En esta misma dirección, se asume la orientación de Karl Mannheim, según él, una “investigación integradora”, que consiste en “combinar distintos aspectos del mismo problema no tratados previamente sino en compartimientos herméticos […]. La familia, por ejemplo, es una unidad, y su análisis biológico, psicológico, económico, legal o educacional es artificial si procede aisladamente” (1965, pp. 15-16). La investigación de Viola Klein ha sido una contribución fundamental en el camino de integrar los datos y buscar relaciones interculturales más allá del espacio cercano de Villavicencio. En consecuencia, los elementos de cada análisis no se toman de forma aislada, sino que se comprenden dentro del marco descrito, de tal manera que con ello se supera el fraccionamiento y las miradas unilaterales, que difícilmente ayudan a comprender la familia como una institución compleja en medio de los profundos cambios que actualmente presentan las sociedades.
El enfoque del estudio
Este estudio parte de una primera tesis que le sirve de fundamento teórico: la familia es una institución que se encuentra en todas las sociedades. Todas ellas fundamentan su continuidad histórica en procesos de reproducción de nuevas generaciones con la socialización respectiva, inicialmente, a cargo de la institución familiar. En esta se realizan los primeros aprendizajes que aseguran la continuidad de la especie, de la cultura y de las formas de atender las necesidades humanas. A pesar de los cambios que ha tenido la familia a lo largo de la historia y en los diferentes contextos sociales, esta institución se mantiene en pie.
La segunda tesis que fundamenta el proyecto sostiene que la familia es un hecho social. En términos durkheimianos, la familia es un hecho social porque es exterior a los individuos y se impone a ellos con una fuerza coercitiva (Durkheim, 1964). Nadie individualmente ha decidido constituir o no una familia de origen; nadie ha decidido, incluso, en qué familia desarrollarse como individuo. Esta se le impone por necesidades biológicas, pero también por razones sociales (Merton, 1998; Parsons, 1998). Allí es donde realiza su primera socialización y donde aprende los comportamientos que son legitimados dentro del marco de la sociedad, a la cual es adherido como si se tratara de una segunda naturaleza, la naturaleza social; es decir, aquella que lo relaciona con los demás seres humanos y lo pone en condiciones de sobrevivir en un medio en donde se respira una cultura de la que está llamado a hacer parte, como un integrante junto a sus congéneres.
Obviamente, esta condición de ser partícipe de la sociedad se hace efectiva cuando se ha desarrollado un proceso de socialización eficaz porque el medio social le ha transmitido los valores y las normas, el ideal de sociedad, el papel de los individuos y lo ha entrenado suficientemente para que este sea capaz de interiorizar esos modelos conductuales y esas expectativas acerca de su función en la sociedad. Esto significa que solo tiene éxito la sociedad de origen cuando ha ocurrido una socialización subjetiva capaz de poner al individuo ya no como receptor, sino como defensor y cocreador de los moldes sociales que serán transmitidos a la siguiente generación. De lo contrario, estaríamos hablando de ineficacia y de frustración de la socialización en sus etapas primarias. La sociedad misma tendrá que diseñar formas alternativas para lograr su propósito inicial de hacerlo miembro pleno de su grupo social y de la sociedad en su conjunto (Berger y Luckmann, 1998).
Tan solo en este momento es cuando podemos hablar de un individuo que hace parte plenamente de la sociedad que le dio albergue. Estamos hablando con claridad de una segunda naturaleza, de carácter social, que difiere de la naturaleza biológica porque tiene su propio contenido, sus propios métodos y su propia finalidad. El contenido se expresa en pautas de comportamiento, en modelos de relación social, en expectativas de estatus, en anticipación de funciones, en división social de actividades dentro de la sociedad, en la búsqueda de una “conciencia colectiva” con identidad personal.
Los métodos, aunque varían de una sociedad a otra, pasan todos por procesos de legitimación y de reconocimiento hasta que se convierten en normas sociales de obligatorio cumplimiento. Las formas más expeditas son las de persuasión, inculcación, reiteración, sanción social y refuerzo, en el cual se aplica la “ley del efecto”. Según esta “ley”, los efectos logrados se convierten en motivadores e impulsadores de nuevos comportamientos que son funcionales al objetivo propuesto. La finalidad está asociada a la convivencia, al orden social, al ideal de compartir espacios con criterios de diversidad, respeto a las diferencias, conciliación de posiciones, manejo de conflictos y, en suma, en la búsqueda del ideal social de la convivencia humana en ambientes sociales. Todos estos procesos están a cargo de la familia en cualquier sociedad. Le son “connaturales” a su existencia, porque definen el ámbito de su competencia.
Lo anterior no significa que sea una tarea exclusiva y excluyente de la familia. Hay una diversidad dentro de un continuo de hegemonía hasta un polo de flexibilización en el cual otras instituciones comparten responsabilidades con la familia. En algunos casos se presenta una relación amigable mientras que en otras hay competencia y lucha por mantener poderes respecto de los elementos enunciados (Merton, 1998). En todo caso, la historia muestra tránsitos y despliegues de la estructura y el funcionamiento de la familia hasta definirla como específica en cada sociedad. Si bien se encuentran rasgos generales y comunes, también las particularidades se hacen manifiestas. Al mismo tiempo que algunas tendencias señalan cambios radicales, otras indican procesos de diversificación o de retraso por parte de las sociedades que están en “vías de desarrollo” respecto de las líneas marcadas por aquellas comunidades que en la actualidad se llaman postindustrializadas desde el punto de vista económico, social y político.
Otros planteamientos provienen, por ejemplo, de la filosofía o de la ciencia política, entre ellos Taylor, que ven el problema del entorno familiar en el ambiente de la modernidad (Taylor, 1998). Entre tanto, otros autores elaboran una construcción conceptual más amplia (Bauman, 2001b, 2003a; Beck, 2002a; Beck y Beck-Gernsheim, 2003a; Beck-Gernsheim, 2003b; Beriain, 1996; Castells, 1999a; Elias, 1997; Giddens, 1995, 1997, 2000b; Gross y Simmons, 2002; Jelin, 2000, Touraine, 2000c). Este estudio sigue esta línea argumental para corresponder a los lineamientos trazados.
Los estudios sobre la familia actual demuestran que el cambio conceptual, teórico y metodológico debe alcanzar otras perspectivas no exploradas que tienen que ver con esta forma de organización y dirección de comportamientos y con funciones más amplias, como el derecho de familia dentro del derecho civil. Más allá de este, en algunas sociedades las fronteras entre el derecho público y el privado se han tornado borrosas, no solamente por el fortalecimiento de la tutela por parte del Estado, sino por las relaciones estrechas entre formas de Estado y de sociedad civil (Buchmann y Hannum, 2001; Reskin, 2003; Schultz, 1982; Smelser y Halpern, 1978).
Las perspectivas del estudio
La investigación que se presenta en este estudio entiende la familia desde tres perspectivas. Por un lado, la comprende como una institución social, lo que equivale a decir que está estrechamente relacionada con la sociedad de la cual hace parte y de la cual recibe influencia directa, así como la familia tiene la capacidad de encontrar sentido al contexto particular con el cual convive. Por otro lado, la familia se concibe como organización histórica que se ha construido en el tiempo y en la cual han intervenido actores internos y externos. El tejido entre cada organización familiar y su contexto constituye la malla creativa que se presenta como tipicidad específica en medio del panorama más amplio del cual participa. Finalmente, en tercer lugar, la familia se concibe como un hecho cultural que participa directamente de la configuración de valores y de bienes simbólicos que tienen su asiento en la sociedad.
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