A to Z Classics - Mujercitas

Здесь есть возможность читать онлайн «A to Z Classics - Mujercitas» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Mujercitas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mujercitas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Little Women o, Meg, Jo, Beth y Amy es una novela de la autora estadounidense Louisa May Alcott (1832-1888). Escrita y publicada en dos partes en 1868 y 1869, la novela sigue la vida de cuatro hermanas, Meg, Jo, Beth y Amy March, y se basa libremente en las experiencias infantiles de la autora con sus tres hermanas. La primera parte del libro fue un éxito comercial y crítico inmediato y provocó la composición de la segunda parte del libro, también un gran éxito. Ambas partes se publicaron por primera vez como un solo volumen en 1880. El libro es un clásico estadounidense incuestionable.

Mujercitas — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mujercitas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¡Qué amable es usted! Es cierto, esto era lo que necesitaba. Ahora, siéntese en esta butaca y deje que entretenga a mi visita.

—No, yo he venido para entretenerle a usted. ¿Le apetece que le lea algo? —Jo miraba con interés un grupo de libros que le parecieron especialmente atractivos.

—Gracias, pero ya los he leído todos. Si no le importa, preferiría conversar —respondió Laurie.

—No me importa. Pero, si no me frena, soy capaz de hablar todo el día. Beth dice que no sé cuándo parar.

—¿Beth es la joven de tez sonrosada que pasa mucho tiempo en casa y sale de vez en cuando con una cestita? —preguntó Laurie con interés.

—Sí, ésa es Beth; es mi hermana favorita, y muy buena.

—La joven guapa se llama Meg y la del cabello rizado es Amy, ¿verdad?

—¿Cómo sabe todo eso?

Laurie se puso colorado pero contestó con franqueza:

—Bueno, verá, a menudo las oigo llamarse las unas a las otras y cuando estoy aquí, solo, no puedo evitar mirar hacia su casa. Parece que siempre se lo pasan en grande. Le ruego que disculpe mi mala educación, pero a veces olvidan correr las cortinas de la ventana en la que están las flores y, cuando encienden las luces y veo el fuego de la chimenea y a todas sentadas alrededor de la mesa, me parece estar contemplando un cuadro. Su madre queda justo enfrente y tiene un aspecto tan dulce con las flores de fondo que no puedo evitar mirarla. Yo no tengo madre, sabe usted. —Laurie atizó el fuego para ocultar el temblor de sus labios, que no podía controlar.

A Jo, la soledad y la tristeza que reflejaban los ojos del muchacho le llegaron al alma. La joven había recibido una educación tan sana que no tenía prejuicio alguno y, a pesar de sus quince años, era tan inocente y sincera como una niña. Laurie estaba enfermo y se sentía solo y, consciente de ser rica en afecto y felicidad, se propuso compartirlos con él. Así pues, con una expresión amable en su rostro moreno y una dulzura desacostumbrada en la voz, elijo:

—Entonces, no correremos nunca la cortina para que pueda mirar cuanto quiera. Sin embargo, en vez de limitarse a mirarnos desde lejos, ¿por qué no viene a visitarnos? Mi madre es muy amable y le acogerá encantada, y Beth cantará para usted si yo se lo pido, y Amy bailará algo. Meg y yo le haremos reír contándole anécdotas de nuestras representaciones teatrales y lo pasaremos bien. ¿Cree que su abuelo le dejará?

—Creo que lo haría si su madre se lo pidiera. Aunque no lo parezca, es un hombre muy amable y me deja hacer cuanto quiero. Lo que no quiere es que sea una molestia para unos desconocidos —explicó Laurie, cada vez más animado.

—Nosotras no somos «unos desconocidos», somos sus vecinas, y está claro que usted no será ninguna molestia. Queremos conocerle mejor y hace mucho que trato de entablar amistad con usted. No llevamos mucho tiempo viviendo en este barrio, pero tenemos una buena relación con todos los vecinos, a excepción de ustedes.

—Verá, mi abuelo vive entregado a sus libros y no le preocupa lo que ocurra en el mundo. Mi tutor, el señor Brooke, no vive con nosotros y, como no tengo con quién salir, me quedo en casa y me las arreglo como puedo.

—Eso no está bien. Debe usted animarse y salir, aceptar todas las invitaciones que le llagan. Así tendrá muchos amigos y lugares agradables a los que ir. No se preocupe si al principio se siente tímido, con el tiempo lo superará.

Laurie se puso rojo, pero no le molestó que la joven mencionara su timidez, porque Jo tenía tan buena voluntad que era imposible no tomarse bien sus francas palabras.

