—Esperaré a la próxima lenta para sacarte a bailar —me dice cuando llego a su altura—; esta se la doy a la cerveza, para comprobar si me tira más —me sonríe.
—Entonces, te acompaño, pero con un cosmopolitan. La siguiente, toda nuestra.
—No puedes negarme este baile —me asustan al otro lado.
—No llevas ninguna pegatina, así que sí.
—Soy el dueño del local, no la necesito, y tú la tienes naranja, por lo que no tienes ataduras que me impidan compartir contigo esta canción.
Me giro hacia Alejo, que me hace un gesto con la cabeza para mostrarme que no le molesta. No estoy pidiendo permiso, no somos nada más que amigos, pero no me siento bien dejándolo solo. Sin embargo, este hombre me intriga desde el primer momento en que lo vi y necesito saber por qué, y por qué se comporta así conmigo. Me tiende la mano y, a pesar de que dudo un instante, acabo cediendo y siguiéndole a la pista de baile.
Deposita su mano en mi cintura y se arrima a mí. Lo que me provoca no lo sé, pero lo que tengo claro es que no estoy incómoda. Su roce es suave y no ha necesitado palabras para que me deje llevar. Cierro los ojos e intento imaginarme que estoy bailando con Álvaro en el piso de la escuela. Él y yo solos frente a las mejores vistas que he presenciado jamás. Sintiendo la música, sintiéndonos nosotros y guardando el recuerdo de algo que no sé si volverá.
El hombre misterioso deposita una mano al final de mi espalda y creo que despierta a mis partes íntimas. Tiene un buen movimiento de cadera y sabe guiarme en cada paso, por lo que no es extraño que pueda encenderme con su cercanía. Tampoco soy de piedra como para no sentir nada frente a alguien que está… ya me entendéis. Ahora mismo puedo decir que se me han subido los calores y necesitaría frenar esto.
—Llevas toda la noche martirizándome con estos tacones —me susurra en la oreja mientras su mano acaricia mi espalda.
Capítulo 7
Me he quedado bloqueada. No sé si ha sido su susurro, el tono, su tacto, su presencia o que mi mente estaba en otro planeta, pero el comentario me ha dejado sin palabras. Necesito hacer una pausa, necesito ir a por la copa que me iba a tomar hace apenas tres minutos, así que aprovecho que la canción llega a su fin para disculparme y volver con el que es mi acompañante de hoy.
—¿Nos vamos? —Iba con la intención de la copa, pero que el misterioso hombre haya salido detrás de mí ha provocado que mi boca hablara diferente.
—Te llevo a casa, bomboncito —me sonríe Alejo.
E incluso, para mi sorpresa, soy yo la que me arrimo a él como si se tratara de mi pareja oficial. No sabría confesar qué me ha pasado, pero ha salido solo. Y no debo aclarar que Alejo me ha recibido encantado. Espero que esta noche haya servido para todos. A Rut, para entender que debe dejar de mandarle mensajes, a Álvaro para presenciar que yo también puedo salir adelante, y al misterioso hombre para que entienda que debe mantener las distancias conmigo. Este último ha intentado decirme algo, pero mi acompañante se ha adelantado y ha frenado la situación. Mejor así. Tampoco me ha pasado desapercibida la mirada de Álvaro al salir, ni la cara de insinuación de Vanesa por el comportamiento extraño de nuestro amigo.
—Tampoco ha sido para tanto, ¿no? —me pregunta Alejo casi llegando a mi casa.
—La verdad es que no, podría haber sido peor. Gracias por esta noche. —Es lo menos que puedo decirle; sin su ayuda, sé de sobras que no habría asistido.
—Entonces, seguro que la semana que viene aceptas encantada.
—¿Me estás diciendo que no nos veremos hasta entonces? —Siendo realista, a eso ha sonado su comentario.
—Claro que no, sabes dónde encontrarme; así que cuando quieras, princesa.
—Entonces, cenamos el miércoles, necesito tu ayuda en algo de trabajo.
—Miedo me das. ¿Ahora es el momento del beso de despedida tras la primera cita?
