1 ...8 9 10 12 13 14 ...18 Otro problema protocolario enfrentaba a Petersburgo con Versalles, el de la elección de un representante francés. En París, Heinrich Gross, un súbdito de Wurtemberg, ingresado en el servicio diplomático ruso en tiempos de la emperatriz Ana, había sucedido al príncipe Kantemir. ¿A quién nombrar en Rusia? Dos nombres surgieron, los del conde de Saint-Severin y el mariscal de Belle-Île. El primero no podía convenir, expuso Gross a d’Argenson, pues durante su estancia en Suecia que coincidió con la última guerra ruso-sueca, había sostenido una viva campaña antirrusa, lo que le desacreditaba en Rusia. En cuanto al mariscal de Belle-Île, se pensaba en Versalles que era más oportuno emplearlo en los campos de batalla que en una embajada. Antes de buscar otro candidato, d’Argeson expresó el deseo de que Petersburgo designase también un nuevo embajador. Isabel se negó, confirmó que mantenía a Gross en Francia, pero al mismo tiempo le daba como único título el de ministro y no ya el de plenipotenciario. ¡Qué ofensa para el rey! Además de ignorar su deseo de ver en Francia un nuevo representante de Rusia, la emperatriz había impuesto a uno cuya presencia se juzgaba inoportuna y con un estatuto degradado. La respuesta del rey no se hizo esperar: en ese caso, mantendría a d’Alion en Rusia.
A las vejaciones recíprocas se añadiría pronto un verdadero tema de confrontación. Carlos VII murió en enero de 1745, había que elegir un nuevo emperador. Ciertamente, Rusia no participaba en su elección, pero no pensaba permanecer al margen de los juegos de influencia que iban a determinar el equilibrio europeo. Y ella será animada por Francia, que quiso aprovechar la ocasión para debilitar la alianza ruso-austriaca. El rey sugirió a la emperatriz apoyar la candidatura del elector de Sajonia, Augusto III, contra la de Francisco de Lorena, esposo de la emperatriz de Austria. Si Isabel hubiera seguido esta sugerencia, ¡qué ofensa hubiese sido para su aliada! Además, apoyando al elector de Sajonia, Rusia correría el riesgo de reunir las tres coronas Prusia-Sajonia-Austria, cosa contraria a toda su política. Isabel rechazó de plano la sugerencia del rey, tanto peor recibida porque el aliado prusiano de Francia, Federico II, iba también a abandonar la propuesta francesa. Federico había elegido antes como candidato a Maximiliano José, elector de Baviera, quien, poco convencido por la aventura, desistió muy pronto y anunció su apoyo a Francisco de Lorena, que fue elegido sin dificultad.
Sin desanimarse por este fracaso, d’Argenson se esforzaba al mismo tiempo en convencer al embajador ruso de urgencia para reunir en una alianza a Francia, Rusia, Suecia y Prusia; alianza que completaría un tratado de comercio franco-ruso, para hacer contrapeso a la poderosa pareja austro-inglesa. D’Alion, encargado de defender este proyecto ante Bestujev, le envió incluso en apoyo de su petición una importante suma que el intratable canciller rechazó.
En el otoño de 1745, las tropas francesas habían vencido en Fontenoy y ocupaban una parte del territorio austriaco. En revancha, Austria había ganado una victoria política con la conquista del título imperial por el príncipe Francisco. Los dos consejeros de política extranjera de Isabel estaban en desacuerdo sobre las consecuencias que vendrían. Para el canciller Bestujev, es la potencia y agresividad Prusiana lo que debería determinar la actitud rusa. Como Federico II había atacado al elector de Sajonia, rey de Polonia, Rusia debía reaccionar apoyando políticamente a Austria y uniéndose a las potencias ligadas por la convención de Varsovia —Inglaterra, Países Bajos, Sajonia, Austria—, convención firmada en enero de 1745 para frenar a Prusia. Por el contrario, el vicecanciller Vorontsov tomaba parte por la contención y por una simple ayuda financiera a Sajonia. Isabel dudaba, dividida entre su hostilidad a Prusia y la desconfianza que le inspiraba María Teresa. Finalmente optó por una solución de fuerza, la intervención militar en Sajonia programada para la primavera siguiente. Y para prepararla, Rusia comenzó a retirar sus tropas de Curlandia. Alarmado por estos movimientos de tropas, Federico prefirió concluir una paz separada con Sajonia y Austria y firmó el tratado de Dresde en diciembre de 1745. Bestujev había convencido a Isabel de frenar las ambiciones prusianas, le quedaba asegurar un verdadero acercamiento a Austria. Lo consiguió también, pues el tratado de alianza defensiva ruso-austriaco de 1726 fue renovado el 22 de mayo para una duración de veinte años. Los dos países se comprometían a poner en pie un ejército de treinta mil hombres contra un eventual agresor, que era evidentemente Prusia. El tratado estipulaba también que, además de la ayuda recíproca que se aseguraban las dos potencias en caso de agresión, toda paz separada quedaba excluida.
