Ann Rodd - El Arca

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Zoey dejó su vida atrás. Debió huir y abandonar a su familia, a sus amigos y todo aquello que alguna vez conoció; un ser maligno e inmortal la persigue para asesinarla y para robar sus poderes, por lo que encontrar las respuestas a los misterios del dije puede ser la única forma de sobrevivir.
A través de leyendas antiguas y de confusas profecías, ella se aventura a un mundo olvidado que puede contarle innumerables historias.
Con la ayuda y con el apoyo de Zack, Zoey deberá superar sus propios límites, desentrañar los secretos del pasado que no debían ver la luz y hallar así la forma de salvarse a sí misma y a su propio mundo.

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—Vaya, es enorme —exclamó al alzar la vista.

—¡Es muy alto! —reafirmó ella. Sin dudas, no se lo había imaginado así.

—Hay que recorrerlo.

Despacio y sin prisas, caminaron por los terrenos hasta acercarse tanto como pudieron a la base del Fuerte Argentino. Se trataba de una meseta junto al mar, estaba llena de historias antiguas que ellos ansiaban descubrir.

A medida que sus pies atravesaban el sitio, se encontraban con más rocas y dificultades para avanzar.

—Ten cuidado —dijo Zack, señalando un pozo antes de que ella lo viera—. Supongo que los turistas no vienen por aquí… ¿por el otro lado, quizás? El lado del mar, digo.

El Antiguo Fuerte medía cerca de cien metros de altura y parecía ser un sitio natural y alejado de las leyendas de internet.

Zoey no solo prestó atención al lugar por donde pisaba y a las indicaciones de su compañero, sino que también se mantuvo al tanto del dije. Esperaba percibir alguna señal de su parte, teniendo en cuenta que ese podía ser el lugar de otro templo o secreto oculto que tuviera una estrecha relación con el collar. Sin embargo, el dije estaba en silencio dentro de ella, sin ninguna señal para su alma. No había pensamientos fuera de lugar, visiones, sueños o palabras con otra voz.

—¿Qué piensas? Todo se ve normal, e igual de terroso que nosotros —murmuró Zack, después de que bordearan la enorme meseta hacia el lado del mar.

—No tengo ni idea, ¿qué podría haber aquí que nadie más haya encontrado antes?

—Quizá nada. Tal vez sí hemos seguido las teorías más bobas del universo.

—Sí, pero pensé que nosotros, que éramos los adolescentes que desafiaron a la muerte y que tienen poderes mágicos, podríamos… percibir algo más —dijo ella, tentada a reírse por la frustración que sentía. Habían sacrificado mucho para huir de Peat y, a la vez, para encontrar algún arma para defenderse de él. Si el viaje no valía la pena para nada, sería una pérdida de tiempo soberana. Un error imborrable.

Zack ladeó la cabeza. Se trepó a una roca y miró hacia la cima.

—¿Qué tal si probamos la magia por allí arriba?

Zoey siguió la línea de su mirada. De escalar, ni hablar. Seguramente tendrían que llegar hasta allí como tantas veces lo habían hecho para alcanzar la ventana de la escuela.

—Tú me subes —avisó ella.

Zack se tronó los huesos de la mano mientras analizaba la altura que tenía por delante. Nunca había llegado tan alto, era un gran desafío. En cualquier otra circunstancia, ella tampoco estaría dispuesta a algo así. Pero ya habían llegado hasta el fuerte, tenían que intentarlo.

Ella trepó a la espalda de él y se aferró con todas sus fuerzas mientras escondía el rostro en su nuca. Zackary se inclinó un poco hacia abajo y luego saltó, con tanto poder que el aire voló sus cabellos y a ella la impulsó hacia atrás, hacia el suelo. Nunca le había puesto semejante fuerza a un brinco antes.

Zoey no quiso ver; si no llegaban, prefería no presenciar la caída.

Zack no parecía contrariado por nada. Un nuevo sacudón y una exclamación victoriosa hicieron que ella levantara finalmente la cabeza y comprobara que lo habían logrado. Habían saltado más de cien metros sin ningún problema.

—¡SÍ! —gritó él, dando un puñetazo en el aire—. Soy genial.

Zoey, en cambio, continuó aferrada a su espalda sin poder moverse.

—Mierda, sí —contestó en voz baja, dándole la razón. Nunca hubiese imaginado que él fuese capaz de eso.