—Para ti tengo todos los besos que quieras. —Le sonrío acercándome a él y dándole uno en la mejilla.
Lo que me sorprende es que, en cuanto me separo, es él quien tira de mi mano y me vuelve a plantar uno como el primero de la noche. No sé por qué mi cuerpo no lo frena y no soy capaz de poner distancia entre nosotros. Nunca lo hubiese pensado, pero sus labios me atrapan y me despiertan un deseo irreconocible. ¿Es posible que los sentimientos hacia una persona que conoces tanto cambien de golpe? Yo no lo creo, pero nunca se sabe. O quizás sean simple imaginaciones mías por todo lo que tengo en mi cabeza. Porque quiera avanzar y cerrar un capítulo de mi vida, porque quiera convencerme de que no solo existe Álvaro para mí, o de que llevo demasiado tiempo sin disfrutar del sexo con una persona de plena confianza.
Cuando vivía aquí tenía muy claro que el sexo como tal no sería para mí. Consideraba que debía tener una relación especial con esa persona y que el sentimiento fuera más puro para poder llegar al clima máximo. Quizás por esa razón solo lo tuve con Álvaro, y puedo estar segura de que es el mejor que he experimentado. Aunque, pensándolo bien, tampoco tengo mucho con lo que comparar. He tenido sexo del bueno en Estados Unidos, pero se ha quedado ahí, en sexo, y nunca han conseguido llenarme del todo.
—Buenas noches, bomboncito —me dice Alejo en cuanto se separa—, nos vemos el miércoles.
—Buenas noches —atino a contestar. La verdad es que me ha dejado completamente en otro mundo.
Ahora no tenía por qué seguir con su papel, nadie nos estaba observando, no había moros en la costa, y, sin embargo, el beso en la intimidad me ha sabido mucho mejor que en plena discoteca. Tendría que haberle preguntado por eso, pero no me ha dado tiempo, ya que cuando mi cerebro ha decido funcionar, Alejo ya estaba demasiado lejos. Maldita sea, siempre me quedo con las preguntas en la punta de la lengua.
Si os preguntáis en qué me va a poder ayudar Alejo, es muy sencillo. Tengo un par de campañas en ropa interior que tienen que salir en breve y de las cuales se va a hacer promoción en tiendas y en ciertas revistas, y me han pedido que seleccione las fotos para cada opción. Esta tarea es algo que me ha costado hacer, pero que al final, viendo los buenos resultados que he conseguido en mi trayectoria, los clientes han dejado de poner tantas objeciones. Por norma general, tendrían que ser ellos los que escogieran qué va con cada campaña, así que me siento afortunada por poder elegir yo misma qué fotos mías va a ver el mundo. Y contando que sé que Alejo tiene experiencia en ver a chicas en estas condiciones, y aunque pueda sorprender, entiende de lencería femenina, me puede venir muy bien su opinión. Siempre cuento con un apoyo en esta toma de decisiones; porque aunque tengo el poder de hacerlo todo, tampoco confío tanto en mi criterio para no considerar una segunda opinión. Aquí no tengo muchos a los que recurrir, así que, para esta vez, Alejo es el candidato perfecto, aunque me da un poco de miedo puesto que nunca he hecho esta tarea con alguien cercano a mí.
Antes de irme a la cama, saco el móvil del cajón y ojeo un poco mis mensajes. Me estoy acostumbrando a salir por aquí sin él, y ni siquiera lo echo de menos. Mi familia siempre sabe con quién estoy, por lo que lo tienen fácil para localizarme. Así que, por los demás, me da completamente igual. Pero como tampoco soy ninguna antisocial, no me cuesta nada contestar los mensajes, eso sí, solo una vez al día, teniendo en cuenta que también debo contestar a mi agente para que sepa que sigo viva, bien y que no me ha pasado nada extraño. Hablando profesionalmente, claro, porque en mi vida personal han pasado más cosas estos días que todo lo que llevo vivido. Contesto lo que me parece poco o menos importante, y dejo mis tres sorprendentes para el final.
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