La joven castaña frunció el ceño, elevó los brazos sosteniendo el masculino rostro de su amado entre sus manos con una delicadeza palpable —¿Estás preguntando muy a menudo si te amo? Es como si presintieras algo. Cómo si... cerró los ojos y evitó decirlo, no quería mentar al mismo diablo, ya que temía que al ser nombrado este aparecería y arruinara todo como la última vez hace ya un año.
—Eso no responde mi pregunta.
Casi sin tener que adivinar demasiado, supo de qué se trataba —Tienes miedo ¿cierto? Tú ya no pasas mucho tiempo aquí, en otras palabras solo estas alargando esos dos meses por miedo a que yo busque un chico de mi edad.
—¡Touché! —cerró un ojo, esa era una verdad a medias, temía dejarla sola, temía que en su ausencia pudieran atacarla, adentrarla nuevamente a un mundo oscuro del cual estaba seguro que no saldría jamás.
—No seas infantil —acarició con los pulgares las comisuras de sus labios varoniles, tentándolo a un beso —Jamás te cambiaría por nadie en el mundo, además yo no me pongo celosa de la ex novia que dejaste en Yale antes de venir aquí, Melissa ¿Cierto?
—Sí y sí, pero ella no cuenta. Sabes bien que el ciclo universitario pasas tiempo con muchas novias, vas de fiesta en fiesta, experimentando y ella no está en la universidad en la que yo estoy ahora, esta en New Haven y no pienso dejarte del todo aquí —sonrió.
—Bueno señor experto. De todos modos, puede que esté celosa —agachándose, besó los labios de su amado, Joe apretó su cintura atrayéndola más a su cuerpo, sintiendo la toalla mojada sobre su pecho, la necesitaba con un ansia que ni el mismo podía explicar, pero en ese instante Natle lo alejó de ella despacio —Y sé que quieres marcar territorio.
Joe dejó caer su cabeza, rendido ante la oportunidad de tenerla, sobre todo evitando mencionar que incluso Hadeo y su manera de amenazar con un retorno para separarlos lo torturaba cada noche al cerrar los ojos. —Sabes que no estoy lista para ello, te quiero pero no hasta el punto de hacerlo, si me amas tendrás que esperar.
—Sabes, antes estos temas no abarcaban mucho nuestras conversaciones y ya después de un año de nuestra relación siempre surge.
—Será porque tú siempre haces que el tema surja —le dio un casto beso tierno y no de los intensos en los que usualmente los llevaba a la cama a solo besarse desenfrenadamente, alejándose, salió del baño tomó ropa limpia, sintiendo tras de sí los pasos de Joe, quien se sentó al pie de la cama viendo cada movimiento que hacía en la habitación —Estas lista para ir a casa, debes aprovechar esos tres días en los cuales podrás gozar de la familia —se burló él.
Natle tomó de su cajón una muda de ropa que era de Joe para aventársela a la cara —Chistoso, el calor de mi familia es tanto como el de tus pantalones y recuérdame por qué tenemos que salir todos del internado.
—No provoques, luego te quejas —le advirtió que no caería en ningún jueguito suyo para no ir a casa —Cariño que memoria que tienes, es Columbus Day —le recordó.
Ella se volvió hacia él lanzándole una mirada llena de enfado, no estaba para nada a gusto de tener que ir a casa por tres días por reglamento del colegio —De igual manera pasaras esos tres días metidos en mi alcoba como has hecho en el resto del año en casi todos los días festivos. Creo que Anne y Tom ya no se preguntan dónde estás, porque cada vez que no te encuentran me llaman.
Joe soltó una carcajada lanzándose a la cama mirando el techo, le encantaba esa vida, jamás se había relajado tanto teniéndola a su lado, y no podía imaginar su vida sin ella, las cosas que hacía con ella, por ella, todo tenía una connotación distinta desde que la conoció.
Natle se vistió de inmediato con su ropa interior y una camiseta larga, al verlo recostado en su cama con los brazos sobre su rostro saltó encima de él a horcajadas besando sus labios, las manos de Joe acariciaron su cintura, bajando lentamente hacia su trasero —No sabes cuan provocadora eres —murmuró él entre sus labios.
