−¿Por qué no echas una moneda como cuando eras niño?
A lo cual el joven respondió:
−Antes la arrojaba porque era tuya, pero ahora que trabajo y sé lo que cuesta ganar dinero, sería muy tonto si lo tirara.
§
Un hombre fue a la sinagoga a solicitar el puesto de shámesh, pero no lo obtuvo porque no sabía leer ni escribir. Sin trabajo, el pobre se dedicó a ropavejero. Pronto su negocio prosperó y se convirtió en un rico comerciante.
Tiempo después, volvió para dar un donativo, y los dirigentes del templo le preguntaron:
−¿Cómo es posible que después de haberlo rechazado nos quiera usted ayudar?
El magnate contestó:
−Precisamente por eso, pues si ustedes me hubieran dado el puesto, seguiría siendo un pobre shámesh.
Mística
Los viernes, en la sinagoga, una congregación jasídica solía cantar alabanzas para recibir el Shabes. En la comunidad había zapateros, carpinteros y en general gente muy sencilla. Una noche tuvieron el honor de recibir la visita de un jazn (cantor profesional). Su voz era tan hermosa que poco a poco los fieles dejaron de entonar sus cánticos y guardaron silencio para escuchar el recital. Esa misma noche el rabino tuvo un sueño. Los ángeles se le aparecieron lamentándose de que la noche del sábado no habían escuchado las bellas melodías de costumbre. El rabino respondió que no se había podido, ya que un jazn profesional había entonado los cantos con su potente voz.
−Es posible −respondieron los ángeles−, pero aquí en el cielo no se oyó nada.
§
Un joven hereje se acercó al rebe jasídico de Kotzk y le preguntó:
−¿Dónde vive Dios?
El rebe le contestó:
−En cualquier lugar donde lo quieran recibir.
§
Año con año, Móishele, el aguador, solía ir a Lublin a pasar Rosh Hashone. Sabía que el rebe lo recibía como a un príncipe y de esa manera recobraba fuerzas para resistir todo el año.
En una ocasión, llegó a Lublin la víspera de la fiesta y, a diferencia de otros años, el rebe lo recibió con frialdad.
−Móishele, no te puedo recibir −dijo−. Regresa a tu pueblo inmediatamente.
−Pero, rebe...
−No discutas, ¡es una orden! ¡Regresa a tu pueblo de inmediato!
Y entonces el rebe, que solía ser tan cariñoso, le cerró la puerta en las narices.
Ante tan inesperada e incomprensible actitud, Móishele sintió que el mundo se derrumbaba a sus pies y, con el corazón destrozado, emprendió el camino de regreso. Al anochecer se detuvo en una posada, donde se encontró con un grupo de jasidim. Estos hombres estaban relucientes de alegría ante la idea de reunirse con su amado rebe de Lublin. Móishele entró y se sentó en una mesa del rincón, triste y abatido. Al verlo, los jasidim lo invitaron a sentarse con ellos.
−¿Por qué estás tan triste? −le preguntaron.
−No entiendo qué pasó. Hoy mi benefactor, el rebe de Lublin, me prohibió el acceso a la sinagoga y me ordenó que regresara a mi pueblo justo en la víspera de la fiesta.
Los jasidim lo invitaron a bailar, cantar y brindar. Todos lo bendijeron y le desearon larga vida. Cantaron y bailaron con tal fervor, que contagiaron a Móishele, cuya tristeza se desvaneció milagrosamente.
Al amanecer, los jasidim invitaron a Móishele a regresar con ellos a Lublin. Lo rodearon entre todos y lo obligaron a subir a la carreta.
Al llegar a la sinagoga de Lublin, Móishele advirtió que el rebe estaba en la puerta. En cuanto vio al aguador, el rebe se precipitó sobre él, lo abrazó y le dijo:
−¡Me da tanto gusto que hayas regresado! Te esperaba, amigo mío.
Confundido, Móishele preguntó:
−Pero si ayer me echaste de la sinagoga, ¿por qué hoy sí me recibes?
