiliados que residen a kilómetros de su corazón. Yo guardaba la ilusión que quizás iba a nuestro antiguo departamento a vernos y al saber que ya no vivíamos allá quizás nos contactaría de alguna manera, sin embargo, se sucedieron los días y él no volvió a contactarnos ni a dar señales de su existencia, fue como si el destino lo tuviera secuestrado y que valiéndose de rebuscadas artimañas lo escondiera de nuestra presencia limitándolo con algún maléfico propósito que nunca hemos podido comprender y menos aceptar. En apariencia Miguel se veía muy bien, como siempre, él se preocupaba de verse guapo y sacarle partido a su figura y ese día no era la excepción. Aunque es de estatura media, los jeans azules que usaba ese día y su peinado muy bien encopetado y arreglado le daban realce a su metro setenta y dos de estatura, una chaqueta de cuero blanco invierno, le otorgaban un brillo especial a su piel color mate, pero lo más bello y que siempre me ha gustado de Miguel es su sonrisa, ella ilumina los ambientes, su perfecta y blanca dentadura, sus coquetas margaritas al sonreír y el achinado de sus ojos hacían imposible no enamorarse y caer rendido, sin dudas, esa era su seductora arma letal.
Pero como ya no está no queda más que conformarse, en esta etapa, con Enrique, priorizamos por enfocarnos en nosotros como pareja, volvimos a estar más cerca, buscamos fortalecernos y recuperarnos para avanzar. La vulnerabilidad nos hizo necesitarnos más, quizás como consuelo, iniciamos la etapa del peregrinaje por el luto, donde queda poco ánimo para emprender cosas nuevas y uno se va para adentro orientando los esfuerzos en cosas más triviales y simples. Nos dedicamos a frecuentar sitios culturales, concentrarnos en nuestras rutinas laborales y a propiciar encuentros con familiares y amigos cercanos.
Fueron tiempos difíciles y de tardes deslucidas, en el que los días y sus pronósticos se repetían constantemente nublados, donde unos enfurecidos nubarrones amenazaban incesantemente con una exuberante tormenta de decepción y con fuerza descontrolada desplegaban sus más frenéticas y compulsivas ráfagas de borrascas enfurecidas, impactando con sus rayos en el centro de nuestras incertidumbres que se paseaban rabiosas entre el corazón y la razón. Se le sumaba a esta tempestad una copiosa lluvia de caída descontrolada que se precipitaba incesante sobre aquellos desnudos cuerpos vulnerables y desparramados. Sin embargo, esa misma lluvia, venía a limpiar esos rostros desencajados, de aciagas expresiones y que en cierta medida se sanaban de la desolación y el abandono perpetuo.
Pero había que avanzar y eso nos propusimos, de a poco la resignación fue llegando y nos fuimos conectando nuevamente con la esperanza y con los desafíos que este libro llamado vida, de seguro nos volvería a presentar. Lo esperanzador al ir hojeándolo es que esta existencia tiene innumerables capítulos, vueltas y recovecos por descubrir y disfrutar. Que nuestra relación con Miguel no haya progresado como hubiéramos querido, no quiere decir que la historia termine aquí, hay que seguir caminando y sorprendiéndose para ver que sigue al dar unos pasos más.
Y así, fueron desencadenándose uno a uno los días y con ellos, como a regañadientes comenzamos incipientemente a poner en marcha nuestras antiguas y casi olvidadas practicas libidinosas, iniciamos activando nuevamente aquellas lascivas y tan populares aplicaciones en nuestros celulares y luego, nos propusimos visitar aquellos antros que tan bien conocíamos, sumando a ello, de vez en cuando, alguna eventual ida al culto (sauna) y una que otra incursión a la finca, (un sendero en el cerro San Cristóbal), precisamente arriba del Jardín Japonés. Todo lo fuimos haciendo en forma muy lenta y gradual, incluso mucho más pausado de lo que hubiésemos imaginado, lo cierto es que necesitábamos innegablemente retomar nuevamente nuestra vida, donde el principal objetivo era dejar el pasado confinado en algún sitio seguro y alejado para comenzar a olvidar.
Intentamos no mirar atrás, decidimos no pensar en lo vivido y dejar de escarbar en el pasado reciente. Había que cerrar el ciclo para darle paso a uno nuevo y no quedarnos constantemente en ese circuito sin fin. El mayor esfuerzo lo dedicamos en ponerle un freno definitivo a los cuestionamientos y desconsuelos surgidos a propósito de lo que la vida no quiso que prosperara con Miguel. Y así nos vimos forzados a avanzar y comenzar a seguir escribiendo nuestra historia sin él, en una página limpia, sin ripios, sin rabia, sin dolor, pero con el corazón igualmente ilusionado y lleno de amor.
En la búsqueda por retomar nuevamente nuestro bienestar y la estabilidad de nuestras emociones, decidimos comenzar a salir más a menudo por las noches, la idea era desconectarse, sacudirse, avanzar, así es que comenzamos a recorrer cuanto antro, local nocturno, fonda y lo que fuera con tal de otorgarle algo de resplandor a la noche oscura en que nos encontrábamos. Un amigo decía, cuando la oscuridad se hace presente, ilumínala, llénala de ruido y de flashes y amedréntala con todo el atrevimiento de una loca fuerte como yo. Siguiendo esa premisa, decidimos darles otro sentido a nuestras futuras noches y las comenzamos a cambiar por otras más alegres, coloridas y llenas de música. En este proceso empezamos a frecuentar varios locales de ambiente gay como discotecas, pero principalmente pubs donde se ofrecen shows de stand up o café concert. Así llegamos un día al singular y entretenido pub Dionisio divas, en plena calle gay de Santiago. Íbamos por la vereda oriente de la calle Bombero Núñez, de lo más concentrados conversando y buscando que hacer o donde entrar para entretenernos un rato, cuando de pronto se nos cruzó en el camino la imagen de una imponente “mujer”.
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