La voluntad de morir
El suicidio entre los choles
Gracia Imberton Deneke
Agradecimientos
Introducción
Primera parte La región de estudio
I. La región de Tila: contexto histórico-social
II. Las cifras sobre suicidio
Segunda parte Entendimientos locales de la responsabilidad y la voluntad en el suicidio
III. Explicaciones causales y responsabilidad. Algunos casos
IV. Entendimientos locales sobre la voluntad
Tercera parte La dimensión social del suicidio
V. Los “problemas” y las envidias en la causalidad suicida
VI. Dimensión local, posiciones sociales y estrategias
VII. Cambios en los entendimientos locales sobre suicidio
Epílogo
Referencias
Notas
Créditos
Expreso mi gratitud a muchas personas que contribuyeron a la realización de este trabajo. Desarrollé esta investigación originalmente en el marco del programa del Doctorado en Estudios Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (Imberton, 2012b). A Roger Bartra, director de la tesis, le agradezco sus sugerencias y atinadas críticas, pero sobre todo el haberse aventurado a acompañarme en este proceso de investigación sobre un tema al que me acercaba por primera vez. A Pedro Pitarch le reconozco la buena disposición y paciencia que mostró siempre para escuchar y discutir mis ideas, así como sus muy valiosas recomendaciones y entusiasmo contagioso. A Sonia Toledo Tello, quien leyó y comentó detenidamente muchos borradores del trabajo, a la vez que permitió que la discusión del tema invadiera nuestras charlas cotidianas. Estoy en deuda igualmente con los otros miembros del Comité Tutoral, Mario Humberto Ruz, José Luis Escalona y Enrique Rodríguez Balam, porque sus cuestionamientos me llevaron a reflexionar sobre la problemática desde nuevos ángulos y a profundizar en los ya planteados.
Transformar la tesis en libro, en esta versión final, fue posible gracias al apoyo del Programa “Estancias Posdoctorales y Sabáticas al Extranjero para la Consolidación de Grupos de Investigación” del Conacyt. Este me permitió realizar una estancia en España, en la Universidad Complutense de Madrid, bajo la tutoría de Pedro Pitarch, quien nuevamente contribuyó con su mirada crítica a fortalecer este trabajo. Igualmente agradezco a Gemma Orobitg por haberme acogido gentilmente en la Universidad de Barcelona.
Otras personas, asimismo, me asistieron en la discusión de algunos capítulos del libro. Expreso mi reconocimiento a los compañeros del Seminario de Antropología del Poder: Anna María Garza Caligaris, Antonio Gómez Hernández y Patricia Ochoa, por sus observaciones y comentarios en varias sesiones. También obtuve sugerencias a capítulos de parte de Dolores Aramoni, Oscar Ramos y José Antonio Vázquez. A Isabel Neila Boyer le agradezco haberme introducido a la lectura de Laura Ahearn, así como sus comentarios sobre el trabajo. Reconozco el aporte relevante de James Staples y Tom Widger, editores del volumen Ethnographies of Suicide , pues con sus comentarios y críticas a mi artículo allí incluido me ayudaron a concretar la perspectiva analítica, a la vez que me acercaron a nueva bibliografía. María Fernanda Paz revisó detenidamente la versión completa del libro e hizo observaciones y sugerencias muy pertinentes y atinadas. Pablo Salmerón aportó observaciones editoriales para la introducción. Igualmente doy las gracias a muchas amistades que me hicieron llegar ensayos, trabajos de investigación y diversa literatura sobre suicidio: María Elena Fernández-Galán, Ana María Cofiño, Gaspar Morquecho, y a varios más que no puedo nombrar aquí.
De igual modo, estoy en deuda con el Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad Autónoma de Chiapas, institución donde laboro, por la ayuda prestada durante esta investigación. Agradezco al técnico en Cómputo, Emmanuel Ballinas, sus servicios para la realización de las gráficas y mapas del libro, así como del formato final.
A mis hijos, Jacinto y Damián, que me brindaron su cálida compañía (aun a la distancia) y fueron un apoyo vital durante este periodo, ¡¡mil gracias!!
En especial quiero agradecer a todos los pobladores de las localidades de estudio que me permitieron acercarme a sus vidas, y que compartieron conmigo tanto sus entendimientos y opiniones sobre el suicidio, a pesar de lo difícil y doloroso que podía ser, como muchas otras historias felices, además de momentos de alegría y rica convivencia.
La investigación sobre el suicidio me ha enfrentado a retos difíciles que no vislumbraba cabalmente al iniciar este trabajo. Mi interés por el tema fue surgiendo de forma inadvertida cuando los pobladores de la región de estudio me contaban, exaltados y con preocupación, los casos de muerte autoinfligida que se sucedían en las localidades propias y vecinas. Entonces investigaba una temática distinta, pero recuerdo el impacto que me produjo la pregunta de una mujer: “¿ya nos llegó el suicidio?”, como si se tratara de una epidemia contagiosa que llegaba de fuera y sobre la que no tenían control alguno.
Años más tarde, en 2003, cuando decidí realizar una investigación sobre esta cuestión e inicié el trabajo de campo, muchas de las pláticas con los pobladores traslucían sus esfuerzos ansiosos por aprehender las causas de este tipo de muerte y del incremento de casos, y eran la ocasión para formular peticiones desesperadas de ayuda. Los pobladores me solicitaban que “diera consejo” a los jóvenes (como antes “aconsejaban” las personas mayores con prestigio), y les explicara —o persuadiera, más bien— que la muerte no es la salida a sus problemas. Este libro busca hacer visible la problemática del suicidio en las localidades de Río Grande y Cantioc del municipio de Tila, Chiapas, y, al darla a conocer, espero responder en parte a su petición de ayuda, convocando a antropólogos principalmente, y a otros investigadores, académicos, organizaciones no gubernamentales (ong) e instituciones oficiales a hacer de este problema su objeto de estudio, a reflexionar y discutir sobre esta situación apremiante.
Quizás el reto más difícil tiene que ver con la naturaleza misma del suicidio. Albert Camus planteó en 1950 que “no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”, pues “juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía” (Camus, 1985: 3). Quitarse la vida, aparentemente el acto más personal e individual de todos, nos interroga en varios sentidos. Por un lado, acerca de los “juicios” —siguiendo a Camus— que habrá hecho la víctima para alcanzar esa decisión. Cuáles fueron los motivos y las circunstancias que llevaron a la muerte son las preguntas que nos hacemos todos —la gente cercana al fallecido y los estudiosos del fenómeno— y que intentamos responder. Pero establecer la causalidad del suicidio es precisamente uno de los aspectos más problemáticos. Aunque los investigadores acotemos el campo explicativo con instrumentos teóricos refinados y metodologías diversas, las conclusiones serán inciertas, necesariamente hipotéticas, apenas aproximaciones. Como resulta obvio, no es posible hablar con la víctima para conocer su punto de vista. Aun cuando puedan reconstruirse algunas de las circunstancias y hechos que rodearon este acto, no sabemos con certeza, por ejemplo, si la decisión de quitarse la vida fue meditada o resultado de un arrebato, de un impulso repentino; si hubo un hecho particular que desencadenó el final o fue más bien la suma de varios a lo largo del tiempo (y si fue esto último, por qué lo hizo entonces, y no antes, ni después); si la víctima deseaba morir o solamente llamar la atención.
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