1 ...7 8 9 11 12 13 ...16 Factores contextuales e individuales percibidos relacionados al bienestar personal de adolescentes mexicanos2
Sandybell González Lugo
José Concepción Gaxiola Romero
La psicología de la salud se interesa en los factores psíquicos y sociales relacionados en el proceso salud-enfermedad (Díaz, 2010). Este interés incluye la evaluación de la salud mental con indicadores positivos y no solo los asociados al déficit (Ryff, 2016; Sanjuán y Ávila, 2016). Según la Organización Mundial de la Salud, la dimensión positiva de la salud mental se refiere al bienestar emocional y psicológico (Schütte, Chastang, Parent-Thirion, Vermeylen y Niedhammer, 2014), por lo tanto, el estudio de estos elementos es relevante para comprender la salud mental de manera global y no solo su componente negativo.
Los estudios de bienestar se han dividido en dos enfoques, el de bienestar subjetivo compuesto por la satisfacción con la vida, altos afectos positivos y bajos afectos negativos (Deci y Ryan, 2008), y el de bienestar psicológico, bajo una perspectiva del desarrollo del potencial humano, que incluye la auto aceptación, las relaciones positivas, el crecimiento personal, los propósitos de vida, el dominio del entorno y la autonomía (Ryff y Keyes, 1995). Ambas perspectivas están relacionadas (Díaz, Stavraki y Blanco, 2015; González-Villalobos y Josefa, 2017). Aunque otros autores señalan que el bienestar subjetivo y psicológico comparten entre el 35 y 76% de la varianza, y sugieren su evaluación conjunta (Moreno y Marrero, 2015).
La cercanía conceptual entre el bienestar subjetivo y psicológico llevó a proponer el constructo bienestar personal (Díaz, Blanco Durán, 2011), conformado por el bienestar subjetivo (bienestar psicológico y físico) material y social (Corral, Frías, Gaxiola, Fraijo y Corral, 2014).
En América Latina se tiene poco conocimiento sobre el bienestar personal de niños y adolescentes (Alfaro et al., 2014). Su estudio, debería considerar la interacción entre características personales del adolescente y su medio ambiente en un enfoque multinivel (Vescovelli, Albieri y Ruini, 2014). Durante la adolescencia, se adquieren recursos físicos, cognitivos, emocionales y sociales que sentarán la base para la salud y bienestar en etapas y generaciones posteriores (Patton et al., 2016). Una de las variables que más impacta el desarrollo psicológico del adolescente es la familia, considerada la primera institución humana proveedora de apoyo y seguridad, cuyas relaciones y funcionamiento positivo promueven la salud mental (Sruthy y Naachimuthu, 2017). La cohesión familiar, la aceptación, expresiones de cuidado y afecto se asocian al bienestar psicológico del adolescente (Kaneez, 2015). Entre más positivas sean las relaciones familiares mayor será el bienestar subjetivo, mientras que éste decrece si dichas relaciones son negativas (Navarro et al., 2017).
Además, la familia influye en la expresión de conductas como el afrontamiento. La percepción de un inadecuado funcionamiento familiar se asocia al uso de estrategias de afrontamiento desadaptativas (Francisco, Loios y Pedro, 2016). Por su parte, las estrategias de afrontamiento efectivas, centradas en la solución de problemas contribuyen al bienestar subjetivo y psicológico (Sanjuán y Ávila, 2016), y aquellas centradas en la emoción o evasivas, como el culparse o reservarse el problema para sí mismo, se relacionan con un menor bienestar personal en adolescentes (Viñas Poch, González Carrasco, García Moreno, Malo Cerrato y Casas Aznar, 2015).
Para hacer uso de estrategias de afrontamiento efectivas, es importante la flexibilidad psicológica, serie de procesos que implican la reconfiguración de recursos mentales, el cambio de perspectiva y el equilibro de deseos y necesidades (Kashdan y Rottenberg, 2010). La flexibilidad involucra la habilidad de adaptarse a demandas emocionales y situacionales (Moyer y Sandoz, 2015), lo que remite al estudio de la resiliencia.