—Sip, quiero asegurarme que no busques otras chica en el campus vecino —sin poder evitarlo, lo siguió besando, hasta que Joe supo que si seguía podía ir más lejos y no deseaba presionarla.
—Sabes que tengo que llevarte, así que apresúrate en cambiarte y no intentes seducirme, porque no lo lograras —la contempló, no se cansaba de verla, estaba hipnotizado, era una obsesión —Debes estar en casa para la cena.
—Qué te parece si nos la saltamos y nos quedamos un rato aquí —levantó las cejas intentado provocarlo.
—Por más que lo desee sé que solo quieres posponer lo inevitable, además no tendrás un viaje de una hora con tu hermana en mi auto, así que ve —le lanzó una palmada en el trasero obligándola a levantarse y quitarse de encima, para que así terminará de cambiarse.
—¡Malo! ¿Aunque sea podemos llegar solo para dormir?
—Lo considerare en el trayecto —se quedó en la misma posición, mientras que Natle tomaba las cosas que necesitaría para su pequeña visita a casa.
Una vez lista, tomó su bolso y comenzó a guardar la ropa que de seguro no necesitaría en casa, pero era más fácil sentirse obligada a ordenar sus cosas para no pasar tiempo con su madre, levantó el rostro logrando ver a Joe, tenerlo allí junto a ella, pendiente y sobre todo intentando ayudarla a olvidar. Estaba tan agradecida por haber encontrado la paz a su lado, disfrutar de la libertad y amarlo, Joe podía simplificarlo en una frase, “la ayudo a enfrentar sus miedos”.
Además, él era lo único que le quedaba de un reino destruido, de un pueblo extinto, de una raza desconocida, de una familia traicionada, él era la única persona en la que si podía confiar. Y con ello Gabrielle estaba más celosa, celosa de ver que Joe y Miaka tenían más atención en la mayor de las hermanas, celosa de que siempre tenía al mundo a sus pies sin mover un dedo, estaba celosa de saber que Natle era una princesa arrebatada de su trono, una princesa a la que le arrebataron la vida y el corazón tiempo atrás y siempre junto a un príncipe de armadura dorada dispuesto a dar su vida por ella.
—¿Estás lista? —preguntó de la nada Joe, apoyado sobre sus codos atrapándola observándole con la mirada perdida, él conocía esa mirada, Natle estaba entrando en pánico.
—Sí…sí, eso creo.
—De verdad será tan malo pasar unos días en casa de tus padres —eso sonó más como una pregunta que como una afirmación, Joe quería ver el lado positivo de cada lado la historia, pero en el fondo estaba seguro que Gabrielle era manipuladora y estaba dispuesta a ocupar el lugar de Natle en casa, aprovechándose del miedo ante una promesa de regreso de Hadeo y entre ellas perderlo sería su perdición —Vamos, el auto nos espera —dijo, levantándose de la cama, acercándose a ella y tomando su bolso.
—No me dejarás ¿cierto? —preguntó ella, titubeando al salir de su habitación.
Volviendo el rostro para verla, se sintió vulnerable ante esos ojos que brillaban ante las lágrimas del miedo —Sabes que no te dejaré, amor —tomó la perilla en su mano, girándola y abriendo la puerta para poder salir.
Caminaron ambos por los pasillos del colegio, observado como otros chicos hacían lo mismo, preparar sus cosas para poder pasar unos días con sus familias y Natle estaba en completo desacuerdo en tener que pasar obligada unos días con sus padres, no era tanto por problemas en casa, el asunto era que su madre no la aceptaba, jamás la aceptó como su hija y con ello solo aumentaban las fricciones en el hogar ante las quejas que Gabrielle daba en el trascurso de cada visita.
Una vez que llegaron al estacionamiento, Joe guardó el bolso en la maletera, rodeando el auto tomó asiento detrás del volante, mientras que Natle se acomodaba en el asiento del copiloto y aseguraba su cinturón de seguridad —¿Lista? —preguntó Joe, encendiendo el motor y apretando el volante entre sus manos.
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