Le cuento un poco mis impresiones; no tengo que esconderme de nada, por lo que le digo que para mí es más un consuelo que otra cosa, pero que me duele igual o más. Me hago un poco la dramática diciendo que no voy a encontrar a otra persona y esas cosas. Con lo que me gusta exagerar, no me resulta complicado este papel de víctima.
—A ver, que Álvaro será mucho tu Álvaro, pero te has codeado con mejores por ahí, señorita. Y si no, sabes que aquí tienes un candidato que te puede dar todo el mambo que necesitas —me guiña un ojo—, así que serás sumamente capaz de sobreponerte a ello. El problema está en él. Ya te dijimos que hacía un par de días que lo veíamos en el pub… —No sé si estoy preparada para ciertas noticias—. El otro día Samuel fue a hablar con él y…
—¿Así que aquí vienes cuando no consigues tu copa en el hotel? — Alejo no ha podido terminar la frase por esta gran interrupción.
—Puedo ir a cualquier sitio en este pueblo para que me sirvan una copa. —Odio su prepotencia.
—¿Os conocéis? —pregunta Alejo sorprendido.
—No —casi contestamos a la vez.
—Ni ganas —añado yo.
—Entonces solo dejo la invitación de Alejo para el sábado —deja un sobre en la mesa y se marcha.
—¿Invitación? —pregunto.
—Últimamente el bar se les llena mucho porque hacen fiestas especiales cada fin de semana. Hasta hay que acudir con invitación. Los del pueblo la tenemos asegurada, así que no te preocupes, tendrás la tuya.
Creo que el tiempo pasa demasiado deprisa; tengo la sensación de que me marché ayer y han cambiado muchas cosas desde mi partida. Tantas que, a veces, tengo la impresión de que he regresado a un lugar distinto. Si no fuese porque los de siempre me hacen sentir como entonces, ya me habría marchado sintiéndome fuera de lugar. ¿Invitaciones para un hotel de un minipueblo? Eso sí que no tiene ningún sentido. De todas formas, me atrevo a robarle la suya y observar que realmente es un trabajo impecable en cuanto a diseño se refiere. El título: «Fiesta del semáforo». ¿En serio? No he visto nada más patético que esto. ¿Todavía se recurre a estos juegos? Personalmente, no me apetece entrar en una fiesta con todos los del pueblo y tener que ponerme una etiqueta que indique que ya no estoy con Álvaro.
—Tranquila, podemos ponernos la pegatina naranja y decir que estamos empezando —Alejo siempre ha sido muy próximo a leer mis pensamientos.
—No descarto el ofrecimiento, pero por el momento no voy a ir. —Si algo tengo claro es que lo último que necesito es una fiesta donde existan los prejuicios o se me lance la gente por llevar una pegatina de un color u otro.
Alejo intenta un poco convencerme, pero cuando nos damos cuenta de que se nos han hecho las dos de la madrugada, proponemos retirarnos. Yo no madrugo, pero él sí que trabaja. Con todo lo de la fiesta se nos ha olvidado retomar la conversación sobre Álvaro, así que antes de que me meta en la cama, le envío un mensaje para que sepa que no es un tema que voy a dejar a medias.
Lara: Bomboncito, no has acabado de contarme la conversación de Samu y Álvaro… Me debes otra copa.
Alejo: Mañana tómate el día para ti, el fin de semana seré todo tuyo para todo 
Tiene razón en lo de tomarme el día para mí. Debo dejar de preocuparme y empezar a disfrutar de mi estancia aquí. He logrado hacerlo durante seis años sin que pareciese que tenía la cabeza en otra parte; ahora que sé lo que hay, que lo que he querido mantener vivo en mi interior tantos años ya no existe, debo intentar emprender otro rumbo en mi historia. Y todo empieza por hacer un reset, quererme a mí misma y dejar el pasado en un cajón. Y teniendo amigos como él, estoy convencida de que será mucho más fácil. Hoy ha vuelto a ser el mismo de siempre, así que nada que objetar.