Un par de segundos después, Zoey fue capaz de bajarse sin mareos ni vértigo. Entonces, pudo admirar la enorme planicie sobre la que estaban parados.

Allí arriba hacía calor, había viento y todo parecía todavía más seco. La meseta era imponente y el silencio de la ausencia de vida, además de ellos, por supuesto, era atronador. Se sintieron decepcionados por no ver nada más que rocas y tierra, aunque ambos quedaron maravillados por la vista. El mar se extendía mucho más allá de lo que eran capaces de vislumbrar, era un paisaje hermoso.

—Bueno, al menos la vista valió la pena. Tomémoslo como un paseo —dijo él, reteniendo un suspiro.

Zoey, en cambio, lo dejó salir. Allí tampoco era capaz de percibir nada, ni una sola pista del dije.

—Lástima que corremos de un demonio milenario y que esto era lo único que teníamos como esperanza —murmuró, apoyando la cabeza sobre el hombro de él.

Zackary no contestó. Lo más probable es que no supiera qué decir en esas circunstancias, cuando no había ningún plan B.

En ese lugar, aunque todo el mundo se abría para ellos, con su inmensidad y su imponencia, sus pensamientos iban de un lado a otro de todos sus problemas. En aquel momento, Zoey se preguntó qué hubiera sido de ellos si Zack nunca hubiese conseguido el dije. Los muertos serían otros. Pero, si Peat conseguía el dije, al final, ¿el resultado podría ser el mismo?

—¿Qué crees que hará él con el poder del dije? —preguntó ella, abrazándose al brazo de él.

Zack hizo una mueca y despegó los ojos del océano.

—¿Destruirnos a todos? —contestó, con un escalofrío—. ¿Qué puede querer un demonio de este mundo? Tan solo míralo —dijo mientras extendía la mano libre—. Todo esto tiene siglos y siglos de antigüedad, nosotros poseemos apenas un puñadito de años. Pero Peat tiene mucho más que eso. Ha visto esto gestarse y seguramente lo verá destruirse. ¿Por qué dominar algo que tiene ya puesta la fecha de caducidad?

Zoey lo abrazó con más fuerza.

—Hablas como todo un adulto —replicó ella—. No sé qué querrá Peat de todo esto. En parte, es cierto lo que dices, ¿qué sentido tiene domar algo que es breve? Tiene que haber otra cosa.

Si la había, no podían imaginar qué era.

Zoey le dio vueltas a la idea por todo el tiempo que estuvieron allí y lo que se le ocurrió temió decirlo en voz alta. Era demasiado irreal pensar en que Peat podía querer algo extraterrenal y que el dije pudiese darle el poder para tomar todo lo de ese mundo y más.

Siguió a Zackary por la meseta, mientras rebuscaban entre las rocas cualquier tipo de señal. Mantuvo la boca cerrada, pero estaba cada vez más segura de que Peat no podía simplemente desear algo del mundo mortal.

Cuando el sol de la tarde comenzó a descender, ellos también lo hicieron. Caminaron un poco más lento, por el cansancio que ella tenía en las piernas, hacia el mar. Allí, la marea subía y llenaba las piletas naturales que se habían formado entre las rocas con el paso del tiempo. Era un lugar bonito. Cuando estuvieron en la orilla, Zoey comprobó que el agua no estaba tan fría como en otras partes de la costa atlántica. El área de Las Grutas tenía la fama de ser una de las playas más bonitas de América del Sur y ella no la había conocido hasta entonces. La afirmación de que el agua era tibia era cierta.

—Zoey —llamó Zack, golpeándole el hombro y señalándole el Fuerte Argentino, ahora a sus espaldas—. ¿Ves esa cosa de ahí?

No le costó nada darse cuenta. Había una apertura en las paredes altas del fuerte, que se veía tétrica y fantasmagórica a esa hora, con el atardecer sobre ellos.

—Una gruta, ¿no? —dijo ella con una sonrisa y la emoción a flor de piel.

Aunque la entrada era amplia, no se podía el interior desde allí, tenían que aproximarse.

Llegaron con alegría, pero pronto se dieron cuenta de que el espacio era complicado para recorrer a esa hora y de que, aunque Zack pudiera ver en la oscuridad, para Zoey sería difícil no tropezar ni dañarse con las salientes y los huecos en la cueva.

—Por otra parte —dijo, él, inspeccionando el interior, apenas unos metros dentro—. ¿Qué puede haber aquí que no hayan encontrado antes?

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