Sin embargo, en 1973, la subida de precios del petróleo precipitó los acontecimientos. En Adís Abeba se produjeron huelgas, protestas y reivindicaciones y el ejército se amotinó.
Los soldados formaron el Comité de Coordinación de las Fuerzas Armadas (derg o « comité » en amárico), y detuvieron a ministros, personalidades y consejeros del emperador, a quien depusieron el 12 de septiembre de 1974.
El Consejo Administrativo Militar Provisional asumió el poder, disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución e instauró el socialismo. Durante el Derg, las luchas ideológicas y de poder fueron sangrientas. Tras haber liquidado a sus principales competidores, el coronel Mengistu Haile Mariam se proclamó jefe del estado en 1977. Empezó entonces una época de terror y purgas contra todos los enemigos declarados del régimen.
En julio de 1977 Somalia invadió Ogaden pero, ante la amenaza que suponía para Adís Abeba, los soviéticos ofrecieron ayuda militar a Etiopía. Con el apoyo de soldados cubanos y suryemeníes, las fuerzas etíopes atacaron a los somalíes, que se retiraron del país en marzo de 1978.
En el interior del país, la política de colectivización, el desplazamiento forzoso de las poblaciones como parte del programa de urbanización, así como el terror rojo, promovieron la oposición al régimen y la aparición de movimientos secesionistas entre los afar, somalí, oromo y, sobre todo, los tigraya. En 1975 se formó el Frente de Liberación del Tigray (FLT, que más tarde sería el FLPT), que luchó junto a los eritreos del FPLE, aunque sus esperanzas de autonomía pronto se vieron truncadas. En 1984 y 1985, una nueva hambruna, cínicamente fomentada por el gobierno en las zonas rebeldes, mató a cientos de miles de etíopes a pesar de la ayuda internacional. A partir de 1988, la Unión Soviética de Gorbachov rechazó cualquier ayuda militar adicional a Mengistu y en 1989 un golpe de estado fallido desestructuró el ejército completamente. Nada pudo obstaculizar la marcha de las fuerzas de oposición coligadas en el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) hacia la capital. Abandonado por sus aliados tradicionales y cuestionada su autoridad militar, el Negus rojo se exilió en Zimbabue el 21 de mayo de 1991. Siete días después, el FDRPE tomó Adís Abeba.
El camino hacia la democracia y la difícil integración regional (1991-actualidad)
En julio de 1991, el FDRPE y el FPL establecieron un gobierno de transición presidido por Meles Zenawi, que emprendió profundas reformas económicas. En 1993, los eritreos apoyaron la independencia de su territorio de forma masiva y este se convirtió en el 52 º estado africano, lo que puso fin —o eso se creía— a un conflicto entre vecinos que había durado casi treinta años.
En 1994 se proclamó la República Democrática Federal de Etiopía. Los etíopes acudieron a las urnas para votar a los 547 diputados que formarían la asamblea constituyente. Esta última estableció un federalismo étnico que otorgaba a cada región el derecho a la autodeterminación e incluso a la secesión. Tras las nuevas elecciones de 1995, Meles Zenawi ratificó su puesto para continuar la liberalización económica e intentar desmantelar los grupos secesionistas, el FLO en el país oromo y el FLNO en Ogaden, que seguían oponiéndose al federalismo del FDRPE. Etiopía denunció el apoyo que Eritrea y otros países de la región prestaban a estos grupos para desestabilizar su poder. Las relaciones con el vecino del norte se tensaron cuando Eritrea introdujo una nueva moneda cuyo tipo perjudicaba el comercio etíope. Estas tensiones reavivaron las disputas fronterizas alrededor de la ciudad de Badme y, en 1998, se reanudó la lucha. Los eritreos se adentraron en territorio etíope antes de ser expulsados por una contraofensiva en febrero de 1999.
