Como muchos otros cuerpos consulares de la misma época, los magistrados de Reims se inquietan ante la influencia decisiva de los establecimientos religiosos y sus consecuencias económicas y fiscales —esto se ha hecho bastante notable después de que en su trabajo pionero Alain Lottin (1984) puso en evidencia esta actitud en Lille—. En 1667 el consejo de la ciudad rechaza la implantación de los Padres de la Misión, aunque su acción haya sido decisiva para el «alivio de los pueblos» en 1651. El consejo hace «saber a esos padres que solicitan inútilmente su admisión, puesto que la ciudad ya está demasiado cargada de casas religiosas que disfrutan de comodidades públicas». Coquault se hace eco de esta explicación en sus memorias: «desde hace cuarenta o cincuenta años se han hecho tantos nuevos monjes […] que eso arruina a la república». En 1660
Andrés Cocquebert, lugarteniente de los habitantes, apoyado por el tribunal de la ciudad, del que hace parte
Luis de La Salle, se opone a la creación de un noviciado jesuita que hubiera constituido un segundo establecimiento de la compañía en la ciudad.
Así, en la época en que Juan Bautista es un niño, si se agregan las tres agrupaciones de San Symphorien, San Timoteo y Santa Balsamia, y las catorce iglesias parroquiales, el tejido urbano está erizado con una treintena de campanarios y campaniles, y el paisaje sonoro nutrido de muchas más campanas. Con sus casi ochocientos miembros, el clero forma entre el 2 % y el 3 % de la población, lo que no excede el promedio del reino.
Si fuera necesario caracterizar Reims en los años de juventud de Juan Bautista, más allá de las tensiones sociales entre comerciantes y obreros que la atraviesan, entre la ciudad y el capítulo, entre los gremios, también más allá del recuerdo de las divisiones de la liga, la ciudad aparece en una fase de transición marcada por las últimas chispas de un catolicismo cívico o comunitario y por un sistema municipal político-religioso que permite a un número restringido de familias manejar la ciudad, lo que moviliza una red de lazos matrimoniales y de parentescos gracias a los cuales esta élite controla al consejo de la ciudad, al tribunal y a las cofradías mayores apoyándose en el capítulo y en algunas comunidades religiosas.
Una infancia en el entorno del oficio
El núcleo familiar
Juan Bautista nace el domingo 30 de abril de 1651. El mismo día lo bautizan en las fuentes de la parroquia de San Hilario presentado por sus abuelos maternos Juan Moët y
Perrette Lespagnol, es decir, su padrino y su madrina (Aroz, 1966a, CL 26, p. 229). Hay un acuerdo en afirmar, después de Blain, que el niño «nació delicado» y que fue necesario esperar varios años antes de que se fortificara (Blain, 1733, t. II, p. 451). Retomando esa idea, Y. Poutet encuentra una explicación a esta fragilidad en su nacimiento prematuro: a los ocho meses o, con mayor exactitud, al menos 35 semanas después del matrimonio de sus padres, el 25 de agosto de 1650, en la misma parroquia. El contexto de aprovisionamiento perturbado en el cual se encuentra la ciudad en este periodo preciso puede explicar el término prematuro de este primer embarazo de Nicole Moët, incluso si los La Salle y sus parientes no eran probablemente de los que estaban menos protegidos. Quizá haya también que suponer que el contexto militar de una ciudad ocupada e invadida por la miseria pudo crear en la madre un cierto estrés. Esta misma fragilidad, probable con respecto a nuestros conocimientos médicos actuales, podría explicar, según Poutet (1970, t. I, p. 32), la prisa en bautizar al niño el mismo día. Si resulta imposible verificar la realidad de su débil constitución al nacer, se debe, por el contrario, relativizar esa supuesta «prisa». Se recomendaba no diferir el bautismo de los recién nacidos para no comprometer su salvación en caso de deceso y no cabía esperar si nada se oponía a ello. Juan Bautista no es, pues, el único bebé en esta época en recibir el bautismo antes del final de su primer día. Las circunstancias políticas también pudieron suscitar la inquietud y convencer a la familia de no esperar más.
Otra «anomalía» ha hecho correr mucha tinta erudita, aunque la importancia no sea considerable. ¿Por qué la ceremonia, en este caso mucho más discreta y rápida que en nuestros días, se celebró en la parroquia de San Hilario, cuando los padres de Juan Bautista vivían en la de San Pedro el Viejo? Se puede suponer, como lo hizo Poutet en 1970, que la joven mujer de dieciocho años termina su primer embarazo en casa de su madre para aprovechar su experiencia. El parto era entonces ante todo un asunto de mujeres y quizás no había alguna partera experimentada en la joven familia. Luego se verá que la señora de La Salle parece haber permanecido siempre cercana a sus padres. Pero también en Reims se acostumbraba a bautizar a los niños en la parroquia del lado materno sin que allí vivieran los papás. Monseñor Le Tellier puso fin a esto mucho más tarde por medio de su mandato del 27 de abril de 1685, que «obliga a bautizar a los niños en la parroquia de sus padres» (Poutet, 1970, p. 31, n.º 13; Aroz, 1966a, CL 26, p. 239). Se concluye subrayando, por un lado, que después de Juan Bautista el resto de los hermanos y hermanas se bautizaron en las dos parroquias y, por otro lado, que luego de los minuciosos trabajos de Aroz se considera que no hay lugar para suponer que Juan Bautista haya nacido en un sitio distinto a la casa paterna, en la calle de la Arbalète.
Según el modelo demográfico que prevalecía entonces, Nicole Moët llevó hasta el final once embarazos en unos veinte años, entre 1650 y 1670. Después de Juan Bautista, vinieron Remí (11 de diciembre de 1652), María (26 de febrero de 1654),
María Rosa (29 de febrero de 1656), María Ana (2 de febrero de 1658), Santiago José (21 de septiembre de 1659), Juan Luis I (15 de febrero de 1663), Juan Luis II (25 de diciembre de 1664), Pedro (3 de septiembre de 1666), Simón (10 de septiembre de 1667) y
Juan Remí (12 de julio de 1670). Remí, María Ana, Juan Luis I y Simón murieron a edad temprana, probablemente antes de 1665. La única fecha de defunción que se conoce es la de Simón: 22 de abril de 1669. De los siete que alcanzan la edad adulta, una, María Rosa, muere a los veinticinco años, los otros entre los 57 y 75 años. Fue Pedro quien murió de último, en 1741, más de veinte años después de Juan Bautista.
En esta familia los intervalos intergenésicos se sitúan en su mayoría entre diecinueve y catorce meses. Dos son muy breves: doce y catorce meses; otros dos son mucho más amplios: 35 meses entre los dos últimos hijos, y 41 meses, casi tres años y medio, entre Santiago José y Juan Luis I. En este último caso, dada la regularidad del ritmo de las concepciones y de los nacimientos en la pareja, se puede suponer que Nicole Moët habría tenido un aborto natural sin dejar huellas en los archivos, lo que no tiene nada de sorprendente. Para el nacimiento de
Juan Remí ella ya tiene 37 años. Sus once embarazos la agotaron: ella muere un año más tarde, casi día por día, el 19 de julio de 1671.
Luis de La Salle solo tiene 46 años y en esta situación en la época las segundas nupcias no son raras; pero la muerte no le deja tiempo de pensar en eso: se enferma a comienzos del mes de abril de 1672 y muere en cinco días, el 9.
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