Como Pablo, todos somos llamados a abrir los ojos de las personas, a fin de que puedan salir de las tinieblas a la luz, del poder del enemigo al poder de Dios, de la culpa al perdón, de esta vida limitada a la herencia eterna. Pablo sabía que el pecado había cegado los ojos espirituales del ser humano. Él mismo contó, en su testimonio, que al encontrarse con Cristo pudo ver cosas que antes no había visto. Dejó de mirar hacia la Tierra para mirar hacia el cielo; dejó de estar centrado en su yo para centrarse en su Salvador.
Antes daba la espalda a la luz y a Dios, y caminaba hacia la oscuridad y la muerte. Desde ese encuentro, dio la espalda a las sombras y al pecado, para caminar hacia la luz y la vida. Antes vivía para el reino de este mundo, ahora vivía para el Reino de Dios.
“Únicamente aquellos que se dedican a servirlo diciendo: ‘Heme aquí, envíame a mí’, para abrir los ojos de los ciegos, para apartar a los hombres ‘de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe [...] perdón de pecados y herencia entre los santificados’ solamente estos oran con sinceridad: ‘Venga tu reino’ ” (Elena de White, La oración , p. 294).
No hay opción intermedia. Tan solo los que cada día renuevan su compromiso, oran, estudian la Biblia, testifican, se preparan y preparan a otros para el cielo, y los que por la gracia de Dios se dedican a “abrir los ojos” de los demás, son los que de verdad anhelan la segunda venida de Cristo.
“Dios no manda a los pecadores a buscar una iglesia, ordena a la iglesia buscar a los pecadores”(Billy Graham).
¿Vamos juntos?
“Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura” (Hechos 26:24, 25).
El mote de “loco” se ha adjudicado a muchas figuras eminentes, tanto religiosas como políticas y científicas. El gran predicador y reformador Juan Wesley fue tildado así. Guillermo Carey, fundador de las misiones modernas, fue tratado de loco en el mismo Parlamento inglés. Bacon, a quien se lo ha llamado el mayor genio en ciencias exactas, fue también llamado “loco”, y los “sabios” eminentes de Salamanca consideraron insano a Cristóbal Colón, por sus dichos sobre la forma del planeta Tierra.
Sin embargo, miles de años antes, un apasionado apóstol de Jesucristo que estaba delante de Festo dando su testimonio de fe y conversión (y contando cómo el encuentro con Dios lo había cambiado para siempre y cómo el Resucitado había otorgado significado a su vida) también fue catalogado como “loco”.
Es así. Quienes aceptan a Cristo experimentan un cambio de vida que no se puede explicar con palabras. Los pensamientos, los afectos, los gustos, el rumbo... todo cambia. Y son llamados “locos”.
Festo pensaba que las muchas letras, o conocimientos, habían trastornado la mente de Pablo. El diccionario define la locura como “la privación del juicio o del uso de la razón”. ¿Estaba Pablo privado de su juicio o del uso de su razón, o desacertado en su testimonio de vida? No, pero su encuentro con Jesús constituyó un impacto lo suficientemente fuerte para reflejar con convicción y seguridad sus argumentos.
Todos habían escuchado las maravillas que Pablo había experimentado; ese era su tema predilecto. Así, afirmando que emitía palabras de verdad, fue por más, y exhortó al mismo rey Agripa a que creyera y aceptara el mensaje de los profetas. “Profundamente afectado, Agripa perdió de vista, por un momento, todo lo que lo rodeaba y la dignidad de su posición. Consciente solo de las verdades que había oído, viendo al humilde preso de pie ante él como embajador de Dios, contestó involuntariamente: ‘Por poco me persuades a ser cristiano’ ” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles , p. 349).
Resulta que aquel “loco” no solo era un preso terrenal que presentaba su defensa, sino además un embajador celestial que cumplía su misión. Por algo el mismo Pablo diría a los corintios que la palabra de la Cruz es locura a los que se pierden, pero para los que se salvan es poder de Dios (1 Cor. 1:18).
¡Señor, danos más de estos “locos” como Pablo!
“Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos 26:28).
El vuelo 2933 de LaMia partió desde el Aeropuerto Viru Viru (Bolivia) hacia el Aeropuerto José María Córdova (Colombia) con 68 pasajeros y 9 miembros en la tripulación. Se estrelló el 28 de noviembre de 2016 a las 22:15, hora local. Entre los pasajeros, se encontraba el equipo de fútbol brasileño Chapecoense, que iba camino para jugar la final de la Copa Sudamericana 2016 frente a Atlético Nacional.
Solo seis personas sobrevivieron al accidente. Las investigaciones concluyeron que la causa del siniestro fue producto del agotamiento del combustible por un error humano. Esta es una historia muy triste, por la pérdida de tantas vidas jóvenes a causa de un accidente que podría haberse evitado. Cuando se estrelló, ya se divisaba la pista de aterrizaje. Faltaba muy poco para llegar, solo cuatro minutos. Casi se salvaron.
El 1º de febrero de 2003, el transbordador Columbia regresó de su misión. Después de pasar 16 días en el espacio, estaba a solo 15 minutos de aterrizar. Las familias se reunieron en Houston para dar la bienvenida a sus seres queridos. Pero, algo terrible sucedió. Un pedazo de aislamiento de espuma se desprendió y dañó una de las alas; y la fuerza y el calor hicieron que la nave se desintegrara y cayera en pedazos sobre Louisiana y Texas. Siete astronautas casi regresaron.
El Rey Agripa escuchó la predicación de Pablo, quien era un orador persuasivo, y presentaba el evangelio con un mensaje poderoso. Agripa entendió todo, pero dijo: “Por poco me persuades a ser cristiano”. He aquí un hombre medio convertido que no podía negar su fe en los profetas. A su lado estaba un gobernador pagano, quien había dicho unos momentos antes a Pablo que estaba loco. No sabemos el resultado de aquel testimonio de Pablo. Nadie se levantó, sino las autoridades, para dar por terminada la sesión. Agripa conservó su dignidad humana, pero a un alto precio: su propia alma. Él estuvo muy cerca, “casi” aceptó a Jesús; pero el “casi salvo” significa totalmente perdido. Si la salvación es lo más valioso que podemos experimentar, no alcanzarla es realmente la mayor tragedia.
Pensemos juntos. ¿Hay algún “casi” en tu vida o un “por poco”, que están dejándote afuera de todo? Casi fiel es nada fiel. Casi comprometido es nada comprometido. ¿Qué falta para que tu entrega y tu fidelidad sean completas? ¿Algo en tu corazón, en tu trabajo, en tus relaciones, en tu testimonio? ¿Qué falta para que te persuadas?
Por placentero que parezca el vuelo, lo realmente trascendente es llegar al destino.
“Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho” (Hechos 27:25).
En el capítulo 42 del libro Los hechos de los apóstoles, Elena de White relata con maestría el naufragio sufrido por Pablo, narrado en Hechos 27. En aquellos días, viajar por mar traía innumerables dificultades y peligros. Los viajes se efectuaban a la luz del sol y orientados por las estrellas. En tiempos de tormenta no se realizaban viajes, porque la navegación segura era casi imposible. Pero, en este relato, la travesía enfrenta una tormenta feroz, que termina en el naufragio del barco frente a las costas de Malta. Pablo soportó las penurias de ese largo viaje a Italia como preso encadenado.
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