La exploración reflexiva de estos sucesos hace posible también conocer una serie de aspectos de la sociedad neogranadina que no aparecen muy a menudo en la historiografía colonial. Asimismo, indagar la historia del suicidio puede aportar elementos clave para comprender la actitud contemporánea frente a esta conducta y las sensibilidades que compromete y despierta.
El suicidio no solo es misterio, también es tabú. Es una conducta arcana, enigmática y de difícil comprensión, relacionada con la prohibición. El tabú se funda en una interdicción, es aquello (cosa, objeto, persona, palabra) que se sustrae al uso corriente porque está investido de una potencia sagrada o sobrenatural. Su transgresión genera consecuencias graves en quien la hace, es amenazado por un grave peligro o por una calamidad. El tabú lingüístico, la restricción de pronunciar una palabra, puede ser provocada por el miedo, el decoro o la delicadeza. El tabú del que es objeto la palabra “suicidio” (y la conducta) es producido por el temor a las fuerzas sobrenaturales que desata e incita a que la palabra se evite y se reemplace por otras (eufemismos) que desplazan esa conexión con el peligro que pondría en escena la pronunciación de la palabra tabú. Asimismo, el tabú es contagioso, por lo que es preciso un rito de purificación para conjurarlo. En el léxico de todas las sociedades, existen variados tabúes lingüísticos, cuya evasión o sustitución pretende atenuar la potencia negativa de las palabras que inspiran temor o rechazo. 2El pudor para hablar del suicidio tanto en el presente como en el pasado está enraizado en sistemas de valores y creencias remotos, complejos y profundos que se estudiarán en esta obra.
El suicidio conduce a una constelación intelectual enlazada, entre otras, con la percepción de un tipo de muerte (la muerte voluntaria), en una época y un lugar determinados, y con una manera de encontrarse, desde la historia, con el sufrimiento. Este asunto está relacionado con preocupaciones muy lejanas en el tiempo; los problemas que se han estudiado desde hace más de quince años están vinculados entre sí y unidos también a este nuevo trabajo. Una parte del libro Suciedad y orden (2007) trató sobre la muerte: 3se realizó el análisis del desplazamiento de los cementerios fuera de las iglesias y las ciudades en el Nuevo Reino de Granada. En ese contexto, se exploraron temas que volverán a aparecer en esta investigación desde otra perspectiva, pues para comprender la muerte voluntaria será necesario interrogarse también sobre la historicidad de la actitud ante este tipo de muerte y ante el cadáver, y sobre la transformación de algunas prácticas funerarias, entre otras. Posteriormente, Geografía de la lamentación (2012) 4exploró el mundo hospitalario neogranadino que estaba impregnado ineluctablemente de la naturaleza misma de la institución: ser un lugar donde se encontraban la pobreza, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. En este sentido, la pregunta por la muerte y por el sufrimiento vuelve a ser planteada aquí, pero desde un punto de vista distinto.
La investigación se inscribe dentro de la historia cultural y de las sensibilidades. Sondea el mundo de percepciones y de sentimientos de los hombres y de las mujeres del pasado frente a las conductas “suicidas”, lo que implica, de cierta forma, un esfuerzo de vinculación de la psicología con la historia; también aspira a poner en evidencia lo difícil que resulta interrogarse sobre el acto de autodestrucción. Se trata de un problema perturbador, que invade con insistencia tanto la conciencia como la vida cotidiana.
El fenómeno del suicidio ha sido estudiado desde diferentes ópticas y saberes, para distintas épocas y lugares, pero no ha gozado de la misma importancia en la historiografía neogranadina, ni hispanoamericana colonial. Se han realizado, sobre todo, investigaciones concisas y breves sobre el significado de la muerte voluntaria para algunos grupos étnicos en determinados periodos (diversas comunidades indígenas, ciertos grupos de africanos traídos como esclavos a la América española), durante los primeros tiempos de la Conquista y en el periodo de la trata de esclavos, pero hay muy pocas obras que aborden específicamente el problema del suicidio en otros momentos. Solo recientemente aparecieron algunos libros y tesis muy interesantes respecto del suicidio esclavo en Cuba y en los Estados Unidos. Los trabajos realizados en este último país, aunque no pertenecen a Hispanoamérica, han alimentado discusiones interesantes sobre el asunto, especialmente en relación con el suicidio de los esclavos. 5Es también una cuestión que ha sido estudiada para el Brasil colonial. 6En la mayoría de la bibliografía sobre el problema en el mundo colonial español, el suicidio aparece como un aspecto más que evidencia la resistencia de los grupos africanos o indígenas sometidos a servidumbre y a maltrato, o sus creencias ancestrales al respecto. 7El estudio de la muerte voluntaria en sectores diferentes de los mencionados, como los españoles, los criollos o los mestizos, permanece marginal. 8
Esta exploración abarca no solo el homicidio de sí mismo (suicidio consumado), también las prácticas relacionadas con él (tentativas) y las reacciones que tales comportamientos desencadenaban en la sociedad de entonces. ¿Cómo eran explicados o juzgados? ¿Cómo lo enfrentaban las autoridades criminales y eclesiásticas? ¿Cómo y por qué se castigaban? Se entiende como tentativa la “acción con que se intenta experimentar, probar o tantear una cosa”. 9Algunos conciben el intento de suicidio como un llamado, como un signo de alguien que aún espera respuesta, hasta un umbral, que, una vez superado, se convierte en efectivo. 10El trabajo no se detendrá en el estudio del “suicidio institucionalizado”, como el del soldado vencido que se mata por honor o de formas como el duelo que son casos sometidos a rituales previstos con solemnidad. Tampoco se ocupará de los procesos de suicidio conocidos por el Tribunal de la Inquisición. 11
A pesar de la importante dimensión psíquica del fenómeno estudiado, esta investigación no aspira a examinar la existencia mental de quienes se quitaron la vida o de quienes buscaron hacerlo. Aunque es equivocado pretender, como lo sugiere una buena parte de la literatura psiquiátrica, que la mayoría de los suicidios tienen una raíz patológica, 12sí es evidente que, en algunos casos, la motivación se debe a una perturbación mental. Múltiples registros casuísticos demuestran que no es posible ligar el suicidio siempre con una patología o con una enfermedad específica como la depresión. 13Pensar la muerte voluntaria siempre como resultado directo de una enfermedad mental es reduccionista, de una excesiva simplificación, cierra la pregunta por los motivos y esconde los sufrimientos de distinta naturaleza que han agobiado a los seres humanos a lo largo del tiempo.
La exploración de algunos rasgos de la vida y, sobre todo, de la muerte de personas, en su mayoría anónimas, ignotas y ocultas, que, en general, constituían solo un registro difuso en los archivos de la administración de justicia (si acaso), pone de presente, entre otros, el problema sensiblemente planteado por Michel Foucault en “La vida de los hombres infames”, cuando anotaba que deseaba estudiar “una antología de vidas” de hombres signados por la adversidad, que eran, al mismo tiempo, “existencias contadas en pocas líneas o en pocas páginas, desgracias y aventuras infinitas recogidas en un puñado de palabras”. 14
Las situaciones dramáticas que se registran en los expedientes legales, en que alguien que intenta quitarse la vida es puesto frente a la máquina judicial que busca descifrarlo y juzgarlo, pero que, sobre todo, lo castiga, vuelve su vida aún más desgraciada de lo que era. Asimismo, la confiscación de los bienes o la condena a infamia que sufre el cuerpo de quien se suicida muestra estas escenas como piezas de una siniestra tragedia. El contacto con el poder empapa estas realidades de más miseria y crueldad. 15
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