—¿Le gusta su colegio? —preguntó el joven después de una breve pausa en que él estuvo contemplando el fuego del hogar y Jo se felicitó por su intervención.

—No voy al colegio; soy un trabajador, quiero decir, una trabajadora. Cuido a mi tía, que es una vieja gruñona —contestó Jo.

Laurie parecía dispuesto a hacer otra pregunta, pero recordó que no estaba bien curiosear en las vidas ajenas y se retuvo, visiblemente turbado. Jo apreció su delicadeza pero, como no le importaba burlarse de la tía March, le ofreció una divertida descripción de la anciana impaciente, el perro obeso, el loro parlanchín y la biblioteca que hacía sus delicias. Laurie la escuchaba embelesado, y cuando le contó cómo un caballero viejo y presumido había ido a hacer la corte a la tía y el loro le había arrancado la peluca en plena declaración, rió hasta que las lágrimas rodaron por sus mejillas y una criada se asomó para ver qué pasaba.

Esto me sienta muy bien por favor siga pidió separando el rostro del - фото 34

—Esto me sienta muy bien, por favor, siga —pidió, separando el rostro del cojín, rojo y resplandeciente de alegría.

Satisfecha por la buena aceptación, Jo siguió hablando de sus representaciones y sus proyectos, del miedo y la esperanza con que vivían la ausencia de su padre, y de los acontecimientos más interesantes del pequeño mundo que compartía con sus hermanas. Después charlaron de libros y Jo descubrió complacida que a Laurie le entusiasmaban también y que había leído incluso más obras que ella.

—Puesto que le gustan tanto los libros, venga conmigo abajo y eche un vistazo a nuestra biblioteca. Mi abuelo ha salido, así que no tiene nada que temer —propuso Laurie, levantándose.

—A mí no me asusta nada —repuso Jo meneando la cabeza.

—¡La creo! —afirmó el joven mirándola con admiración, aunque para sus adentros se decía que había motivos para temer al anciano, sobre todo cuando estaba de mal humor.

En la casa había un ambiente estival. Laurie la condujo por varias habitaciones deteniéndose para que la joven observase aquello que le llamaba la atención, hasta que al fin llegaron a la biblioteca, donde Jo aplaudió encantada y dio unos saltitos, como solía hacer siempre que algo la entusiasmaba. Estaba repleta de libros, había cuadros, esculturas y unos armarios llenos de monedas y curiosidades; butacas, mesitas curiosas y figuras de bronce, pero lo mejor de todo era la chimenea, con el hogar abierto, rodeado de hermosos azulejos.

—¡Qué riqueza! —Jo se dejó caer con un suspiro en una gran butaca tapizada de terciopelo y miró maravillada alrededor—. Theodore Laurence, debería sentirse el joven más afortunado del mundo —añadió muy impresionada.

—Un hombre no vive solo de libros —repuso Laurie, meneando la cabeza, mientras se sentaba en una mesa frente a ella.

Antes de que pudiese agregar algo más, sonó el timbre. Jo se levantó asustada y exclamó:

—¡Dios mío, debe de ser su abuelo!

—¿Y qué si lo es? Usted no teme nada, ¿no lo recuerda? —repuso el joven con aire pícaro.

—Me asusta un poco su abuelo, aunque no sé por qué. Marmee me dio permiso para venir y no creo que mi visita haya empeorado su estado —dijo Jo tratando de recuperar la compostura, pero sin dejar de mirar hacia la puerta.

—Al contrarío, me encuentro mucho mejor y le doy las gracias por ello; pero temo que se haya cansado demasiado hablando conmigo. La conversación ha sido tan agradable que no quería que acabara —afirmó Laurie, muy agradecido.

—Es el médico, señor; quiere verle —explicó una criada haciendo una seña.

—¿Le importaría que la dejase sola un minuto? Supongo que debo verle —dijo Laurie.

—No se preocupe por mí. Aquí estaré feliz como una perdiz —contestó Jo.

Laurie salió y su visita se entretuvo a su manera. Jo estaba mirando un retrato del dueño de la casa cuando oyó que la puerta de la habitación se abría y, sin volverse, anunció:

—Ahora estoy convencida de que no debo temerle. Tiene ojos de buena persona, aunque su gesto es bastante severo y parece la clase de persona que siempre se sale con la suya. No es tan guapo como mi abuelo, pero me cae bien.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mujercitas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mujercitas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Mujercitas»

Обсуждение, отзывы о книге «Mujercitas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x