Nombrada reina, Zauditu, hija de Menelik, se vio obligada a compartir el poder con el ras Tafari, hijo del ras Makonnen, gobernador de Harar y primo de Menelik. Deseoso de situar a Etiopía en la escena internacional, Tafari abolió la esclavitud y consiguió la entrada de su país en la Sociedad de las Naciones (SDN) en 1924, lo que, en teoría, la debía proteger de las ambiciones coloniales europeas.
Mitos e historia
La historia etíope es rica en leyendas, milagros y profecías, así como mitos fundadores que explican el nacimiento y la razón de ser de estructuras religiosas y políticas. Esta abundancia se debe a la profundidad temporal de la historia etíope: los vestigios monumentales de Axum, por ejemplo, han sido reutilizados y reinterpretados tanto por los reyes etíopes como por la Iglesia, y algunos bloques monumentales, ubicados dentro de los muros de la iglesia de Santa María de Sion, sirvieron como asientos en la coronación de los gobernantes. El hecho de que hayan coexistido muchas culturas también ha contribuido al intercambio de ritos y leyendas. Finalmente, las culturas cristiana y musulmana impusieron sus modelos, pero incorporaron muchas de las tradiciones de los pueblos que sometieron y asimilaron. Así, es posible que las numerosas historias en las que las vacas o los toros desempeñan un papel espiritual y simbólico tengan su origen en las culturas pastorales y no en un trasfondo cristiano común. Por último, el hecho de que la historia se haya transmitido, por un lado, a través de los textos en lengua ge’ez —lengua que sigue siendo impenetrable para la gran mayoría— y, por otro, que se haya transmitido oralmente en amárico, lengua compartida por todos, ha creado diferentes niveles de comprensión del pasado. Hay muchos intercambios entre la historia escrita y la oral, pero lo que está claro es que solo la tradición oral podía permitirse transmitir los elementos más oscuros de la historia oficial. Así, pasarán varios siglos antes de que se escriba la parte oculta de la historia del rey Fasilides. Este gobernante, conocido por restaurar la fe ortodoxa y fundar la ciudad de Gondar, también está asociado con algunas leyendas sangrientas y escabrosas. Una de ellas es digna de Las mil y una noches: con el cuerpo cubierto de vello tupido, Fasilides satisfacía sus deseos carnales cada noche con una mujer que mataba por la mañana, hasta que un día, conmovido por la oración de la más pobre de las esclavas de su castillo, comenzó a buscar su redención y construyó puentes sobre los principales ríos que rodean a Gondar para que su pueblo lo alabara y salvara con sus oraciones.
Así pues, comprender y escribir la historia a distintos niveles resulta, a veces, difícil. Al visitar iglesias y yacimientos históricos es habitual que el clero, los guías locales y los residentes compartan los aspectos legendarios y milagrosos de su historia antes que datos objetivos, que requieren un conocimiento real de la historia y la cultura para ser entendidos.
Reinado de Haile Selassie (1930-1974)
Cuando murió la emperatriz en 1930, Tafari se proclamó Negus y se coronó como el 256º rey de la dinastía salomónica. Asumió el nombre de Haile Selassie, que significa « poder de la Trinidad ». Instituyó un Parlamento cuyos miembros eran elegidos por él o por la nobleza, pero sus reformas beneficiaban esencialmente a la élite.
Distribuidos por todo el país, los partidarios de Mussolini promovieron conspiraciones para exacerbar las tensiones étnicas y desestabilizar así el poder. Allanaban así el terreno a la intervención italiana, que, basándose en un incidente menor entre los dos ejércitos, comenzaría el 3 de octubre de 1935. La indulgencia en las sanciones impuestas por la SDN y la neutralidad de las otras dos potencias coloniales de la región, Francia y Gran Bretaña, no hicieron sino promover esta agresión. Las tropas italianas, procedentes de Eritrea y de Somalia, tomaron la capital el 5 de mayo de 1936 y, unos días después, Mussolini declaró la anexión de Etiopía a las colonias italianas. Sabiéndose perdedor, Haile Selassie se exiló en Londres.
