Los judíos tenían a Abraham por modelo, y Pablo sabía eso; solo que para ellos era un modelo de hombre justo. Ellos pensaban que su obrar y su fidelidad le habían hecho ganar méritos delante de Dios. Pero Pablo va al corazón del tema, para mostrar que es un modelo de fe y de un caminar siempre con Dios.
El problema fue siempre el mismo, en los días de Abraham, de Pablo o en nuestros días. Es la autosuficiencia lo que nos lleva a la destrucción.Nadie quiere sentirse necesitado, dependiente; todos quieren valerse por sus propios medios. Pero es allí, cuando reconocemos nuestra necesidad, cuando damos permiso a la actuación de Dios, cuando admitimos la enfermedad, que el médico, el remedio y el tratamiento se aplican y resultan eficaces.
En la angustia de una noche, Abraham oyó otra vez la voz divina: “No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (Gén. 15:1).
No temas. Cree en sus promesas hoy.
“Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de pecado” (Romanos 4:6-8).
Al igual que Abraham, David creyó, pero su situación al escribir el salmo al que alude Pablo en los versículos de hoy era diferente. Él no tenía buenas obras para mostrar; al contrario, incurrió en una conducta que lo avergonzaba delante de Dios y delante de la comunidad. ¿Cómo se salvó David? No hay bienaventuranza en cuanto al perdón para el incrédulo, solo para aquel que cree.
David escribió su conocido Salmo de arrepentimiento, el Salmo 32, escrito un año después de su triste historia de adulterio y de asesinato perpetrado para encubrir su culpa y resguardar su imagen. Sin duda, fue un tiempo de angustia, de lucha espiritual y de culpa, ya que sentía que sus sacrificios no eran aceptados por Dios.
Por eso, David dice que es bienaventurado aquel a quien Dios perdona sus transgresiones y cubre sus pecados; por lo tanto, no lo culpa de pecado. Pablo dice que David es justificado no por ausencia de pecados, o por ser un hombre bueno, sino porque sus pecados son perdonados.
El Salmo 32 muestra a un David aliviado, ya que se siente como un pecador perdonado. Es tanta su paz que muestra el camino a los demás pecadores para que confíen en el Señor, acepten la manera en que él justifica al pecador, sean alcanzados por la misericordia de Dios y el gozo de la salvación.
Dios esconde de su vista los pecados del creyente, como si no existieran. La base no es la inocencia del hombre, sino la gracia de Dios, que no carga en la cuenta del pecador sus pecados.
Recuerdo a una persona que asistió a una conferencia bíblica que estaba dando en una ciudad. Antes de ir, había estado tres meses encerrado en su pieza, atormentado por la culpa de su vida pasada. Al terminar me agradeció, pero me dijo que se consideraba fuera del alcance del perdón de Dios.Entonces le aseguré que Jesús ya había pagado por sus pecados. Vi unas lágrimas que rodaban por su rostro, en aceptación del perdón.
Él siguió asistiendo a las conferencias, estudió la Biblia y se bautizó junto con su esposa. Hoy, tanto su hijo como su nieto son pastores adventistas.
¿Cómo rechazar el perdón, cuando para recibirlo solo necesitamos tener fe? Si el Salmo dijera: “Bienaventurado el que no tiene pecado”, entonces nadie tendría esperanza. ¡Felizmente, dice otra cosa! Expresa que Dios no ve nuestros pecados porque están cubiertos por la sangre de su Hijo amado. Por eso son benditos los que creen, ya que han sido perdonados.
Experimenta la gracia del perdón ahora mismo.
14 de febrero
¿Placebo o remedio?
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
¿Qué es la paz? ¿Quién tiene paz? El diccionario define paz como la situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países; la armonía sin conflictos entre las personas; la ausencia de ruido o ajetreo; el estado de quien no está perturbado por ningún conflicto ni inquietud. Es también el sentimiento de armonía interior que los fieles reciben de Dios. La paz verdadera profunda proviene de Dios, y es el resultado de estar bien con él y, por extensión, con los demás.
En el Antiguo Testamento, la palabra paz es shalom e indica un estado de pleno bienestar. Este es un concepto amplio, que incluye la paz espiritual (salvación), la paz física (salud), la paz psicológica (integración) y la paz social (justicia y libertad).
Pablo afirma que esa paz verdadera es profunda y solo viene de Dios. Es por él que la recibimos. Cuando Dios originó la vida, todo era armonía y paz. El pecado provocó división y rebeló al hombre contra Dios, contra el prójimo, contra sí mismo y contra la naturaleza. Así, se produjo un estado de desarmonía que solo puede ser recuperado cuando restablecemos la comunión con Dios.
Todos necesitamos paz. Algunos la buscan por caminos alternativos y se apropian de placebos, es decir, de una sustancia que carece de actividad farmacológica, pero que puede tener un efecto terapéutico cuando el paciente que la ingiere cree que se trata de un medicamento realmente efectivo. Desde luego, el placebo no cura la enfermedad primaria real, sino que solo puede aliviar síntomas superficiales.
En esencia, el pecado es el gran destructor de la paz; esto es, la separación de Dios nos lleva al egocentrismo, la idolatría, el temor, la ansiedad y el odio. La paz completa es un don de Dios y se mantiene en el tiempo a través de una relación de comunión permanente, por medio del estudio de la Biblia, la oración, la meditación y el testimonio.
Necesitamos paz, perdón y el amor del Cielo. Esto es algo que no se consigue con dinero, ni con inteligencia, ni con sabiduría ni con esfuerzos personales. “Dios los ofrece como un don, sin dinero y sin precio. Son vuestros, con tal que extendáis la mano para tomarlos. El Señor dice: ‘¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán!’ ‘También os daré un nuevo corazón, y pondré un espíritu nuevo en medio de vosotros’ ”(Elena de White, El camino a Cristo , p. 49).
Muy pronto la paz será definitiva y eterna; mientras tanto, no uses placebo. El remedio es inmejorable.
15 de febrero
Acceso directo
“Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:2).
En ocasión de una emergencia planteada en cierta ciudad, el Pr. Víctor Peto (un amigo, quien además era un gran hombre de Dios, y hoy descansa en la bendita esperanza) estaba conduciendo a un grupo para prestar un servicio en esa comunidad. En su recorrido, se cruzó con el mismísimo presidente de la Nación, le extendió la mano y le dijo quién era. El primer mandatario, sin soltar su mano, agradeció la labor con estas palabras: “Yo sabía que los adventistas estarían aquí, siempre son los primeros en llegar cuando la gente necesita ayuda”.
Un servicio desinteresado y bien realizado siempre abre puertas y facilita la entrada. Vivimos en una sociedad de puertas y corazones cerrados. Las fronteras tienen fuertes controles; hay barrios y condominios cerrados, con lugares más costosos de adquirir porque, en teoría, son más seguros. Hay llaves, tarjetas, dispositivos y huellas digitales que nos abren puertas.
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