Francia reaccionó ante esta alianza, que asumía buscando los medios de estrechar sus vínculos con Polonia y Suecia. El proyecto de casar al delfín Luis, viudo en esta época, con María José de Sajonia forma parte de esta búsqueda de alianzas. El matrimonio tendrá lugar el 10 de enero de 1747, y hace esperar a Francia que no solo confirma la amistad franco-polaca, sino que contribuye a guardar a Polonia de la influencia rusa. El 6 de junio, un tratado firmado en Estocolmo renueva la alianza y la convención de ayudas entre Francia y Suecia. Estos acuerdos han sido obra del marqués de Puisaye, que ha sustituido en enero de 1747 a d’Argenson, a quien se tiene por responsable de las debilidades de la diplomacia francesa, en el Ministerio de Asuntos Exteriores. El marqués de Puisaye ha logrado también el acercamiento entre Prusia y Suecia, lo que confirma el tratado que firman el 18 de mayo de 1747. Así se pone en marcha una respuesta al tratado ruso-austriaco. Para Rusia, sigue habiendo un problema crucial, el de los medios financieros necesarios para encaminar el proyecto militar del canciller. Este «nervio de la guerra», es Inglaterra la que puede aportarlo. Bestujev siempre apostó por dos aliados: Austria e Inglaterra. Pero Inglaterra se resiste ante las demandas rusas que estima excesivas. Además, Francia ha declarado la guerra a Holanda en abril, y los ingleses esperan de Rusia que envíe tropas para combatir a las de Francia. El 12 de junio, por fin, se firma una convención de ayudas ruso-inglesa. Rusia puede poner sus tropas en movimiento. Un ejército al mando del príncipe Repnin penetra en Alemania, y avanza en dirección al Rin. Desde otra parte, las tropas rusas que van a socorrer a los aliados angloholandeses son transportadas por el Báltico hacia los Países Bajos. Finalmente, tropas rusas avanzan también hacia Alsacia.
Francia puede entonces comprobar lo poco respetuosos que son de sus obligaciones sus aliados. Polonia ha dejado pasar a las tropas rusas, Suecia no se mueve y Federico II hace lo mismo, a pesar del tratado de alianza que le liga a Suecia y que Francia había alentado. Por suerte para Francia en tan lamentable postura, los ruidos de botas tienen el mismo efecto en 1748 que en 1745, convencerán a los beligerantes a poner fin a las hostilidades. El tratado de paz de Aix-la-Chapelle se firmará el 18 de octubre de 1748 tras una negociación de varios meses. Este tratado pone fin a la guerra de sucesión de Austria. Rusia no fue signataria. Al comienzo de las negociaciones, había enviado a Aix-la-Chapelle al conde Golovkin para representarla, pero Francia y Prusia objetaron que siendo Rusia «extranjera a la guerra», no podía tomar parte en la negociación.
El tratado confirmó la Pragmática Sanción de Carlos VI y los derechos de la emperatriz al trono. Silesia devino posesión prusiana. Francia devolvió a Austria los territorios neerlandeses que había ocupado, conceder a Inglaterra Madras y posesiones en América, y aceptar la destrucción de las fortificaciones de Dunkerque.
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