El concepto de locus de control (Rotter, 1954), hace referencia a la percepción de la persona acerca de la causalidad de los eventos. Este estilo perceptivo – esencialmente cognitivo – permite clasificar a las personas en más internalizadoras o más externalizadoras. Las personas internalizadoras asumen que la causa de lo que les sucede está básicamente bajo su control, bajo su responsabilidad; la máxima "de mí depende" es aplicada aquí con frecuencia. Por su parte las personas externalizadoras, asumen que lo que les ocurre está básicamente fuera de su control; un resignado "es el destino" o bien un "Dios dirá" pasan a tener un rol predominante. En el ámbito de los desajustes psicológicos, una persona excesivamente externalizadora tenderá a ser pasiva, resignada; con poca participación activa en la resolución de sus problemas y en su proceso terapéutico.
El estilo atribucional ha sido postulado también como fuente etiológica de depresión (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978). La tendencia sistemática a atribuir los éxitos a factores externos, inestables y específicos (ayuda, suerte), y los fracasos a defectos personales internos, estables y globales (soy torpe, soy incapaz), generaría baja autoestima y ánimo depresivo. "La depresión se producirá cuando el individuo espera que eventos malos ocurrirán, espera que no puede hacer nada para prevenir su ocurrencia, y construye la causa como un resultado de factores internos, estables y globales" (Seligman, 1981, p. 124).
Cuando la persona genera la expectativa de que su conducta será inútil – para superar sufrimientos y frustraciones – se llega al desamparo, a la desesperanza aprendida, a la indefensión (Seligman, 1981) . Este modelo etiológico para la depresión extrema surge a partir de estudios con gatos (Masserman, 1971), ratas (Maier y Testa, 1975) y con perros (Maier y Seligman, 1976); también ha sido observado en humanos (Klein y Seligman, 1975). El mecanismo etiológico del desamparo es esencialmente cognitivo; más allá de que la conducta pueda ser efectiva o no, es la génesis de bajas expectativas lo que influye. "Es la expectativa, no las condiciones objetivas de controlabilidad, el determinante decisivo del desamparo" (Seligman, 1977, p. 210).
Por su parte Bandura (1977) ha propuesto un modelo para la génesis de ansiedad, basado en las expectativas de autoeficacia. Según Bandura, cuando la persona espera ser capaz de ejecutar bien una conducta, se genera poca ansiedad al momento de ejecutarla. Si la persona espera ser capaz de dictar una buena conferencia, se generaría escasa ansiedad antes y durante la ejecución. Otro tanto ocurriría al asistir a un cóctel, al dar un examen, al conquistar una mujer, etc. La hipótesis es que, cuando la persona cree que lo puede hacer bien , se tranquiliza. A contrario sensu, pacientes ansiosos, fóbicos, etc., tendrían bajas expectativas de autoeficacia. Para Bandura, es fundamentalmente la ineficacia percibida para enfrentar eventos potencialmente aversivos lo que hace que estos sean temibles. "Evocando pensamientos acerca de ineptitud, los individuos pueden llevarse a sí mismos a elevados niveles de ansiedad que exceden con mucho el temor experimentado durante la real situación amenazante" (Bandura, 1977, p. 199). Desde esta perspectiva, un objetivo psicoterapéutico central será elevar las expectativas de autoeficacia . Para fortalecer expectativas de autoeficacia, Bandura enfatiza el rol informático derivado de los logros de ejecución de la persona, de la experiencia vicaria derivada de la observación de otros, de la persuasión verbal ejercida por terceros, y del arousal emocional ligado a las conductas de enfrentamiento.
Lo que la persona se dice – o deja de decirse – puede contribuir a generar importantes problemas psicológicos (Meichenbaum, 1977); vía autodiálogos disfuncionales, la persona puede autogenerarse diversos desajustes . Un niño pasa a facilitar su impulsividad, por la vía de no decirse nada antes de actuar. Al omitir cogniciones , actúa primero y piensa después; pasa del impulso a la acción, sin intercalar cogniciones que rompan el automatismo de la respuesta. A su vez una persona puede generarse ánimo depresivo, por la vía de decirse mensajes derrotistas: "de nuevo la embarré", "no tengo remedio", "soy un imbécil". O bien puede acentuar su poca asertividad, por la vía de decirse "mejor lo dejo pasar", "para qué me meto en problemas". Por estas vías, los autodiálogos y las autoinstrucciones pueden tener un rol en la génesis y/o mantención de diferentes desórdenes.
