El mentado cacharro infernal que tenemos por ascensor, se tarda más de la cuenta y yo solo logro escuchar a la única voz que no quería oír esa mañana. Dios, la mañana estaba comenzando demasiado bien. Tal vez se me ha pasado comentarles un pequeño detalle, recuerdan que odio con toda mi alma al tipo del banco que me negó el crédito estudiantil, bueno, pues aquí parado, justo detrás de mí, está Jack Myers. Sí, el mismo tipo prepotente, patán, cretino, que solo ha llegado a este mundo para atormentar a las nobles e inocentes almas como yo.
—Vaya, así que la novia fugitiva, ¿eh?, imaginaba que te pegaba lo cliché y cutre —dice él y tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no comportarme como una mujer inmadura y mostrarle el dedo medio.
Ni un «hola, Lexie, ¿cómo estás?», o un «estás más preciosa esta mañana, querida compañera de trabajo», aunque claro, que si llega a hacerme un comentario de ese tipo, seguramente le estamparía mi puño en toda la cara. Su voz suena sarcástica, pero es un tono al que ya casi le estoy tomando afecto, siempre que me ve por los pasillos de la productora, me mira con el ceño fruncido como si estuviera observando un desastre, también a veces arruga la nariz como si mi perfume le molestara. Y cuando me habla, siento que estoy frente al director del colegio. La piel se me enchina solo de recrear la imagen, como si hubiera cometido alguna travesura.
Debo parecer una lunática, pero no voy a dejar que ese hombre me arruine la mañana, por muy cerebrito que sea para las finanzas. Debo comportarme como la persona adulta que soy, pero primero les contaré que mi calvario con este hombre en mi trabajo comenzó un año atrás, ya que al parecer la productora necesitaba subir el rating del programa y se les ocurrió la brillante idea de que alguien como él nos daría un impulso y estaba casi segura de que venía recomendado por algún alto ejecutivo, ya saben que en este medio si no cuentas con alguna palanca no tienes nunca una oportunidad, y el niño mimado ha llegado como si fuera el rey Midas, pero bueno, para qué seguir recordando eso que solo me saldrá una úlcera en el estómago. Así que pongo mi mejor sonrisa tiesa, un poco más y parecerá que me he puesto bótox. Respiro profundamente y lo encaro, porque yo puedo ser muchas cosas, pero jamás seré una cobarde. Sus ojos son dos pozos oscuros que en este instante me están mirando como si quisieran eliminarme de la faz de la Tierra, lo que amplia más mi sonrisa, ya saben, siempre dicen que cuando estés frente a tus enemigos sonrías, eso logra joderlos de verdad. Pero en Jack, mi sonrisa parece no surtir tanto efecto, de hecho, siento como si acabara de arrebatármela para tirarla en el bote de la basura.
—Oh, el señor perfecto de las finanzas, ¿qué hace usted aquí esperando el ascensor junto a los simples mortales?, ¿acaso su séquito no pudo llevarlo hasta su camerino, mientras lo cargan y abanican?
Vale, Jack siempre toma las escaleras, pues ha mencionado que subir escalones es más saludable que tomar el ascensor, pero a mí me encanta pincharlo para ver de qué manera reacciona. Cada que logro cruzar palabra con él le lanzo una pulla para ver cómo sus ojos se oscurecen, en determinadas ocasiones incluso noto cómo cierra y abre los puños, seguramente evitando lanzarse sobre mi cuello y ahorcarme. ¡Que le den! Es tan estirado, a su lado me siento tan insignificante que me odio por ser tan tonta. No me malinterpreten, me encanto tal como soy, mi cabello castaño no esta tan a la moda como las chicas de revista, pero las maquilladoras hacen un buen trabajo conmigo cuando salgo al aire, hoy me he puesto un vestido de color berenjena y sé que estoy divina. Pero, aun así, ese hombre logra que sienta una punzada de pánico por si tengo el cabello fuera de lugar o a lo mejor una arruga en la falda del vestido.
Él, por supuesto, hoy se ha puesto una camisa gris y el traje hecho a la medida negro que tanto me gusta. En un año que lleva trabajando en el mismo edificio, he aprendido a reconocer el humor que traerá con solo mirar su ropa, y hoy, al parecer, es día de final feliz, esa camisa solo significa que una chica piernas largas pasará por él al final de la tarde y lo más probable es que se marcharán juntos, muy juntos, pero ahora no es momento de ponerme a pensar en lo que hace ese innombrable. Tengo cosas más importantes que meditar, como descubrir la fórmula para acabar con la hambruna del mundo, vale, claro que jamás la encontraría. «Pero es mejor tener esos pensamientos, que estar pendiente de las novias de mi némesis».
