Sixto Paz Wells - Egipto, la Puerta de Orión

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Egipto, la Puerta de Orión: краткое содержание, описание и аннотация

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Egipto, la Puerta de Orión es la tercera entrega de la saga El Santuario de la Tierra, donde nos encontramos ante una nueva aventura sobre los secretos del origen de la humanidad a cargo de la arqueóloga Esperanza Gracia.En las obras anteriores, El Santuario de la Tierra y El Códice Mexica, la joven investigadora va descubriendo la existencia de otras realidades, como la reencarnación o las vidas sucesivas, así como la de una predestinación que sitúa a cada persona ante una tarea previamente acordada o impuesta por jerarquías espirituales para ayudarnos a evolucionar y en el crecimiento colectivo de la humanidad hacia el conocimiento del origen, el por qué y el para qué de nuestra existencia.A través de las vivencias de Esperanza nos vamos familiarizando con la existencia de un gobierno oculto planetario y de una serie de sociedades secretas vinculadas a él, que laboran, unas para el despertar de conciencia de la humanidad, y otras para mantener la ignorancia y la inconsciencia general, asegurando con ello su dominio y control.

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Otro mayordomo la condujo a la biblioteca. Era un hombre mayor de expresión preocupada y cansada, alto y delgado, con poco pelo y canoso. Al ingresar en la biblioteca, el ambiente del lugar la envolvió; era como estar entrando en la sala de lectura de un antiguo monasterio o de una centenaria universidad europea; dos pisos de libros y documentos, desde muy antiguos hasta muy recientes.

Detrás de un inmenso escritorio de madera oscura se encontraba Aaron Bauer, hombre bajo y delgado de unos ochenta años, bastante calvo, mientras que al frente estaba Adam Weishaupt VI, individuo de unos sesenta años, sentado en un estado de tensión tal que parecía que estuviera esperando la salida de una carrera de caballos. Estaba en un pequeño sofá de cuero color café, que era parte de un juego de tres muebles similares. Weishaupt tenía abundante cabello gris y era más bien grueso, de altura media. Ambos iban vestidos con buenos trajes oscuros, camisas blancas y finísimas corbatas rojas de seda.

Al entrar Esperanza se pusieron de pie, dándole una bienvenida protocolaria y poco efusiva. Ni siquiera se acercaron a darle la mano y menos aún un beso en la mejilla.

Tomó primero la palabra Aaron Bauer dirigiéndose a la recién llegada con el rostro rígido, como queriendo controlar cada palabra.

–¡Doctora Esperanza Gracia!... ¡Sea usted bienvenida nuevamente! Qué pena que el clima no sea lo óptimo que hubiésemos querido. Esperamos que haya tenido un buen vuelo y un recorrido tranquilo en el coche que le hemos enviado a recogerla al aeropuerto.

–¡Sí, gracias; todo estuvo bien, aunque en el vuelo hubo muchas turbulencias por la tormenta!

–¡Asiento, por favor!...

Todos se sentaron y de pronto se hizo un largo silencio que imprimía en el ambiente una fuerte tensión, nada disimulada en los rostros de aquellos hombres, que parecía que iban a estallar en cualquier momento.

Ambos anfitriones empezaron a intercambiar miradas cuando el hielo se cortó al hacer Esperanza un comentario.

–¡Es un placer volver a verlos, caballeros! ¡Y muchas gracias de nuevo por todo el apoyo que me han brindado hasta ahora y por la confianza que tienen en mí!

El de mayor edad habló a continuación en un tono que no disimulaba la molestia y la frustración que sentía.

–¡El placer es nuestro, recordada doctora! La última vez que nos vimos fue al pie del monumento a Abraham Lincoln en Washington, ¿recuerda?

»Como bien sabe ya, somos inversores y a la vez representantes de una sociedad oculta que tiene claros y definidos intereses de supremacía sobre la humanidad.

»Pero no todos los Illuminati son los mal llamados ‘ángeles caídos’, doctora; solo lo somos la jerarquía, los que podríamos ser considerados el ‘nuevo orden’. Los demás constituyen el segundo nivel, que son aquellos que han nacido de nuestra descendencia en este mundo pero que no son como nosotros, que somos reencarnación directa; y el tercer nivel son aquellos que, por sus ambiciones y falta de escrúpulos, han sido reclutados para formar parte de nuestros cuadros más superficiales, y que vienen siendo los ejecutores de nuestros deseos y órdenes.

»El ‘nuevo orden’ es poco conocido, porque solemos mantener un perfil bajo, aunque manejemos las más grandes fortunas, que ni siquiera aparecen en la revista Forbes. Somos los que controlamos el sistema, los que dirigimos y cambiamos gobernantes, aunque tenemos que lidiar con la resistencia de la Hermandad Blanca terrestre.

