El segundo marqués de Fuente Piedra fue don Francisco de Paula Casasola Cuellar, hijo primogénito de don Diego Vicente de Casasola Benjumea y de su esposa doña Dionisia de Cuellar Veladiez. El III fue don José María Casasola Cuellar, hijo también de don Diego, ya que su hermano falleció sin descendencia.
El IV marqués de Fuente de la Piedra fue don Diego Vicente Casasola Stoppani, el V fue doña Dolores Casasola García Camba, la VI su hermana doña Gertrudis Casasola García Camba, la VII doña Rosario Luque Casasola, y el VIII don Ramón Checa Luque.
Los antepasados del primer marqués, independientemente del caballeresco Juan Vázquez de Casasola, participaron activamente en la vida de la ciudad, siendo numerosos los que ostentaron el cargo de regidor, manteniendo una importante actividad y participación en la vida pública local. A esto hay que sumarle sus actividades económicas y sus relaciones con la salina de Fuente Piedra, sin olvidarnos de las constantes participaciones de los Casasola en hechos bélicos y la estrecha vinculación de algunos de sus miembros con el ejército.
Por ello, la información que puede aportar, para la historia de nuestra ciudad, la documentación adquirida es de una gran importancia.
Los archivos familiares están generados por las actividades de las personas, de los componentes de una familia a lo largo de su vida, generación tras generación. Debemos entender la palabra familia en este contexto en su acepción más amplia, la de conjunto de todas las personas unidas por parentesco de sangre o políticos, tanto vivos como muertos.
El origen y fin primordial en principio de cualquier archivo que podemos clasificar de familiar no es otro que la gestión y administración de unos bienes, es decir, tienen un marcado e indiscutible tinte utilitario y económico, que determinará su futura clasificación, cuando procedamos a ordenarlo. Pero, al mismo tiempo, la documentación de este tipo de archivos históricos es de un alto valor cultural, pues contiene testimonios e información que permiten reconstruir la historia de un linaje y descubrir o confirmar y dar a conocer su “lustre” y prestigio, al rememorar el poder y la autoridad que en otros tiempos disfrutó o que en la actualidad disfrutan.
Podemos encontrar una muy variada tipología documental, prácticamente de todo, desde Reales Provisiones o Reales Cédulas, hasta testamentos, particiones, escrituras de dote, contratos de compra-venta, libros contables, recibos, cartas, la correspondencia, que suele ser una serie documental muy abundante, privilegios, etc. El soporte también puede ser muy variado. No solo el papel está presente. Sin duda, los documentos más interesantes, por su vistosidad además de por su contenido, son los redactados en pergamino. La piel se reserva para asentar hechos extraordinarios, y generalmente van acompañados de unas interesantes decoraciones miniadas. Un sinfín de documentos atesorados durante generaciones que nos explican la aportación de una determinada familia en una sociedad.
No podemos olvidar que, además, en estos fondos suelen estar presentes importantes colecciones de impresos e incluso los más cuidados conservan documentos gráficos, que aportan sin duda su parte de información directa.
En España, uno de los primeros archivos familiares que pasaron a una institución pública fue el de la casa Ducal de Osuna, en 1927, que pasó al Archivo Histórico Nacional.
En nuestro caso, son ya tres los archivos con los que cuenta nuestra institución local, que sin duda confiamos que en un futuro breve se vea incrementado con nuevas aportaciones, al conservarse interesantes e importantes fondos relacionados con las más nobles familias antequeranas, que tienen su hueco en el Archivo Histórico Municipal.

Escudo de armas de los Cárdenas. Siglo XVIII.
Primer documento de la ciudad
El Archivo Histórico Municipal de Antequera custodia documentación de las más variadas instituciones y épocas, que son el soporte fundamental para el conocimiento de nuestra historia local. Como es sabido, conquistada la ciudad en septiembre de 1410, durante años fue lo que se denomina una villa de frontera, es decir, un enclave militarizado y en constante alerta. En el caso de Antequera, además, era una posición estratégica clave para los planes expansionistas de la corona castellana.
No obstante, la villa amurallada tras la conquista comienza un proceso de normalización ciudadana dentro de sus especiales circunstancias. Existen repartimientos de tierras a sus nuevos habitantes y se establece una incipiente organización administrativa, prueba de ello es el primer documento que se ha conservado de este periodo, el más antiguo cronológicamente existente en nuestro Archivo.
Se trata, en términos diplomáticos, de una carta real de merced, fechada el 15 de junio de 1411, en la ciudad de Valladolid, con la firma autógrafa de los regentes, el Infante don Fernando y la madre de Juan II, doña Catalina de Lancaster. Su texto es el siguiente:
Don Juan por la graçia de Dios rey de Castilla, León, de Toledo, de Galiçia, de Sevilla, de Cordoba, de Murçia, de Jahen, del Algarbe, de Algezira, e señor de Vizcaya e de Molina, al conçejo, e alcayde, alcaldes, alguazil, regidores, ofiçiales e omes buenos de la mi villa de Antequera, salud e graçia. Sepades que vi vuestra petiçión, que me enviastes por la qual entre las otras cosas me enbiastes dezir que pluguiese a mi merçed quelmí alcayde e alcaldes e alguazil mayor e reigdores desa dicha villa que agora son o fueren de aquí adelante que puedan dar e den a cada año las alcaldeas ordenarias de que yo provei luego de presente en esa dicha villa e que fuesen echadas por suertes a los vezinos desa dicha villa por que todos oviesedes e gosaredes de los ofiçios desa dicha villa e que los dichos alcaldes oviesen (ilegible por borrón de tinta) que con los dichos ofiçios de alcaldías la quitación de mi merced fuese e otrosí los derechos segund uso e costumbre de las otras villas de la frontera. Sabed que me plaze e mí merced es que los dichos dos alcaldes ordinarios que ayan los derechos que les pertenecen por razón de los dichos oficios segund han los otros mis alcaldes ordinarios en las otras dichas mis villas fronteras e non otra quitación ninguna. Porque vos mando que lo fagades e cumplades todo así en la manera que dicho es et mi merced e voluntad es que vos los dichos ofiçiales mandades dar e dedes las dichas dos alcaldías de cada un año segund dicho es et non fagades ende al por alguna manera so pena de la mi merced e de dies mill maravedíes a cada uno para la mi cámara. Dada en la villa de Valladolid quinze días de junio año del Nacimiento de Nuestro Señor JhesuChristo de mill e quatroçientos e honze años. Yo Diego Fernández de Valladolid la fis por mandado de los señores reyna e infante, tutores de Nuestro Señor el rey e regidores de los sus regnos. ****1
La estructura político administrativa de los municipios de la España medieval no fue uniforme en todos ellos. Al frente del concejo local se encontraba un juez, como jefe político del municipio, que solía tener funciones gubernativas y judiciales, llamado en origen Justicia, Alcalde o Zalmedina (Sahib al-madina, señor de la ciudad).
A partir del siglo XIII, en Castilla el municipio era ya una entidad de derecho público, con jurisdicción y autonomía constituida por el concejo local y regida y administrada por sus propios magistrados y oficiales. Los alcaldes era elegidos por la villa o la ciudad, previamente el monarca debía haber autorizado esta circunstancia, es decir, les tenía que dar el fuero correspondiente para que el concejo pudiera elegir a sus alcaldes.
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