Nathan Burkhard - La herencia maldita

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Después de su última batalla, el clan más joven de ángeles regresará a su monótona vida de adolescentes. Pero Natle, tras su pérdida, se sentirá terriblemente perdida, sin control sobre sus poderes.
Pero todo cambiará cuando Max llegue a su vida. Sintiéndose atraída de inmediato por él, no encontrará explicación a ese sentimiento profundo, ya que el inusual color de sus ojos le muestra un camino diferente al que su guardián le mostró desde su infancia.
En esta aventura Natle y Joe serán puestos a prueba y sabrán que son capaces de hacer. ¿Podrán renunciar a su libertad? ¿Resistirán, o se dejarán seducir por la oscuridad?
No te pierdas la segunda entrega de los Ángeles caídos de Nathan Burkhard.

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—No creo que esa pregunta sea válida, pero podemos irnos.

—Ve lo positivo, a tu hermana no tendremos que llevarla.

—Sí porque Ashley la llevará a casa, ya debe estar allí quejándose y diciendo mentiras de mí.

—Pero este año la vi tranquila, casi no tuviste muchos inconvenientes con ella.

—Porque estuvo rara vez en la misma habitación, ya que ha comenzado con su absurdo flirteo con Philip, cosa que me da aún más miedo, ya que tiende a utilizar a las personas a su antojo, manipulándolas solo para dañar a otras, no entiendo por qué es así.

—Creo que tienes tu respuesta en casa, tu madre se encargó de hacerla una copia exacta de ella, y con la influencia de Ashley en su vida, ella no puede ser mejor persona.

Natle extendió la mano hacia el estéreo, encendiéndolo y buscando una emisora, le gustaba conversar con Joe, pero hablar de su familia, de su hermana y los problemas que implicaba, prefería escuchar música antes que hacerse a la idea de nuevos problemas, Joe la miro de soslayo, sabía lo que Natle hacía, evadir sus problemas como siempre.

Bohnes - Straitjacket, comenzó a sonar con fuerza, pero Joe extendió su mano al estéreo bajando el volumen —No prefieres ir a casa de tus abuelos, será mucho mejor para todos.

Natle dejó de ver por la ventanilla para poder verlo a él, la regla número uno de sus abuelos era que Joe no podía quedarse en su habitación y que él tenía que pasar tiempo con sus padres, en otras palabras no les gustaba que su nieta mayor compartiera cama con su novio, por más que no había todavía nada sexual, ellos trataban de evitar alguna situación incómoda —Sabes lo que implica, Joe —le recalcó.

—Prefiero ello a verte todo un fin de semana comiéndote las uñas, intentado regresar al colegio para terminar con discusiones angustiantes y sobre todo enfrentar tus miedos.

—A casa, mi madre hará un escándalo de ello si voy con mis abuelos.

Asintiendo con la cabeza, Joe dejó por un momento a Natle tranquila, cargarla con preguntas y nuevas soluciones solo la dejarían exhausta y malhumorada, la conocía tan bien que podía incluso pronosticar cada movimiento suyo.

El viaje de regreso a casa transcurrió en completo silencio, mientras que la emisora era lo único que aliviaba el tenso silencio, pero Joe hizo lo posible para llegar a casa entre la cena y la hora de acostarse, evitaría todo lo concerniente a discusiones para que Natle estuviera bien.

Agotada, cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, la canción de fondo I SEE STARS - Calm Snow se repetía una y otra vez en su cabeza, pero de la nada, entre una niebla y una pequeña luz vio el rostro de aquel joven que la obligó a regresar a su cuerpo, ver su imagen era entre borrosa, por más que intentaba verlo de manera nítida, sus ojos no le ayudaban a enfocar a esa persona de manera correcta, él estaba de pie frente a ella, pudiendo ver por primera vez con claridad el color de sus ojos, uno verde y otro azul, el movimiento de sus labios pudo distinguirse y el sonido inconfundible de su voz, áspera, ronca y masculina, prometiendo algo que ni ella misma entendía Te encontraré. Lo prometo, te encontraré.

¿Por qué? le cuestionó ella, intentando obtener una respuesta, pero así cómo vino a ella, desapareció ante el sonido dulce de Joe a lo lejos.

Estacionó el auto, volvió el rostro y logró admirar su tranquilidad por unos minutos, no deseaba agobiarla con sus temores, no deseaba alejarla con ellos, y más con los extraños sueños que comenzó a tener desde hace año y todo lo que podía decir era que la daga de Bendora debía desaparecer de su vista y vida.