»Quienes sospechan de nuestra existencia nos han venido en llamar ‘Los Arcontes’, aunque es una denominación que viene de los antiguos gobernantes griegos, y que luego dio paso al gnosticismo cristiano, que hacía referencia a los servidores del Demiurgo, el Dios Creador, que para nosotros es nuestro señor Lucifer.

»Nuestro gran lord reptiliano Satanás, Satán o Satanel de Orión, durante las Guerras Cósmicas en una poderosa transmigración incorporó a nuestra gran divinidad Lucifer o Luzbel, pero no contó con la presencia de una trasmigración anterior en un terrestre de…

»Pero estoy hablando demasiado. Dejemos el tema aquí.

»Volviendo a usted, desde un inicio nos pareció una interesante y prometedora inversión. El tiempo demostró su capacidad y potencial en el terreno, que fue superior a todo lo previsto, confirmándonos el acierto de nuestra elección. Logró cosas que muchos de nosotros no hubiéramos soñado ni hubiéramos sido capaces de realizar.

»Usted tiene más agallas que muchos hombres, una inteligencia superior en cuanto a capacidad deductiva y una intuición femenina que raya en lo paranormal.

–Sin duda, como dice Aaron –le interrumpió Weishaupt–, usted Esperanza rebasó nuestras expectativas. El problema es que piensa demasiado y por su cuenta, por lo que sus demostraciones de lealtad a nuestra causa han sido relativas y contradictorias.

–¡Así es!... –intervino nuevamente Bauer, quien volvió a levantarse de su asiento colocándose delante de su escritorio.

–Usted, querida doctora, ha resultado ser un pozo riquísimo de petróleo, pero con tanto gas en su interior que podría estallar en cualquier momento o provocar un terrible e incontenible incendio, y como tal, tenemos que andarnos con cuidado con su persona. No podemos permitir que nos perjudique y termine haciendo las cosas por su cuenta.

Esperanza, que permanecía callada y observando, se hallaba sentada en un sofá de tres cuerpos con las piernas elegantemente cruzadas. De inmediato entró en la biblioteca el mayordomo con una fuente de plata con copas de cristal, pero Aaron Bauer reaccionó violentamente dando un manotazo en su escritorio y alzando la voz, casi vociferando.

–¡Ahora no, Charles! ¡No nos interrumpas! ¡Retírate!

»A ver, ¿en qué estábamos?... ¡Sí! Esto ya lo habíamos hablado la vez anterior, pero es bueno reiterarlo.

»Al final de la expedición de Rapa Nui usted conservó, sin informarnos ni consultarnos, algunas piezas y materiales extraterrestres que guardó para sí y que finalmente terminó entregando a un militar chileno de su confianza. No lo niegue, doctora.

–¡No lo niego, señor Bauer!

–¡¿Y entonces por qué lo ocultó?!

–¡Porque consideré que era importante investigarlo por mi cuenta!

–¡Ves, Aaron, por qué no podemos confiar en ella! Piensa por su cuenta y toma decisiones sin consultar! Eso es peligrosísimo porque nos puede perjudicar sobremanera –intervino Adam.

–A ver, doctora, ¿qué parte no entendió cuando nosotros le pedimos discreción y absoluta lealtad al emprender nuestros encargos? –exclamó, recriminándola, Bauer.

–¡Yo les dije que en lo relativo a trabajar para ustedes iba a pensarlo, pero no que aceptaba todos sus términos! ¡Soy científica y la ciencia y el conocimiento no se venden, y aunque si bien es cierto que los mismos requieren prudencia para cualquier pronunciamiento, a la vez necesitan libertad de acción para poder profundizar y compartir los descubrimientos! Así otros científicos también pueden complementarlos con sus aportes. Y ustedes se ve que no están nada deseosos de hacer ciencia, ni de compartir nada.

»Hasta ahora he trabajado con ustedes, pero no para ustedes. Si no les parece, o consideran que no soy la persona adecuada para continuar, busquen a alguien mejor que yo que sea compatible con sus intereses.

»En Rapa Nui ustedes me financiaron para que confirmase y profundizase en mis teorías sobre el poblamiento de la isla. La conexión extraterrestre la descubrí yo sola y por mí misma; ustedes nunca me advirtieron al respecto. Así que no me pueden reclamar nada, pues les di más de lo que me pidieron.

–¡Sí, eso se puede entender! Pero cuando usted, Esperanza, regresó de la selva amazónica no nos reportó, y le recuerdo que nosotros habíamos financiado su expedición, no solo para tener la gloria de su descubrimiento sino para llegar a conectar con algo de allí que nos interesaba. Es más, difundió abiertamente los resultados de la expedición sin consultarnos y aceptó la invitación del jesuita Dante Antonioni para ir a Roma, y hasta reunirse con el General de la Orden jesuita y con el mismísimo papa para contarles a ellos antes que a nosotros los alcances del periplo. ¿Sabía usted que los jesuitas son el Servicio secreto del Vaticano? Ellos se hacen llamar «La Santa Alianza» y no tienen escrúpulos.

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