Nombrado virrey, el mariscal Graziani emprendió una sangrienta represión contra los arbegnoch (patriotas) que, en Choa, Gojam y Gondar dirigían una valiente guerra de guerrillas. En febrero de 1939, un intento de atentado contra Graziani desencadenó un verdadero pogromo contra la población de la capital. En pocos días, los Camisas Negras (milicias fascistas italianas) dejaron 10 000 muertos.
Esta barbarie no hizo sino reforzar la resistencia etíope hasta que en 1938 los ingleses y franceses ratificaron el tratado de « buena vecindad » con Italia, que le otorgó la soberanía sobre Etiopía. Pero la aparición del Duce, junto con la Alemania nazi en junio de 1940 cambió la situación radicalmente.
Los ingleses, ansiosos por asegurar el canal de Suez y el mar Rojo, finalmente respondieron favorablemente a las peticiones del Negus. Desde Sudán, las tropas británicas, la « Fuerza Gideon », dirigida por el mayor Wingate y el propio emperador, reunieron a partidarios etíopes. Aislados de sus bases europeas, los italianos se rindieron con dignidad y, el 5 de mayo de 1941, Haile Selassie entró en Adís Abeba como libertador, poniendo fin a cinco años de ocupación.
Dos tratados firmados con Gran Bretaña, en 1942 y 1944, restauraron la soberanía absoluta de Etiopía. En 1950, una resolución de las Naciones Unidas proclamó la autonomía de Eritrea, que estaba ligada a Etiopía por un vínculo federal.
Comenzó entonces una gran campaña de reconstrucción nacional, respaldada, en particular, por la ayuda estadounidense: se introdujo una nueva moneda, se creó Ethiopian Airlines en 1946, la Universidad de Adís Abeba abrió sus puertas y en 1955 se proclamó una nueva Constitución. Adís Abeba se convirtió en la sede de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA-1958) y de la Organización para la Unidad Africana (OUA-1962).
Sin embargo, a pesar de la modernización, el descontento siguió creciendo ante un poder sumamente autocrático y feudal. En 1960, aprovechando la visita del emperador a Brasil, un pequeño grupo de progresistas tramó un golpe de estado que se vio frustrado. Haile Selassie no se tomó la amenaza en serio e hizo oídos sordos a las ideas reformistas teñidas de marxismo que agitaban el medio estudiantil y campesino. Entonces empezó un período de quince años que precipitaría la caída del poder imperial.
La derogación del vínculo federal con Eritrea, simplemente anexionada a Etiopía en 1962, y la sustitución de la enseñanza del idioma local, el tigraya, por el amárico, encendieron las tentaciones secesionistas.
El Frente Popular para la Liberación de Eritrea (FPLE) luchaba por la independencia del país y contaba con el apoyo de Sudán, el Sudán Meridional y Siria, que consideraban que la política de Etiopía era antiárabe y estaba subordinada a la de Estados Unidos.
En 1963 se produjeron disturbios en la provincia de Ogaden, que exigía su vinculación a la Somalia independiente desde 1960. Etiopía envió tropas a la frontera para amenazar a Mogadiscio que, al no obtener un fuerte apoyo de su protector soviético, negoció un alto el fuego en marzo de 1964. Al mismo tiempo,
el gobierno llevó a cabo una represión sangrienta contra la rebelión de los campesinos oromo y somalíes en las provincias del Bale y Sidamo.
En Eritrea, la lucha se radicalizó con la creación del Frente Popular para la Liberación de Eritrea (FPLE), de tendencia marxista, que llevó a establecer el estado de emergencia en 1970.
La era revolucionaria (1974-1991)
Mientras que por todo el país crecía la ira contra la corrupción, la falta de una política educativa en las regiones no amáricas y la concentración de tierras en manos de una oligarquía, el gobierno fue incapaz de emprender las reformas económicas y sociales necesarias para restablecer la confianza. La administración, incompetente, infravaloró las hambrunas que asolaron el norte del país, en Shewa, Welo y Tigray, entre 1972 y 1974, y que empujaron a miles de campesinos a las ciudades.
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