Observó su reloj, era cerca de las diez y media, con una buena excusa de mucho tráfico y estar cansados pudo evitar una discusión con Michel, pero como siempre Gabrielle solo empeoraba las cosas con sus sarcásticos comentarios que no venían al caso ni la conversación. Llevando su mano hacia el hombro de su chica, lo sacudió con delicadeza Natle, despierta cariño. Llegamos.

Ella se removió inquieta, pero abrió los ojos lentamente Sí, sí. Estoy despierta, despierta bostezó e intentó acomodar su mala postura.

Claro que sí pero la detuvo unos instante antes de bajar, sostuvo la mano de Natle y le dio un leve apretón —Natle la llamó, obligándola a volverse hacia él No te preocupes, lograremos pasar estos días, sobreviviremos y regresaremos a nuestra rutina.

—Gracias —Natle se acercó a él, besándolo con fervor, saboreando con ansias ese beso tan sensual. Ambos bajaron del auto, Joe fue por sus cosas y entraron a la casa en completo silencio, sus padres ya estaban en la cama, pero Gabrielle estaba en la sala mirando televisión, en otras palabras esperándolos para arruinarles de cierta manera su noche. Cuando sintió que ellos entraban con cuidado no pudo evitar molestar y hacer comentarios hostiles —Mamá sabe que hicieron el camino tan largo para evitar la cena.

Natle dio un respingo al escuchar la voz de su hermana, que no hacia ningún intento por mantener la voz baja, más bien hablaba tan fuerte para poder hacer de ello una discusión familiar, pero antes de que Natle pudiera decir algo, Joe intervino cortando lo que podría ser una pelea entre hermanas —Supongo que ese gran comentario y deducción se lo diste sin problema alguno al ponerte a pensar aunque sea una sola vez —murmuró Joe con ironía, su rostro se volvió rojo ante la ira, pero controlo su temperamento que últimamente se volvía más más explosivo —Estamos cansados e iremos a dormir, deberías hacer lo mismo.

—No soy una chiquilla.

—Lo eres Gabrielle —afirmó Natle, intentando tomar su bolso, pero Joe se negó, deseaba llevar todo él solo arriba —Tienes solo quince años.

—Y tú ni cumples los diecisiete para tener un chico en tu habitación, no tienes calidad moral para reprocharme nada hermanita.

—Hasta mañana —interrumpió Joe la discusión, empujando a Natle a subir y dejar de hablar, ella aceptó a regañadientes esa orden tan vana y subió a su habitación.

Abrió la puerta y una vez en la seguridad de su habitación, ambos no podían dejar ese momento incomodo atrás, Joe dejó sus maletas a un lado de la habitación y se quedó mirándola por un instante Creo que deberías evitar hacer comentario alguno hacia tu hermana, ambas solo buscan pretextos para poder pelear se llevó ambas manos a la cadera.

Volviéndose con brusquedad hacia él ¿Qué demonios Joe? Yo solo trato de ser buena hermana, me preocupo por ella y aunque sea una completa perra intento cuidarla.

Lo sé, pero ella no lo ve de esa manera. Cree que compites con ella, cree que tú eres privilegiada en cierto modo.

¿Privilegiada? ¿¡Privilegiada!?

Baja la voz, tus padres están durmiendo en la otra habitación replicó molesto por aquella explosiva reacción —¿No podías mantener la boca callada cierto? —le reprendió él.

—No me achaques culpas, ella empezó y tú fuiste testigo de ello.

—Natle, solo deja de intentar reprenderla, nunca entenderá, es demasiado mimada, demasiado caprichosa para poder entender algo.

—Pues dile eso a mi madre.

—Jonathan no puede hacer algo al respecto.

—Eso que fue Joe, una pregunta o afirmación.

—Ambas —respondió —¿Qué te pasa? —preguntó confundido.

—No sé a qué te refieres —tomó su ropa dispuesta a volverse y entrar al baño, pero Joe se acercó en movimiento explosivo, sosteniéndole del brazo e impidiendo que se alejara.

—Estás tan distinta. Creería que quieres que me enoje. Qué quieres alejarme, pero no lo lograrás… Solo… Solo intenta dejar todo atrás, Natle. ¿Qué cambio en tan poco tiempo? Saliste del hospital, intentamos regresar todos a la rutina, pero te niegas a seguir adelante, ni siquiera podemos hablar de lo que paso esa noche en el infierno, sobre Hadeo, es algo que tú solo evades —llevándose una mano hacia la cabeza, deslizó sus cabellos hacia atrás en señal de una clara frustración despeinándose aún más.

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