Laia Andía Adroher
Solo tengo un plan A
© Laia Andía Adroher
© Kamadeva Editorial, enero 2021
ISBN papel: 978-84-122790-7-8
ISBN ePub: 978-84-122790-6-1
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Para mis abuelos,
el motor de la familia.
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Epílogo
Prólogo
Mi madre solo tuvo que decirme que mi abuela había pasado por el hospital para que hiciera las maletas sin pensarlo. Estoy viviendo en Nueva York, me mudé hace seis años queriendo vivir el sueño americano tras tener un contrato debajo del brazo para ser modelo de una marca. La campaña iba a ser larga y me iba a permitir vivir una temporada en la Gran Manzana, así que llena de ilusión salí del pueblo sin fecha de retorno y con la esperanza de que esa oportunidad me abriera más puertas. Y vaya si lo hizo, ahora soy una modelo de renombre y no me puedo quejar de todo el trabajo que tengo. Me va tan maravillosamente bien que por esa misma razón puedo tomarme este parón, retrasar algunas campañas y dedicarle unos días a mi familia. Es algo que hace demasiado tiempo que no hago.
No es que no me guste el pueblo, tengo mil y un recuerdos buenos en él, pero me fui sabiendo que sería por una larga temporada y volver podría hacerme cambiar de opinión, digamos que la fuerza de voluntad nunca ha sido lo mío y con poco me hubiesen convencido para quedarme de nuevo. Así que podemos decir que he intentado evitarlo durante todos estos años, lo que no significa que haya evitado a mi familia, amigos o demás, simplemente que hemos coincidido en otros lugares y en menos ocasiones. Pero mi abuela se merece esta visita porque la quiero como a nadie y porque no me perdonaría que le pasara algo y no estuviera a su lado. Estoy siendo muy pesimista, mi madre ya me ha informado por activa y por pasiva que no ha sido nada grave, pero sabe que no le perdonaría habérmelo ocultado. Y en el fondo sé que ha usado esa baza para tenerme unos días en casa, no la culpo; por mi parte, también tengo ciertas ganas de ello.
Volver al pueblo representa muchas cosas. No solo por todo lo que respiro en él, sino también por los recuerdos, la nostalgia y la felicidad que me invade. Siempre me ha fascinado la gran familia que formamos entre todos y el poder sentirse en casa es una de las mejores sensaciones de la vida. Quizás por todo esto he evitado venir durante estos años. Le tengo demasiado cariño como para desprenderme sin más. Me costó lo suyo dar el paso, dejarlo atrás, y estaba convencida de que volverlo a pisar me traería muchos sentimientos y sería como una tentación para volverme a quedar. Y ahora no puedo permitírmelo, no cuando mi carrera está en lo más alto y me apetece seguir unos años más. Luego, ya decidiremos qué hacer con mi vida.
Volver a casa es siempre reconfortante, aunque creo que lo más difícil será compartir techo con mis padres; tantos años independizada que no sé si podré soportarlo, pero ese es un mero detalle que estoy dispuesta a acatar. Ya dicen eso de que como en casa en ningún sitio, y volver a tenerlos a mi lado estoy segura de que recargará mis energías para poder volver más animada; digamos que a pesar de que todo me va estupendamente, siempre tengo periodos de bajón. La soledad no es tan fácil como dicen, y tenerlos lejos hace que, a veces, experimente esa sensación.
En un pueblo tan pequeño como el nuestro, nos conocemos todos, somos como una gran familia, y la bomba que fue mi partida no pasó desapercibida para nadie. Hubo opiniones de todo tipo, pero la gente que más me importaba me animó a intentarlo, me apoyó en todo momento, y, además, se alegraron de poder fardar de paisana. Aquí salía con Álvaro, con el que viví años muy felices y a quien siempre consideré mi gran amor. En estos lugares sueles tener un único amor, ya no solo por el corto abanico de selección, las habladurías o la presión social, sino porque se te permite conocer el amor de verdad. Experimentas todos los procesos de la relación y el vínculo que creas es mucho más fuerte del que puedas encontrar en la ciudad, al menos, a mi parecer y bajo mi experiencia. Seguro que hay casos especiales, pero la libertad que tenemos aquí para conocernos y el tiempo que compartimos, tengo entendido que es mayor que en otras partes, así que sí, pudimos conocernos bien y querernos más. Empezamos a salir cuando yo tenía quince años y él diecisiete, y a mis veinte yo decidí cambiar mi camino. Por lo que podéis comprobar, él decidió apoyarme, pero desde la distancia.
Empezamos siendo jóvenes, era algo que la gente decía que se veía venir y desde el primer día nos convertimos en inseparables. Lo hacíamos prácticamente todo juntos y buscábamos cualquier momento para coincidir. Las familias ya se llevaban bien, por lo que no había objeciones de ningún tipo y podíamos incluso pasar noches juntos. Cuando le dije que me habían ofrecido una campaña en Nueva York, fue mi máximo apoyo y se alegró un montón por mi felicidad, pero ambos teníamos claro que él se quedaba en casa. No sabíamos cuánto tiempo significaba ese primer contrato, por lo que tampoco rompimos de primeras. La verdad es que no fue una ruptura dolorosa. Creer en el amor es lo que tiene, que piensas que dura para siempre, y que por muchos océanos que pongas de por medio, será algo irrompible. Y aquí fui una grandísima ilusa. Tampoco voy a mentir, he tenido mis encuentros en la Gran Manzana; pocos, considerando el gran número de oportunidades, pero suficientes.
Si os lo he mencionado nada más llegar es porque acabo de dejar mis cosas en casa y he decidido ir a respirar el aire puro que tenemos por aquí, como para reencontrarme con mi tierra y dejarme llevar por la nostalgia del momento. Mis padres no llegarán hasta más tarde y como no he avisado a casi nadie de que venía a pasar unos días, quería disfrutar un rato de mí misma, concienciarme de lo que va a ser estar aquí y evaluar cómo me siento pisando mi tierra. Ya sabéis, el primer paseo, la primera toma de contacto, ya que todavía no estoy segura de estar aquí de verdad. Esto iba a permitirme un rato con mi yo del pasado y recordar todas esas anécdotas que me sacan mil sonrisas.
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