El segundo saber enfatiza la crucifixión de nuestro viejo hombre juntamente con Cristo.Seguimos teniendo una naturaleza pecaminosa, pero por Cristo y la obra del Espíritu Santo, dependiendo siempre de él, podemos vencer.
Así como la muerte del esclavo lo liberaba de su servidumbre, el creyente que muere con Cristo en el bautismo queda liberado de la esclavitud del pecado.
El tercer saber se relaciona con la resurrección de Cristo.El Señor no quiere solo conducirnos a la muerte y la sepultura, sino también a la resurrección y a una vida nueva. Así como Cristo no volverá a la tumba porque ya ha vencido a la muerte, el creyente también será vencedor. La muerte ya no tendrá autoridad.
La conclusión de este saber es que vivamos, es decir, apliquemos, el conocimiento a la vida.Saber y no aplicar lo que sabemos no nos otorga ventajas; por el contrario, aumenta nuestra responsabilidad, porque “al final, no se nos preguntará qué sabemos, sino qué hemos hecho con lo que sabemos” (Jean de Gerson).
¿Qué cosas podrían separarnos de aplicar lo que sabemos? Incoherencia entre el discurso y la acción, indiferencia, fanatismo, desidia, desvalorizar el conocimiento, prejuicios, presiones, burlas y oposición, entre otras. Pero nada disculpa ni justifica que un buen conocimiento no se practique; mucho menos cuando este tiene que ver no solo con el presente, sino con la eternidad.
19 de febrero
¿Ley versus gracia?
“¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!” (Romanos 6:15).
¿Creer u obedecer? ¿Qué viene primero?La respuesta es clave, ya que la comprensión de la armonía entre creer y obedecer nos permitirá diferenciar entre libertad y libertinaje.
Sin duda, primero está el creer, porque el pecador está muerto en sus pecados, y un muerto nada puede hacer. Ya hemos visto que somos justificados por la gracia del Señor, que recibimos por la fe. Algunos piensan que somos justificados por la fe y santificados por las obras. Pero la obediencia también es resultado de la fe, que nos lleva a una vida dependiente del Señor.
Tenemos toda la libertad para hacer el bien. No hay libertad para hacer el mal. Quien no usa la libertad de manera responsable en el marco de la ley, pierde su libertad.
Hay una verdadera y una falsa libertad. Adán y Eva vivieron la falsa libertad, no se sujetaron a la voluntad de Dios y dejaron de ser libres. Cayeron en libertinaje y se hicieron esclavos del pecado. El libertinaje es el abuso de la libertad, para hacer lo que se quiere sin reglas, ni respeto ni ley.
Si quebramos la ley que nos protege perdemos nuestra libertad, porque la misma ley que protege la libertad de los que la respetan pone en la cárcel a los infractores. No somos libres para no obedecer la Ley de Dios. Pensar que el Señor nos libera para que podamos hacer lo que queramos es desvirtuar el sacrificio de Cristo tanto como pensar que podemos ser salvos por nuestra propia obediencia.
La gracia, como el agua, limpia nuestra suciedad del pecado. El papel de la Ley, como un espejo, es mostrar nuestra suciedad y llevarnos al agua de la gracia de Cristo. Romper el espejo porque no sirve para limpiar es distorsionar su propósito. Entonces, ¿vamos a desobedecer la Ley porque no estamos bajo la Ley sino bajo la gracia? Pablo respondió: “¡De ninguna manera!”
Exactamente lo mismo hizo Jesús con la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11): no la limpió con la Ley, sino con su gracia, su amor y su poder perdonador. Reflotó su vida del abismo de la culpa y del pecado, y luego le dijo que se fuera, pero que no pecara más.
Sujeta hoy tu vida a Cristo y a su Ley. “No ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe [...]. He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios está en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestros designios, nuestras acciones, estarán en armonía con la voluntad de Dios, según se expresa en los preceptos de su santa Ley”(Elena de White, El camino a Cristo , p. 61).
20 de febrero
Pecado versus gracia
“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Hagamos un resumen de lo que el pecado nos quitó y lo que la gracia, o dádiva, puede restaurar. Tengamos en cuenta que el pecado es la separación voluntaria del Señor; y la dádiva es un donativo, o regalo, desinteresado e inmerecido.
El pecado nos privó del árbol de la vida.La obediencia al mandato divino no solo era una prueba de amor y lealtad, sino de formación de un carácter dependiente de Dios, probado y aprobado. La gracia nos restaura el derecho al árbol de la vida. Hoy, promesa; en breve, realidad. Ese árbol es símbolo de la vida eterna que procede de la Fuente de vida.
El pecado nos colocó bajo sentencia de muerte.El destino final del pecador es la tumba, a través de un camino de dolor y sufrimiento. La gracia nos da la victoria sobre la muerte.El don de Dios es ofrecernos vida y vida en abundancia, incluso para aquellos que han pasado al descanso confiando en sus promesas, porque los que creen en él, aunque estén muertos, vivirán.
El pecado nos arrojó afuera para ganar el pan con sudor, cansancio, esfuerzo y dolor. La gracia nos provee el maná escondido.Cristo es nuestro Maná, él es nuestro alimento y nuestro Pan de vida.
El pecado nos robó nuestro dominio.Pasamos de ser gobernantes del mundo a esclavos de Satanás. La gracia nos da autoridad sobre todas las naciones, ya que Dios restaura nuestra dignidad.Hoy somos parte del Reino de la gracia, y en breve, en su regreso, seremos parte del definitivo Reino de la gloria, que desmenuzará todos los otros reinos simbólicos y perdurará para siempre.
El pecado nos dejó desnudos, física y espiritualmente.Nos quitó la inocencia y el pudor; nos trajo culpa y vergüenza. La gracia nos concede vestiduras blancas,que representan la justicia de Cristo, que nos es contada como justicia.
El pecado nos alejó de la presencia de Dios.Adán y Eva se escondieron, y nosotros hacemos lo mismo. Pero ¿a dónde iremos? En cambio, la gracia nos promete que siempre estaremos en su presencia.El Señor nos busca, no para condenarnos, sino para darnos otra oportunidad y asegurarnos que un día recuperaremos el vivir para siempre en su presencia.
El pecado nos devuelve al polvo.El hombre fue hecho del polvo de la tierra, y allí volverá. La gracia nos coloca en el Trono de Diospara ser reyes conjuntamente con él.
¡Gracias, Señor, por tu gracia, que nos concede todo este bien presente y el eterno!”
21 de febrero
Las tres erres
“¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” (Romanos 7:25).
¿Qué es un miserable?Es un desdichado, alguien de escaso valor, un perverso, un desperdicio y una basura. Sin duda, estas definiciones son fuertes, pero esta es la realidad que nos toca enfrentar. No son aspectos ajenos.
La basura, por ejemplo, es parte de nuestra historia. Los griegos y los romanos desarrollaron el hábito de enterrar sus residuos. En la Edad Media, la basura acumulada comenzaba a provocar epidemias. La Revolución Industrial multiplicó la producción de materiales y el consumo. El deterioro de la capa de ozono, el calentamiento global, la contaminación del aire y del agua, el aumento desenfrenado del consumo y el uso de materiales no biodegradables, electrónicos y nucleares, causan un caos planetario, a punto tal que el tema se ha transformado en una de las mayores preocupaciones mundiales de nuestros días. Por año, en nuestro planeta se producen treinta mil millones de toneladas de basura. En los países más desarrollados, la producción diaria de basura sobrepasa los tres kilos por persona.
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