El rebe le respondió:
−Ayer, cuando cruzaste el umbral de la sinagoga, vi al ángel de la muerte sobre tu cabeza. Pensé que era mejor que regresaras a tu pueblo a pasar tus últimos instantes al lado de tu mujer y de tus hijos. Pero cuando te encontraste a los jasidim, con la fuerza de sus cantos y el gozo de sus bendiciones hicieron que el ángel de la muerte se alejara. ¡Te espera una larga vida! ¡Lejáim y bienvenido!
§
Jaim, de siete años, subía una escalera eléctrica de la mano de su papá. De repente, al padre se le ocurrió subir por la escalera que descendía.
−Papá, no puedo, es muy difícil subir cuando la escalera baja.
Pensativo, le dijo a su hijo:
−Qué verdad tan grande has dicho. Así es la vida: es fácil subir si la escalera sube, pero es difícil si baja. Este mundo es como una escalerota que desciende. Nosotros tenemos que tratar de subirla. Si nos quedamos parados, ella sola nos llevará abajo.
§
Rójele le preguntó a su abuelo:
−¿Por qué algunas personas cuando enriquecen se vuelven egoístas?
El abuelo la condujo a la ventana y le preguntó:
−¿Qué ves a través del cristal?
−Gente −contestó Rójele.
Entonces el abuelo la llevó frente al espejo y le preguntó:
−¿Qué ves ahora?
−Me veo a mí misma.
−¿Ahora entiendes? −dijo el abuelo−. Cuando ves a través de un cristal, ves a otras personas, pero si el cristal está cubierto con un poco de plata, sólo te ves a ti misma.
§
Había una vez un judío polaco muy pobre que arrendaba tierras al señor feudal. Un día se vio en aprietos y no pudo pagar la renta, por lo que no le quedó más remedio que ir a pedir una prórroga. Apesadumbrado, se despidió de su esposa y se encaminó al castillo, pero apenas puso un pie en el patio, unos feroces perros se abalanzaron sobre él, lo mordieron y le desgarraron toda la ropa. Por azares del destino, el noble había presenciado el ataque desde una ventana, así que se compadeció de aquel pobre hombre y decidió perdonarle la deuda.
Maltrecho y adolorido, pero feliz, el judío regresó a casa y le contó a su mujer lo que había sucedido. Ella empezó rápidamente a maldecir al señor feudal y a los perros, hasta que el hombre la detuvo:
−Calla, mujer, no maldigas. ¿No te das cuenta de que no eran perros, sino tu papá y mi mamá −que en paz descansen−, que vinieron del otro mundo para ayudarnos?
De la bobe Jaye, Clara Peretzman de Gurvich
Mujer judía, madre, abuela, maestra y cuentacuentos de corazón, Jaye nació en Kruk, Lituania, una pequeña aldea con una sola calle habitada por judíos. En ese entorno rural se inspiró para dedicarse a lo que más le gustaba: aprender y compartir los conocimientos de nuestros sabios, úndzere jajómim, como ella solía decir.
A los 12 años dejó su casa, su familia y su calle judía para ir a estudiar al gimnázium (secundaria-preparatoria) en Teldz y más adelante se trasladó a la entonces capital lituana, Kovne, donde ingresó en el seminario hebreo para maestros. Mientras estudiaba en el seminario, recibió una carta-invitación para trabajar en el Colegio Israelita de México y así llegó al que sería su nuevo país en 1932. Fue maestra de ídish de las primeras generaciones de niños judíos en México e impartió clases de Historia Judía.
A continuación, algunas de las frases e ideas que nuestra madre nos repetía, y que con toda seguridad tienen su origen en la sabiduría popular o algún libro sagrado.
Máximas para tener a la mano
“Más vale un marido de plata que cinco hijas de oro”.
“Cinco dedos tengo en la mano,
todos son diferentes pero a todos los necesito
y quiero por igual”.
“La mejor mentira es la verdad”.
“El gusano que vive en una raíz amarga cree
que ésta es dulce”.
“¿Quién es feliz? Aquel que está contento con lo que tiene”.
“Tengo lo que necesito y necesito lo que tengo”.
“Tengo más carne, como menos pan, tengo menos carne como más pan”.
Читать дальше