Mañana será un día entero para mí, para salir a hacer surf por la mañana, revisar campañas y planear el viaje que quiero regalarles a mis padres este año. Sé que prometí no trabajar, pero esta soy yo ahora y escoger las fotos que más me gustan para algunas revistas es algo que me hace feliz. Sin embargo, el sueño tarda en aparecer, y más después del último mensaje que recibo.
Número oculto: Tu invitación la tienes en el buzón, he prometido no vender la exclusiva a ninguna revista.
Este hombre me desconcierta y me apunto averiguar quién es, ya que por lo visto ya sabe quién soy yo, o lo de la exclusiva no lo hubiese puesto. No me gustan sus bromas, pero, por otro lado, me está haciendo despertar algo que no logro descifrar.
Capítulo 5
El surf matutino es el mayor de mis placeres. Que las primeras olas del día sean exclusivamente para mí es el mayor de mis lujos. Y que mi tabla sea la más bonita que puedas imaginar, es un hecho constatado. La diseñamos, con Álvaro, en mi último año de instituto y él mismo se encargó de que todos los dibujos representaran nuestra historia. En América tengo otras dos para cuando voy a California, pero muy simples. Esta la dejé aquí porque significa algo muy especial y solo quiero utilizarla para estas olas, las de mi tierra. Y, en cierto modo, creo que la tabla me vive como yo a ella, se deja llevar y me ayuda a sentirme infinitamente mejor. Salgo del agua y, cuando me saco el neopreno, alguien me sobresalta por detrás.
—Así que es cierto, estás de vuelta. —Viva la simpatía de Teresa. Hay cosas que me temo que siguen igual.
—Estoy de paso —la corrijo, si algo no me apetece es lidiar con esto.
—Lo que sea, puedes saludar. Álvaro lleva toda la semana durmiendo en el piso de la escuela, ahora sé por qué. —Pone cara de pocos amigos.
—No me tientes, para mí no es ninguna competición. —Con lo bien que había empezado el día.
—Espero que realmente te pires pronto, aquí nadie te echaba de menos —me suelta antes de seguir su camino.
Teresa nunca me ha caído bien. En el instituto parecíamos más rivales que compañeras y por lo visto sigue con la misma actitud. Creo que gané la gran parte de las batallas, y ahora que ella parece que ha ganado la mejor de todas, puesto que tonta no soy y sé que Álvaro siempre ha sido su chico favorito, tampoco parece contenta. Que ella no me haya echado de menos y mi ausencia le haya permitido obtener al chico de sus sueños no significa que aquí no tenga a mi gente. Que no me desprecie de esta manera, porque si nos ponemos a jugar, lamento ser consciente de que sería una muy buena vencedora. Pero no, esto no es un juego para mí, es mi vida y esta chica me produce de todo menos simpatía.
Entendedme, tal como en este pueblo hay amores para siempre, amistades incondicionales y todas esas cosas, también hay enemigas de por vida. Y Teresa va a ser la mía esté aquí o en la China. Si no me acuerdo mal, esto lleva siendo así desde los cinco años, cuando me eligieron responsable de la clase y ella quería serlo con todas sus ganas. Yo ni siquiera me había presentado, pero claro, era la hija de un alcalde de la zona, el más querido, y ya todo el mundo tenía devoción por mí. Ella pidió que le cediera el puesto y yo no pude hacer más que reírme en su cara. Sí, también reconozco que fui una niña bastante cruel, jugaba con la ventaja de que todos querían ser mis amigos. Todos excepto ella, a quien le parecía mejor estar en el bando contrario.
Desde ahí, cualquier contacto que tuviéramos era como un combate, ya fuera de palabras, chismes o conquistas. Y, si no me equivoco, es con la única persona que he llegado a discutir de verdad, hasta llegar al punto de insultarla. Pongo la mano en el fuego de que fue la única que se alegró de mi partida y que ha podido vivir relajada todos estos años gracias a mi ausencia. Apunto también que en algún momento debería tener una conversación con ella. Ya no somos niñas, y, si no quiero sacar a Álvaro definitivamente de mi vida, debo poner empeño en afinar la relación con su mujer. Pero basta, que ella es la que menos me importa en todo esto.
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