La resiliencia en la adolescencia se asocia al bienestar general compuesto por las áreas física, emocional, social y escolar (Patil y Adsul, 2017). El estudio de la resiliencia es pertinente, debido a la influencia que puede tener un contexto de riesgo en el desarrollo del adolescente, conllevándolo a participar en conductas antisociales como el consumo de sustancias, depresión, ansiedad, entre otros resultados desadaptativos (Dooley, Fitzgerald y Giollabhui, 2015; Fine, Mahler, Steinberg, Frick y Cauffman, 2017; Kassis, Artz, y White, 2017; Siennick, Widdowson, Woessner, Feinberg y Spoth, 2017).
Sin embargo, no todos los factores de riesgo culminan en consecuencias negativas (Corral et al., 2014); en tales casos, las disposiciones a la resiliencia juegan un importante papel al probabilizar la adaptación (Gaxiola, 2015). Algunas de estas disposiciones son la orientación a la meta, el optimismo, la autoeficacia, la religiosidad, la perseverancia, el sentido del humor y la actitud positiva (Gaxiola, Frías, Hurtado, Salcido y Figueroa, 2011). Para enfrentar las circunstancias adversas, el ser humano utiliza este tipo de disposiciones desarrolladas históricamente y sus recursos situacionales para enfrentar eventos difíciles (Gaxiola, 2015). Dichos recursos se consideran factores protectores, debido que disminuyen el efecto de factores estresantes (Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla, 1997).
Adolescentes con experiencias adversas en su niñez, tienen menos probabilidad de referir altos niveles de bienestar (emocional, social, conductual), pero factores protectores como pertenecer a un vecindario y escuela seguros pueden mediar parcialmente dicha relación (Moore y Ramírez, 2016) . Características positivas del entorno como la limpieza de la escuela puede ser un predictor de bienestar subjetivo (Galli, Castellá-Sarriera y Bedin, 2016), por otro lado, diferencias en el bienestar de adolescentes son atribuibles a la calidad de la infraestructura de los centros escolares (Cuyvers, De Weerd, Dupont, Mols y Nuytten, 2011). Estas relaciones son consistentes a nivel del vecindario, adolescentes que viven en áreas con desventajas económicas tienden a registrar más depresión, mientras que la promoción de apoyo social en las familias y en los vecindarios puede disminuir la angustia y promover la esperanza (Cheng et al., 2014).
Otros estudios indican que altos niveles de apoyo percibido por parte de la familia y amigos en adolescentes de 12 a 15 años, se asocian a su bienestar personal, al predecir su satisfacción con la vida (Rodríguez-Fernández, Ramos-Díaz, Ros, Fernández-Zabala y Revuelta, 2016). Distintas fuentes de apoyo provenientes de la familia, amigos y profesorado explican una proporción importante de la varianza en algunas escalas de bienestar subjetivo, según análisis de regresión (Azpiazu, Esnaola y Sarasa, 2016) y modelos estructurales arrojan resultados similares (Gutiérrez y Gonçalves, 2013). El apoyo familiar tiene efectos directos e indirectos sobre el bienestar psicológico, mientras el de amigos efectos indirectos, ambos mediados por la variable autoestima (Gardner y Webb, 2017). En este sentido, la relación entre el apoyo social y el bienestar podría ser una relación indirecta, mediada por variables individuales que son promovidas a partir del apoyo y que impactan el bienestar del adolescente (Li et al., 2014).
Por lo anterior, el objetivo del estudio fue generar un modelo de variables contextuales e individuales relacionadas con el bienestar personal percibido de adolescentes mexicanos que asisten a escuelas con distinto grado de marginación social. En la figura 1, se describe el modelo hipotético donde se señalan las relaciones esperadas entre las variables.
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