El ascensor por fin se abre frente a nosotros, y aunque no me gusta mucho la idea, doy un paso al frente y entro en él, Jack me mira enarcando una ceja, pero se supone que las damas deben de ir primero, ¿no? Vale, es que creo que me excedí mucho un día que coincidimos en la puerta de entrada, él, muy galante me cedía el paso y yo, claro que no iba a permitir que él quedara como el caballero de armadura brillante, ya de por sí las mujeres suspiran a su paso como para dejarle mostrar sus modales conmigo. Entonces le solté todo un repertorio sobre la liberación de la mujer, le recordé que ya no estábamos en la edad de las cavernas, que las mujeres habían logrado grandes cambios como para que un hombre viniera a dejarme pasar primero, y que me estaba ofendiendo porque el abrirme la puerta es un claro signo de opresión al feminismo. Me exalto, es que cuando me pongo nerviosa empiezo a soltar cuanta palabra absurda me sale, es como si mi filtro no sirviera y las palabras brotaran sin ser analizadas.
Ahora, cada vez que un hombre de la productora me ve, se aleja unos pasos, no aguantan nada, tampoco es como si les fuera gruñendo a todos. Jack ha pulsado el botón para que el cacharro infernal comience a subir, la pared metálica está tan reluciente que puedo ver su reflejo a la perfección, debo de concederle que el hombre es muy guapo, creo que la mayoría de las mujeres deben de desmayarse a su paso, pero, por suerte, yo soy inmune a ese tipo de belleza. Cada vez que veo su rostro es como si llevara escrito la palabra denegado en la frente, y me dan unas ganas de estrangularlo, es verdad lo que dice Gina, debo superar a este hombre, pero no puedo, es superior a mis fuerzas. Parece que disfruta llevándome la contraria, o lanzándome indirectas, como aquella vez que dijo que los vegetarianos solíamos ser unos amargados, ¡ja!, es estúpido, porque yo soy vegana, no vegetariana; ahora, en cada ocasión que nos topamos en la cafetería suele pedir que le den la carne casi cruda, porque sabe que odio ese gesto, pues, ¿saben qué?, ¡ojalá le dé salmonelosis!
—Lexie… Lexie, la pequeña Lexy, me encanta ver tus ojos cuando muestran esa mirada asesina. ¿Qué sucedió? Tu abrigo de diseñador se ha estropeado —dice con tono burlón, me dan ganas de borrarle esa sonrisa de autosuficiencia de un puñetazo.
Siempre he odiado que me lance pullas sobre mi vestuario, sabe que ninguna mujer es capaz de aguantar que hablen mal de su ropa, aparte, que al decir la palabra diseñador lo ha dicho con ese tonito que dice: «sé que eres una compradora y derrochadora compulsiva». Nada más lejos de la realidad, pero ya lo dije, no puedo revelar mi secreto sin tener que matar a los involucrados.
—Jack… Jack…, gracias por preguntar, mi abrigo está bastante bien —le digo de la misma manera que él lo ha hecho.
—Entonces, no comprendo tu cara de asesina en serie. Creo que necesitas más azúcar en tu vida. Solo la gente psicópata toma el café sin endulzarlo, o probar un buen chuletón, a lo mejor de esa manera tu cuerpo produce la hormona de la felicidad.
—Deberías tener cuidado, algún día puedes terminar flotando en un río, Jack. Cuida tu espalda.
Ja, chúpate esa, Jack, ha quedado de lo más intimidado, estoy segura de que ahora comenzara a respetarme; vale que soy bajita y no soy capaz de matar ni a un zancudo, bueno, Gina dice que sí los mato, pero a carcajadas, pero esa es otra historia. Se ha quedado tan asombrado que incluso no exclama palabra, deberían de contratarme como actriz en esas películas de matones, sí ya me lo estoy imaginando, la superestrella del momento, mientras veo los promocionales de mis películas de acción, donde salgo vestida cubierta con un mono de látex rojo y dos pistoleras en cada pierna. Jack se lleva una mano a sus labios y veo que sus hombros tiemblan como si tuvieran miedo, esperen, no, definidamente no está temblando de miedo, el muy capullo está riéndose. Cuando ve que me percato de que está conteniendo la risa, ya no disimula y suelta una carcajada.
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