1 ...6 7 8 10 11 12 ...15 El modelo de interacción entre el niño y los progenitores tiende a convertirse en una estructura interna o sistema representacional. El curso de las experiencias vinculares genera en el niño pequeño representaciones mentales, es decir modelos operativos internos, correspondientes a la calidad del apego. Estas representaciones se transforman en organizadoras del mundo intrapsíquico individual e influencian el desarrollo de la personalidad de un modo que podrá conducir a un estado patológico o normal.
Desde el punto de vista de la teoría del apego, las tareas del análisis son las siguientes: crear una base segura durante un período prolongado, basado en la estabilidad del encuadre; favorecer la exploración de los motivos de su conducta, en especial con el analista; ayudar al paciente a establecer conexiones entre los modelos operativos internos con los padres y aquellos que se actualizan en la relación con la analista, aunque también se consideran aquellos modelos que se gestan en la experiencia compartida de la sesión; para sostener el proceso terapéutico prolongado, es esencial que el analista responda de manera sensible a las demandas, propuestas y juegos del niño.
Partiendo del modelo teórico de Bowlby, P. Fonagy considera que el apego es una subcategoría de los vínculos afectivos en los cuales el individuo busca seguridad y confort en la relación. (Fonagy, 2004, p. 11-17). El apego desplegado por un infante hacia su madre es un fenómeno primario seleccionado en el curso de la evolución. El ser humano necesita de la relación con los demás para saber quién es. Existe una tendencia primaria, pulsional, no aprendida, a buscar la relación con el otro y esta necesidad se expresa mediante diversos patrones de comportamiento (succionar, asir objetos, llanto, sonrisa, seguimiento de objetos).
El niño con apego seguro puede mostrar un grado óptimo de iniciativa a la hora de mantener contacto físico y proximidad con el cuidador. La inseguridad en el vínculo se manifiesta cuando demuestra enojo, conductas de oposición y rechazo, manifiesta dificultad en responder a los gestos de consuelo, evita el contacto, muestra conductas desconectadas.
La teoría del apego se centra en la idea de que el individuo vive, desde que nace hasta que muere, en un campo interpersonal e intersubjetivo. La personalidad humana es entendida como una entidad que se desarrolla incesantemente a lo largo de una u otra vía, entre varias posibles. Estos caminos vitales pueden conducir al desarrollo pleno de las posibilidades que cada individuo trae consigo al nacer en interacción con el ambiente que lo rodea.
Para Bowlby, la psicopatología se origina en el encaminamiento por una vía de desarrollo potencial incompatible con el desarrollo normal, desde el comienzo de la vida o en algún período crítico de la niñez o la adolescencia, como consecuencia de la privación, el maltrato, la exposición a un trauma o la pérdida. Cuanto más tiempo se haya llevado un camino desviado, existen menos posibilidades de cambio hacia una vía de desarrollo compatible con la salud mental, a pesar de que aparezcan condiciones favorables para producir un cambio.
Disponer de una base segura permite que el niño desarrolle conductas exploratorias, esenciales para el desarrollo cognitivo y de adaptación a la realidad. Los adultos sensibles, ofrecen esa base segura y al mismo tiempo permiten el desarrollo de la propia iniciativa para concretar conductas exploratorias.
Si bien el concepto original de transferencia pertenece a la teoría freudiana, para este trabajo se eligió utilizar este concepto desde las contribuciones de los autores del Middle Group .Para Freud el concepto de transferencia consistió en una repetición de deseos inconscientes, que se actualizaban en la relación con el analista. Se trataba de un desplazamiento afectivo, desde representaciones infantiles eran proyectadas hacia la figura del analista. En el caso de las neurosis, estas representaciones infantiles serían mociones edípicas que no cedieron ante la represión primaria.
La transferencia, tanto puede revestir afectos del orden libidinal como agresivos. En este sentido la transferencia puede ser positiva o negativa. La transferencia positiva a su vez, puede ser sublimada o erótica. La transferencia sublimada implica la movilización de sentimientos de ternura. La erótica, la movilización de aspiraciones sexuales infantiles depositadas en el analista o en otros objetos externos. La transferencia negativa está animada por sentimientos hostiles. Las dos últimas formas están al servicio de las resistencias.
Melanie Klein, creadora de la técnica de análisis infantil consideraba que la transferencia no sólo se manifestaba con la analista sino además con todos los objetos presentados en la sesión. Prestó especial atención a la transferencia negativa y consideró que esta debía ser interpretada por que representaba un punto de máxima angustia. Solamente después de haber interpretado la transferencia negativa, el niño podía sentir hacia la analista sentimientos positivos.
Los psicoanalistas pertenecientes al Middle Group retrabajaron la noción de transferencia anclando sus ideas en sus propios modelos teórico-clínicos. Por este motivo se diferenciaron de las propuestas freudianas, ampliando la definición inicial. La consideración de la transferencia en el proceso de la cura es uno de los pilares de la teoría y la técnica psicoanalíticas. Winnicott, en el caso de las neurosis, compartía las ideas freudianas. Pero más allá de esta particularidad, los desarrollos teóricos acerca de los fenómenos transicionales, hicieron que los conceptos de transferencia y de situación analítica se encontraran redimensionados.
Para este autor, el tiempo y el espacio de cada sesión constituyen un espacio transicional donde la transferencia se inscribe dentro del fenómeno transicional y el analista puede ser tratado como un objeto subjetivo. El fenómeno de regresión en la transferencia se da hacia un estado de dependencia en el que el paciente intensifica sus demandas más primitivas. En el análisis infantil, las transferencias aparecen en el juego, son una parte del contenido del juego. Si bien el objetivo del juego no es transferir, se juega para poder simbolizar, actividad esencialmente humana y placentera de por sí. (Valeros, 1997, p. 119)
En relación con el concepto de transferencia, Bowlby consideraba que los modelos operativos internos del paciente, se manifiestan en la manera en que percibe al analista. El paciente trae la expectativa de ser tratado como lo hicieron sus figuras primarias infantiles. Una vez detectadas y analizadas, estas expectativas se pueden modificar a través del análisis.
S. Freud se ocupó del juego infantil en varios de sus artículos. En este análisis, se tomará el juego del fort da, que aparece descripto en Más allá del principio de placer (1920 p. 14-15). Se ocupó de analizar los motivos que llevaron a su pequeño nieto de dieciocho meses, a realizar el juego de arrojar y recuperar un carretel. Era un juego de desaparecer y volver, jugaba a que “se iban”. Comprendió que este infante jugaba para poder aceptar la partida de la madre. Era un modo simbólico de transformar la situación displacentera del alejamiento de la madre —hecho que tenía que aceptar pasivamente— ubicándose en un papel activo y repitiendo en el juego la recuperación simbólica de la presencia materna.
Por su parte, M. Klein, consideró el juego de los niños como el equivalente de la asociación libre en los tratamientos de adultos. Klein abrió al campo de aplicación del psicoanálisis con niños pequeños y niños psicóticos elaborando la técnica del juego. Una de sus innovaciones fue la introducción del cajón de juguetes en las sesiones y en caso de ser necesario participar del juego propuesto por el pequeño paciente, superando las propuestas de otras analistas que comenzaban a trabajar en el análisis de niños, como Hermine von Hug Hellmuth, Sophie Morgenstern y la propia Anna Freud.
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