testigos,
portavoces,
señorías;
sus actas intactas,
sus bolsillos sin agujeros,
sus caras sin vergüenza,
sus carteras sin mácula.
El miedo se escribía con mayúsculas,
con puntos suspensivos,
con tinta fuerte,
fuente grande,
doble espacio,
y conquistó casillas,
supermercados,
comedores,
antesalas,
bancos.
Se hicieron colas lentas en las calles,
en los pasillos,
como en un rito,
el ritmo lento,
la mirada perdida,
las bolsas colgando de los ganchos de los brazos,
los carros levitando;
los suelos se llenaron de la viruela de las marcas,
el dinero se ofuscó,
las tarjetas echaron humo
y los extintores lloraron su desamor,
sin manos desprovistas que quisieran tocarles
y aliviarles su presión.
El miedo engordó
por exceso de pábulo;
se lo creyó,
se pavoneó,
abusó y lo grabó con el móvil,
lo difundió,
y cuando se marchó, no lo hizo para siempre;
se quedó cerca, caminando de puntillas.
BRAILLE
A veces envidio a los ciegos,
porque ven de otra manera,
porque escriben con bastones
y dibujan en el aire,
que se agarran del trineo de sus perros,
que venden su falta de suerte por las esquinas,
para que tú tengas la tuya;
que no resoplan,
que no corren,
que se deslizan por caminos invisibles.
A veces quisiera ser ciego por un rato,
para no ver lo de siempre,
para hacerme a la idea de otros mundos,
para exiliarme a otro planeta
de ambiente más respirable,
de aires menos densos,
de pocos habitantes.
A veces me siento ciego, porque leo los carteles
y no los entiendo;
porque miro sin ver
y tropiezo con las aldabas de las puertas,
y me cuelgo de los telefonillos
que dan acceso a los alcorques,
y todo me parece negro hasta que cierro los ojos
y puedo leer un te quiero con las yemas de los dedos,
un número en un panel,
un chiste en el suelo.
A veces admiro a los ciegos que discuten con bordillos,
que pactan con escalones,
que conquistan parachoques,
que encandilan cascabeles,
que construyen castillos en sus aires,
que orientan mariposas
y amplían susurros.
Admiro a los ciegos, porque escuchan tu silencio
y encapsulan el suyo,
porque leen libros abiertos,
no cuentan sus pasos,
ni censuran los ajenos.
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