Los evangelistas recogen la mirada compasiva de Jesús en muchas ocasiones. Jesús miró conmovido a la viuda que lloraba por su hijo único. Jesús miró a la multitud y se compadeció, porque «estaban como ovejas sin pastor»; miró al ciego que estaba en el borde del camino y enseñó a nunca ser sordos ante los hermanos que están al margen; miró a Pedro con amor cuando lo negó y miró a su madre desde la cruz, y desde allí nos confió a su cuidado.
La mirada de Jesús va más allá de las apariencias. Es una mirada que nace de un corazón limpio, sin ideologías exclusivas ni rivalidades. Es una mirada compasiva.
Decía Valle-Inclán que «las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos» 19. Para tener consistencia, la mirada sobre la realidad se transforma en relato, en memoria. Es interesante recordar cómo los griegos, para mencionar el concepto de «verdad», hacían uso del término alétheia, que literalmente significa el «no olvido», es decir, el recuerdo. Y, si no hay recuerdo, las cosas, las personas, son, pero no existen para nosotros.
La narrativa bíblica no solo cuenta la historia de una liberación; también hay una memoria de las víctimas y de la reivindicación de sus derechos pendientes. Es necesario hacer memoria del sufrimiento de las víctimas, precisamente porque sus derechos no pueden quedar en el olvido, sino que deben ser reparados en el futuro.
La historia establece hechos que son evidentes e irreversibles. La memoria, en cambio, no tiene la capacidad de cambiar los hechos, pero sí su significado. Lo que fue una ofensa, gracias al perdón puede convertirse en reconciliación. Cualquier relato enseña que no solo hace falta mirar con el corazón a los excluidos, sino hacer memoria de lo que se ha visto y oído.
Los educadores deben ayudar a sus alumnos a mirar la realidad sin prejuicios ni ideologías excluyentes. Han de ayudar a los alumnos a profundizar en las causas de la exclusión social y, sobre todo, les invitarán a narrar lo que han vivido en el encuentro con los pobres.
Para García Roca, la «escuela popular ha de custodiar y transmitir la memoria de los vencidos, de los olvidados. El rechazo de lo intolerable, vivido como ejercicio de memoria, se convierte en el gran proveedor de la dignidad» 20.
Bárcena y Mèlich proponen una pedagogía de la radical novedad que «busca tomar como punto de referencia el desecho de la Ilustración, sus márgenes y sus víctimas. En la relación educativa, el rostro del otro irrumpe más allá de todo contrato y de toda reciprocidad. No es una relación contractual o negociada, no es una relación de dominación y de poder, sino de acogimiento» 21.
Filósofos como Hannah Arendt, Emmanuel Lévinas y Paul Ricoeur afirman que la construcción de la identidad personal se constituye como respuesta a la pregunta de quién sufre y no como respuesta al interrogante de quién habla o razona. La autoridad del sufrimiento se convierte en el principio a través del cual el individuo se convierte en persona; es decir, solo siendo responsables del otro, de su vida y de su muerte, de su gozo y de sus sufrimientos, el hombre accede a la humanidad.
La construcción de la propia identidad no puede edificarse sobre el vacío o sobre la imaginación, sino sobre el recuerdo. Por ello, una buena educación debe educar la memoria con los relatos que han descubierto la esencia de la verdadera humanidad, con sus logros y sus desaciertos.
Algunas propuestas pedagógicas para educar en la mirada y la memoria:
1) Presentar relatos (literatura, cine, teatro) donde los protagonistas sean personas que han sufrido una injusticia o una situación importante de sufrimiento.
2) Enseñar a leer la realidad desde el lenguaje simbólico y poético.
3) Analizar la realidad de los excluidos desde un análisis profundo: causas de su exclusión, contexto en el que sucede, ideología que sustenta la marginación.
4) Conocer algunas interpretaciones bíblicas sobre el sufrimiento y la marginación social.
5) Ofrecer modelos actuales de «buenos samaritanos».
6) Identificar y profundizar en las ideologías que excluyen a las personas.
7) Conversar con personas que viven o han vivido experiencias de exclusión.
8) Redactar historias y experiencias de contacto con la realidad de la exclusión.
9) Expresar en lenguaje simbólico la marginación social.
10) Buscar en la prensa y los medios de comunicación cómo tratan la realidad de la exclusión.
Para dialogar en grupo
1. Identifica en tu historia personal o la de tu comunidad situaciones que has vivido de humillación y marginación. ¿Cómo lo viviste?, ¿te ha quedado resentimiento?
2. ¿Desde qué perspectiva te enseñaron la historia en la escuela: desde los vencedores o desde los vencidos?
3. Identifica alguna película o libro que te haya impactado especialmente y que narre la historia de alguien que ha sido excluido, pero que ha podido salir adelante con dignidad.
4. ¿Has conversado recientemente con alguien que haya vivido una experiencia fuerte de marginación? Cuenta cómo viviste la conversación, qué aprendiste.
5. En la escuela hay niños que viven experiencias fuertes de aislamiento. Como educador: ¿viviste algún caso de estos?, ¿cómo lo abordaste?
LO CARGÓ SOBRE SU PROPIA CABALGADURA.
ACTOS DE COMPASIÓN
Y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y, montándole sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él (Lc 10,34).
Calasanz no podía permanecer impasible ante el desamparo en que se quedaron los niños. ¿Qué sería de ellos ahora que su mamá no estaba? Sentía que debía hacer algo rápido; así que, mientras pensaba en una solución más permanente, entregó unas monedas a una vecina para que los cuidara.
El corazón de Calasanz quedó herido por la miseria de los niños. No podía ni debía pasar de largo, como hicieron el sacerdote y el levita del evangelio. Cuando hay una persona medio muerta al borde del camino, no caben muchos planteamientos; hay que socorrerla de modo urgente y después ya se verá lo que se hace. Resonaron en su interior las palabras bíblicas: «A ti se te acoge el pobre. Tú serás el amparo del huérfano» (Sal 10,14). Así que cargó con la dura realidad de los niños, asumiendo las primeras consecuencias que implicaba su cuidado. Sentía que era el mismo Dios quien le ponía delante esta realidad para que diera una respuesta.
También el samaritano se acerca al herido, se compadece de él y le practica los primeros auxilios. Los actos de compasión que realiza el buen samaritano: vendar las heridas, echarles aceite y vino y montar al herido en su cabalgadura, son solo gestos de un proceso más largo destinado a restaurar a la persona completa e integrarla en la comunidad.
La acción asistencial es una cura de urgencia ante las desgracias que no admiten demora. Es necesario aliviar situaciones urgentes como el hambre, la enfermedad, el exilio y la falta de vivienda. La atención primaria a los pobres es un deber de humanidad, pero no genera de por sí un cambio social y puede originar relaciones de dependencia.
«La asistencia se preocupa por paliar los efectos sin atender de momento a las causas. La promoción se preocupa ya de atacar las causas de la pobreza; concretamente, aquellas que radican en el mismo individuo. Y el cambio de estructuras, por fin, se preocupa de aquellas causas de la pobreza que no radican en el individuo, sino en la sociedad» 22.
La compasión también movió a Jesús a curar a los enfermos, a bendecir a los niños y a enseñar a la multitud, que estaba como ovejas sin pastor. Ante el sufrimiento causado por la exclusión, Jesús actúa rápido, devolviéndoles la dignidad con la curación, la bendición y la palabra.
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