Son mis dedos esclavos de la tinta y el papel, los que escribirán todo aquello que mi boca no quiere decir, porque es tímida y callada, pero ellos son atrevidos y no se avergüenzan. No sienten pena y les gusta escribir, mientras estos ojos se encuentran pasmados en plena medianoche, perplejos en recuerdos que no se van, pero que duelen como heridas en la piel.
Con la poesía podemos darle voz al alma. No siempre es perfecta. A veces es un misterio. Hay que sentirla para entenderla. Con ella surgen nuevos capítulos e ilusiones, porque estamos hechos para renacer, aunque el camino sea largo y algunas veces maltrecho.
Aquí describo las noches en que los sentidos se hicieron cómplices de un alma confundida, y escribieron mis poemas más delirantes.
Primera noche sin hablarme. Se ha marchado sin despedirse, y ni siquiera puedo esperar que me escriba. No veré nunca más esos ojos que amo y esa sonrisa que adoro por completo.
Esta noche será, sin dudar, la más larga y sé que no necesitaré café. Estoy desvelada y seguiré estándolo por largo, largo tiempo; porque el insomnio ha llegado despiadado y violento, como este sentimiento que me quema el alma.
El lamento de mi piel es por no haberse enredado un poco más con la tuya. No haberse escurrido entre tus noches con esa pasión que tan solo con una palabra provocabas. El lamento de mi alma, que te hayas metido demasiado profundo en ella.
Siempre tuve miedo a no volver a verte. Siempre tuve miedo a no tenerte… Y cuán acertado presagio, ese en el que pude ver que te irías.
Y te vi fugaz, como en un sueño,
y te abracé deprisa, con la corazonada
de que sería la última vez que te vería…
Lo vi venir, pero no pude evitarlo,
porque ese era el destino, tuyo y mío:
todo y nada, razón y locura…
Estoy rota y mi corazón sangrando.
Ni transfundirme podría salvarme
de este triste desenlace que,
aunque presentí,
confié que fuera de esos que solo te inquietan,
pero al final no se cumplen.
Qué errada estuve.
Y lloré, lloré, lloré sin sentido…
Y esperé, esperé, esperé,
sin saber qué esperar.
Y mis lágrimas fueron cuchillos
que desgarraban mis mejillas
y caían cual tormenta despiadada.
Y mis ojos ya no durmieron,
pero no sabían
que ese era apenas el comienzo
de un largo, pero largo desvelo…
Otra noche de desvelo, esperando al sueño que no llega. Deseando que esto sea solo una pesadilla. Las letras llegan a mi mente, empujadas por el huracán de mi dolor que necesita arrasar todo lo que esté a su paso. Devastar con violencia estos pensamientos que no pueden estar en calma.
Escribo y al mismo tiempo sujeto los pedazos de mi alma. Veo que esta noche promete un poema más…
Fue mi alma la que se enamoró de ti,
de tus demonios…
La que no pudo librarse de tus miradas,
de tus palabras, de tu piel.
Fue ella la que quedó atada a cada fragmento de ti.
Es ella la que no quiere dejarte ir,
la que quiere seguir persiguiendo tus sentidos,
tus desaires, tu desamor…
Es ella la que me tiene hundida en este insomnio,
que me martiriza y me somete.
¡Reclámale a ella!
Porque yo soy la víctima en esta historia.
Es ella la que te busca en cada parte de mi ser,
la que te tiene atado a mí sin sentido,
y no quiere soltar las cadenas.
Es ella la que alimenta mis noches de miedo y soledad,
con tu recuerdo.
Seguimos aquí, mi amigo insomnio y yo. No hay café. No es necesario. Quizás debería descorchar una botella de vino y servir una copa para disfrutarla con esta soledad abrumadora que me arropa.
Estoy planeando qué hacer mañana. Quizás tendré otra botella para degustar, o saldré al jardín a escuchar, lo que otra larga noche tendrá para contar.
Una luna eclipsada para mí.
Una noche como pocas,
larga y agitada.
El eco de las palabras que no dijiste,
pero imaginé.
No llamo a mis sentimientos,
porque ellos están perdidamente desequilibrados.
Están atormentados por la sombra de ese amor
que se esfuma entre esta triste y mortal noche.
Pero no es necesario llamarlos,
ellos están al acecho.
Aquí los tengo, sentados a la orilla de mi cama,
recordándome que apenas empieza
mi odisea por olvidarte,
que intentarlo será agotador.
“No es que no debas intentarlo”, me dicen,
mas, me advierten, que será una larga travesía.
No tengo técnica, ni creo que haga poesía. Solo este inmenso deseo de apaciguar el desconsuelo que me perturba desde hace ya tres noches, e insiste en dominarme, y al que no sé cómo responder, porque apenas lo estoy conociendo…
Leo a Benedetti, después los 20 poemas de amor de Neruda, y entonces desespero con su canción desesperada. Y me pierdo yo en esta melancolía, que me hace sucumbir y me deja en llanto. Ellos sabían hacer poesía, lo que yo no sé, pero intento, en mi afán por sacar todo esto que siento, o seguiré muriendo tan lentamente, que mis huesos se harán cenizas mientras me lamento. Tampoco sé lo que estoy haciendo, pero necesito la pluma y el papel para liberar estas ansias de escribirte. Leo a Coelho, para que el universo conspire y me alinee las estrellas, para que ellas se adueñen de mis noches y me inspiren a convertir esta tristeza en versos. Plasmo mis desvelos en esta hoja, esperando que la tinta alcance…
Me he sentado junto al tiempo a verlo pasar,
porque tengo muchas horas para compartir con él.
¿Qué podría hacer en estas horas,
donde solo escucho un mudo y frío silencio?
Lo observo correr y solo veo
cómo viene a llevarse esta alocada ilusión
que me ha puesto entre la espada y la pared,
entre si me hundo o me hago velero;
si me destruyo lento o me destrozo de un solo golpe;
si peleo contra este amor imposible
o me recuesto a morir en la orilla
de este inmenso silencio…
Esto va en serio. Ni una palabra has dicho. Tu indiferencia me está matando… ¿Cómo seré capaz de aguantarlo? ¿A quién le contaré mis absurdos? ¿Quién me hará estremecer los sentidos otra vez con esas palabras breves, pero intensas?
Solo quiero entender y luego, si pudiera, borrar estos sentimientos tan irrazonables, para que la mente se distancie largo tiempo del corazón. ¡Ojalá toda la vida!
Estoy en llamas, ¿cómo podré apagar mis emociones?
¿Cómo es que el corazón se llena cuando amas,
y por qué se niega a quedarse vacío otra vez?
La confusión me invade
y quiere secuestrar mis sentimientos.
No comprende cómo pudiste adivinarme,
no una vez, sino mil veces,
y ahora desapareces,
como si fueras polvo en medio de la brisa…
A lo mejor en algún breve momento,
nuestras mentes estuvieron conectadas,
solo por casualidad.
Esta noche estoy insoportablemente desquiciada. He amarrado mi cordura al pie de la cama. Me lleno de ansiedades, de preguntas sin respuestas, de dudas…
Si tan solo hubiese desviado la mirada y te hubiese negado ese beso. Si tan solo no te hubiese dejado entrar en mi vida y dejado ser dueño de mis sentimientos…
Hiciste que te mirara, hiciste que te admirara, hiciste que te amara, para al final escurrirte en tu cobardía. Te di mi corazón completo, tú me lo devolviste en partes que aún no he podido juntar.
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