De acuerdo con los planteamientos de Meichenbaum, una psicoterapia efectiva debería centrarse primeramente en las conductas del cliente y en las reacciones que éstas elicitan en su medio ambiente. A continuación, el énfasis debería ser puesto en el diálogo interno del paciente; lo que se dice a sí mismo antes, durante y después de su conducta . Esto, a su vez, facilitaría el acceso a las estructuras cognitivas que hacen surgir un diálogo interno específico . Meichenbaum propone cambiar lo que la persona se dice a sí misma, a través de una variedad de estrategias tanto cognitivas como conductuales.
Decantando el Paradigma Cognitivo
Sintetizando lo anteriormente explicitado, el Recuadro 13 muestra gráficamente el accionar del paradigma cognitivo.
RECUADRO 13: LA INFLUENCIA CASUAL DEL PARADIGMA COGNITIVO
Como hemos visto, las estructuras cognitivas tienden a presionar y dirigir el curso de muchos eventos cognitivos. Y, un amplio margen de la influencia cognitiva, se ejercería a través de procesos en los que participan estructuras y eventos. Delimitado el paradigma cognitivo, pasaremos a revisar algunas evidencias. El tema de las imágenes y de la imaginería, lo abordaremos en el paradigma afectivo.
Paradigma Cognitivo: Evidencias
Evidencias en predicción
En el "V Congreso Internacional de Psicoterapia Cognitiva", realizado en Göteborg, Suecia (2005), se generó un encuentro "cumbre" entre el Dalai Lama y Aaron Beck; el diálogo entre ellos resultó a la vez novedoso y enriquecedor. Teniendo como trasfondo ese acercamiento entre oriente y occidente, fue cursando un interesante Congreso. En uno de los Simposium, escuché a un expositor relatar la siguiente historia:
Jack y Miranda se casaron muy enamorados. Pronto, sin embargo, llegaron los niños; y la relación se alteró su resto. Al octavo año de matrimonio, Miranda empezó a apagarse, nada le interesaba y todo la entristecía. En este contexto emocional, una amiga le recomendó que visitara un chamán que había logrado grandes éxitos con personas conocidas.
Miranda visitó al chamán; a poco andar, fue recuperando vitalidad y alegría de vivir. Muy contento, Jack le preguntó en qué había consistido el tratamiento. Reticente a dar una respuesta completa, Miranda le dijo que se trataba de un ejercicio que debía hacer todos los días antes de entrar a la ducha. Jack no soportó la curiosidad y pronto pegó la oreja a la puerta del baño, un poco antes de que Miranda ingresara a la ducha. Fue entonces cuando escuchó a su esposa repetir el siguiente mantra: "Yo valgo mucho", "yo valgo mucho", "yo valgo mucho"….
Pasaron algunos años buenos luego de los cuales Miranda comenzó a desinteresarse por el sexo. Al principio, se fue distanciando la frecuencia. A poco andar, Miranda presentaba una gélida pasividad. En vista de esto, el propio Jack le sugirió: "Mi amor, ¿no crees que es hora de visitar al chamán?". Miranda accedió y, más pronto que tarde, el interés sexual se fue recuperando. La temperatura de Miranda fue subiendo y su despliegue conductual se fue activando; al mes, estaba transformada en una acróbata sexual. Fascinado, Jack disfrutó en plenitud su nueva realidad; sin embargo, fue generando una creciente curiosidad acerca de la intervención del chamán. Es así que, una vez más, pegó la oreja a la puerta del baño. Y entonces escuchó a Miranda repetir el nuevo mantra, ahora con renovada convicción: "Jack no es mi marido", "Jack no es mi marido"…
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