6No hago justicia a este autor, ya que dejo fuera de consulta su vasta producción en francés sobre las emociones y la argumentación.
7Hample (2005) entrega una serie de estudios empíricos en su libro, Por ejemplo, tratando la ternura, muestra cómo los interactuantes en argumentaciones (grabadas auditivamente) se van acomodando al grado de ternura que sus alocuciones comunican.
8Searle (1975, p. 360) señala: “Some members of the class of declarations overlap with members of the class of representatives. This is because in certain institutional situations we not only ascertain the facts but we need an authority to lay down a decision as to what the facts are after the fact-finding procedure has been gone through.”
9Téngase presente que esta convicción de la Escuela de Ámsterdam está en uno de sus textos principales ([1992], aquí se consulta su traducción de 2002 al español), pero que se repite muchos años después, en el monográfico del 2004 (página 65). En el índice analítico de este monográfico (2004) aparece el concepto emoción con dos menciones. Lo más llamativo, no obstante, es que en la obra retórica de la pragma-dialéctica (van Eemeren, 2010) la palabra emoción ni siquiera aparece en el índice analítico. Y poco se dice mucho sobre el pathos (que es la forma tradicional en el ámbito retórico para hablar de emociones), y nada de las pasiones. Las malas noticias continúan cuando se atestigua que en el Handbook of Argumentation (2014) que reunió la colaboración de muchos cultores de la teoría argumentativa, la palabra emoción aparece nombrada solo una vez (en casi mil páginas editadas). En español tampoco lo hacemos mucho mejor, en el Compendio de Lógica, Argumentación y Retórica (2011), simplemente las emociones no existen. Muy recientemente (2019), la revista Informal Logic publicó un número especial sobre emociones y sus editores (Pollaroli, Greco, Oswald, Miecznikowski-Fuenfschilling & Rocci, 2019) en la introducción se decantan claramente por comentarios de carácter retóricos señalando que ha habido cierto avance en la teoría de la argumentación sobre el tópico. Aquí se estima que tal no es el caso, exceptuando el trabajo de Gilbert y Plantin. En este número especial, otros autores (Herman & Sefaris, 2019) desarrollan una análisis siguiendo parte de la literatura ya comentada, pero aún con un énfasis retórico combinado con el modelamiento de la Escuela de Lugano, para defender la tesis de que la argumentación emocional es un buen ejemplo de la noción de argumentatividad, esto es, que los discursos tienen un potencial argumental constante dado los vínculos muchas veces implícitos entre sus constituyentes (premisas) y las metas de los participantes, el contexto y la audiencia a quien se dirige los mensajes. Plantin (2019) participa de este número especial aplicando lo que aquí se comenta respecto de su ángulo.
10Aquí nos restringimos a una representación mínima de los perfiles de diálogos que Krabbe ofrece. De acuerdo con las posibilidades de las reacciones lingüísticas reales y potenciales de los involucrados, los perfiles se despliegan de forma distinta.
11Recuérdese que Hamblin indica que incluso cuando se transforma a indicativo un acto de habla emotivo, su perfil asertivo no es tal, vale decir, habría que siempre tener en mente mantener la identidad de un acto de habla emotivo y, si esto es el caso, también habría que cotejar cómo repercute este aspecto cuando se le considere como punto de vista, dimensión conceptual que desborda las pretensiones de este trabajo.
12Tradicionalmente (Carruthers, 2013) se ha concebido que las personas tenemos acceso directo, inmediato y seguro a nuestras experiencias emocionales, y no deliberamos sobre ellas.
13Barrett para concluir esto se apoyó en evidencia neurocientífica, fisiológica y psicológica durante al menos 20 años de investigación, que no podemos detallar aquí.
Las motivaciones en la argumentación1
José Ángel Gascón
1Este trabajo fue posible gracias al proyecto CONICYT/FONDECYT de Postdoctorado Nº 3190149 del Gobierno de Chile.
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