Recordemos que no podemos engañar a Dios en ningún momento y que si “fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos”(Pedro Calderón de la Barca), recordando que de nada sirve una “apariencia de piedad” que contrasta con “la eficacia de ella” (2 Tim. 3:5).
Elena de White, hablando de la lucha de Jacob, dijo: “Jacob salió hecho un hombre distinto [...]. En vez de la hipocresía y el engaño, los principios de su vida fueron la sinceridad y la veracidad. Había aprendido a confiar con sencillez en el brazo omnipotente; y en la prueba y la aflicción, se sometió humildemente a la voluntad de Dios. Los elementos más bajos de su carácter habían sido consumidos en el horno, y el oro verdadero se purificó, hasta que la fe de Abraham e Isaac apareció en Jacob con toda nitidez”( Patriarcas y profetas , p. 185).
10 de febrero
Tengo un sueño
“Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:23, 24).
En 1964, con 35 años, Martin Luther King fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su constante apelación a la no violencia y por su lucha por los derechos cívicos. Él fue el principal impulsor de la histórica marcha a Washington, en la que el 28 de agosto de 1963 participaron doscientos mil personas. Ante la multitud, y en las gradas del Lincoln Memorial, pronunció un emotivo discurso, del que destaco lo siguiente:
“Sueño que algún día… la gloria de Dios será revelada y se unirá todo el género humano… No estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente. Sé que algunos han venido con grandes pruebas y tribulaciones… No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
“A pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño profundamente arraigado. Sueño que un día los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
“Sueño en un oasis de libertad y justicia. Por eso, ¡que repique la libertad, y podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del antiguo himno: ‘¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!’ ”
Resulta conmovedor pensar en los ideales que impulsaron a soñar y a actuar a Luther King, defendiendo los derechos de los desprotegidos y recibiendo como recompensa el Premio Nobel de la Paz. Pero, más conmovedor es pensar en el sueño de Dios cuando las barreras de separación sean destruidas, cuando todos seamos uno, cuando la esclavitud del pecado finalice y recibamos el premio nobel de la corona de la vida.
Pablo dice que todos los seres humanos están sumergidos en la desgracia del pecado y todos están destituidos de la gloria de Dios. Cuando el pecado entró en la raza humana, perdimos la imagen de Dios, y para que la recuperemos fuimos redimidos. La redención era la recompra de un esclavo perdido o la compra de un cautivo que perdió su libertad en la guerra. En ambos casos, había un precio que pagar.No lo pagaba el esclavo ni el cautivo; lo pagaba el “goel”; es decir, el pariente más cercano.
Jesús es nuestro pariente más cercano, nuestro Redentor. Fuimos comprados a un precio infinito para Dios y gratuito para nosotros. Nadie vende un regalo, menos Dios. Él es amor y generosidad en esencia. Cuenta con él ahora.
11 de febrero
El brazo de oro
“Mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Romanos 3:24, 25).
Conocido como el “Hombre del brazo de oro”, James Harrison nació en 1936 en Australia. Cuando tenía catorce años le extirparon un pulmón, y sobrevivió gracias a las múltiples transfusiones de sangre que recibió. Al salir de la clínica, prometió que cuando llegaría a la mayoría de edad se transformaría en donante.
No solo cumplió, sino además registró 1.173 donaciones durante más de sesenta años. James ha recibido múltiples reconocimientos, incluida la Medalla de la Orden, una de las mayores distinciones de su país. Además, es poseedor de un Récord Guinness como el mayor donante de sangre de la historia.
Resulta conmovedor pensar en alguien dispuesto a ayudar y salvar a tantas personas. Sabemos que la sangre es un fluido vital que circula por el cuerpo para llevar los nutrientes y el oxígeno a todo el organismo, y a la vez los desechos para su eliminación.
Sin embargo, más conmovedor aún es pensar en aquel cuya sangre fue derramada para eliminar nuestros desechos de pecado, llevar el nutriente y el oxígeno salvador y que, asumiendo el costo de nuestras faltas, muere en nuestro lugar.
“Sangre” es una palabra clave para entender el mensaje redentor de la Biblia, desde los sacrificios en los tiempos del Antiguo Testamento, que prefiguraban al Cordero de Dios que llevaría los pecados del mundo. Más importante aún, la palabra “sangre” constituye un tema fundamental para comprender la obra y el ministerio de Cristo.
La sangre como símbolo de una vida entregada voluntariamente para rescatar al pecador, y la sangre como el derramamiento de la vida misma. Al igual que la palabra “cruz”, la frase “sangre de Cristo” es una expresión específica para el sacrificio y la muerte redentores de Cristo.
Gracias a nuestro Señor Jesucristo, quien tiene el verdadero brazo de oro y es el mayor donante del Universo, podemos nacer de nuevo. ¿Cómo no apreciarlo y comprometerse?
Que la decisión de Spurgeon sea también la nuestra: “Si no estamos dispuestos a morir por Cristo, no tendremos ningún gozo en el hecho de que Cristo murió por nosotros”.
12 de febrero
Un acto de fe
“Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia” (Romanos 4:3).
El patriarca Abraham nació en Ur y fue llamado por Dios para vivir en Canaán. La promesa divina implicaba convertirse en padre de multitudes y en hacer de sus descendientes una gran nación. Esta promesa fue cumplida inicialmente en Israel y posteriormente en la iglesia cristiana.
Como señal del pacto y de la promesa, Dios le da a Abram (nombre que significa “Padre venerado”) un nuevo nombre: “Abraham” (que significa “padre de muchedumbre”). Además, el patriarca fue llamado también amigo de Dios, por su fe, su obediencia, su fidelidad y su intercesión.
¿Cómo obtuvo Abraham su salvación? Pablo explica lo que dice la Escritura y nos muestra el camino para todo asunto de la vida: ir a la Biblia para ver qué dice la Escritura. Bien decía Spurgeon que “cuando una Biblia está hecha pedazos por su uso, quien la usa está entero”.Y la Escritura dice que fue por fe (Rom. 4:3). Ahora bien, dice el texto que “le fue contado”. Esta es una expresión contable que implica algo que fue “depositado” o “transferido a la cuenta personal”. La fe de Abraham le fue acreditada en su cuenta con Dios como justicia.
Pablo profundiza al decir que, si consideramos la salvación como un salario, sería un pago o retribución por el trabajo realizado, una recompensa o una remuneración. Por el contrario, la salvación es un don inmerecido que se recibe como un presente, un regalo. El pecador está privado, lejos, destituido. Pero la gracia de Dios no da una compensación por servicios ofrecidos; Dios coloca a disposición su don gratuito, que debe ser recibido y aceptado por fe.
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