Aunque Eritrea había rechazado el plan propuesto por las Naciones Unidas y la Organización para la Unidad Africana, Etiopía aprovechó su ventaja y ocupó, a su vez, las regiones del sur de Eritrea. El 12 de diciembre de 2000, se llegó a un acuerdo de paz en Argelia y se estableció una zona desmilitarizada entre ambos países controlada por las Naciones Unidas.
Con unas 120 000 víctimas y decenas de miles de desplazados, Etiopía (al igual que Eritrea) salió del conflicto muy debilitada y desacreditada para muchos mecenas internacionales y potenciales inversores. En abril de 2002, una comisión internacional emitió un fallo, en principio irrevocable, sobre la delimitación de fronteras, cuya demarcación física debía comenzar en octubre de 2003. Pero para Etiopía perder la ciudad de Badme a favor de su enemigo sigue siendo inaceptable y, por lo tanto, el problema parece no tener solución.
Una situación geopolítica regional conflictiva
demás de con Eritrea, Etiopía mantiene relaciones más o menos tensas con casi todos sus vecinos. Tanto Kenia como Somalia están acusadas de albergar campamentos de combatientes independentistas. La situación de guerra en Sudán durante las dos últimas décadas ha provocado la afluencia masiva de refugiados a la provincia de Gambela y esto ha provocado tensiones con las poblaciones locales. La independencia de Sudán del Sur permite esperar una solución al problema de los refugiados. Para Etiopía, las relaciones con Yibuti son vitales dada la importancia, a nivel comercial, del acceso al mar (y a los puertos) que representa este país. Por último, las condiciones de utilización de las aguas del Nilo son una fuente de desacuerdo con Egipto y Sudán: una grave crisis diplomática sacude actualmente el país debido a la construcción de la faraónica presa del Renacimiento en el Nilo Azul. En Somalia, tras retirarse del conflicto en 2007, Etiopía envió un cuerpo militar al país somalí en 2011 para luchar contra los extremistas islamistas de Al Shabab. Tras pacificar el sur del país, Etiopía comenzó a evacuar la región en 2013 y espera retirarse rápidamente de todo el país dejando que los AMISOM, tropas de las Naciones Unidas, tomen posiciones.
Renovación económica etíope
La situación política interna se tensó después de las elecciones de 2010, que devolvieron al poder al partido tigraya. Meles Zenawi, en el cargo desde 1991, se encontró con un escenario bastante agitado. De hecho, a pesar de la relativa calma en la que se desarrollaron estas elecciones parlamentarias, la oposición cuestionó la aplastante victoria del partido FDRPE (con más del 90 % de los votos).
La muerte de Meles Zenawi en agosto de 2012 sorprendió a muchos etíopes y surgió la amenaza de una gran crisis de sucesión. Pero por primera vez desde 1930, con el ascenso al trono del emperador Haile Selassie, se produjo una transición ordenada al frente del país con la llegada al poder del vicepresidente Hailemariam Desalegn, un hombre nuevo, investido en septiembre de 2012. Las rivalidades dentro de la coalición se estabilizaron, sobre todo con la llegada del nuevo presidente: Mulatu Teshome. La oposición, por su parte, continúa con su lucha interna. El despegue económico del país ha centrado la atención en el desarrollo urbano, la apertura del país al turismo y, sobre
todo, el auge de la industria textil. Recientemente, muchos gigantes de esta industria, previamente ubicados en China, han hecho las maletas y se han trasladado a Etiopía, donde la mano de obra es más barata y está mejor formada. Otro nuevo El Dorado es el mercado de flores cortadas. Actualmente Etiopía es el segundo país exportador de flores del mundo, después de Kenia.
Aunque Etiopía se mantuvo notablemente estable, el año 2016 estuvo marcado por las rebeliones oromo, reprimidas con sangre, especialmente cuando se masacró a cerca de 50 estudiantes en Ambo. Amnistía Internacional informó de casi 500 muertes en un año y de miles de presos políticos. La tensión disminuyó en 2017, y hay conversaciones en curso, pero el país no está a salvo de nuevos trastornos políticos.
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