INTRODUCCIÓN
La clase media chilena tuvo un desarrollo histórico muy diferente al de las clases medias europeas. En Chile fueron transformaciones políticas y económicas del siglo XIX, tales como la independencia nacional y el impacto del desarrollo comercial y minero sobre una economía agraria, las que produjeron las condiciones para el auge de una clase media aún antes de la etapa de industrialización.
La clase media chilena se impuso después de la Guerra del Pacífico (1879-1883), que produjo la anexión de las ricas provincias salitreras y cupreras del Norte. Las décadas de prosperidad con el monopolio mundial del salitre, permitieron a la clase media chilena desarrollarse hasta lograr escalar el poder con la elección presidencial de Arturo Alessandri en 1920. Sin embargo, el momento del triunfo coincidió con la pérdida de la hegemonía chilena del salitre, debido al descubrimiento de los nitratos sintéticos, dejando a la clase media sin su principal sustento económico y obligándola a impulsar la industrialización del país desde el gobierno. Durante las décadas de 1920 a 1950 la clase media creó una burocracia poderosa y bien organizada, que sirvió inicialmente para fortalecer las iniciativas del desarrollo económico, pero que luego se convirtió en un baluarte de privilegios y en un mecanismo para perpetuar el goce del poder administrativo por parte de un grupo social bien definido. Este grupo llegó a concebir su rol político, ya no tanto como avanzada de la industrialización del país, sino más bien como mediador y estabilizador entre la clase alta (terratenientes, industriales, banqueros y hombres de negocios) y la clase obrera. [1]
¿Quiénes constituyen el grupo social que se autoidentifica como «clase media» en Chile? Desde un punto de vista económico comporta a los empleados públicos y en general, a todos aquellos que no hacen trabajo manual, ni son dueños de los medios de producción. Contando los grupos periféricos que se mencionarán más adelante, esta clase media comprendía en 1958 el 45 por ciento de la población de Santiago. [2]Desde el punto de vista cultural, la clase media chilena comparte típicamente los rasgos siguientes:
a) Rechaza el trabajo manual (a diferencia de la clase baja);
b) Es heterogénea en origen, ingreso, educación, etcétera (a diferencia de la clase alta);
c) No tiene ahorros y su situación económica es siempre precaria;
d) Mantiene y valora ciertas apariencias de un nivel de vida “decente”, aunque ello signifique vivir endeudado;
e) Posee educación más allá del nivel primario; [3]
f) Usa el “compadrazgo”, un sistema de reciprocidad de favores.
En este trabajo propondremos la participación en el sistema de “compadrazgo” como un criterio distinto de pertenencia a la clase media chilena.
Se han producido dos grupos de transición entre la clase alta y la clase media. Estos grupos intermedios tienen diferentes orígenes: el primero se compone de hijos de familias de clase alta que han ingresado a la administración pública o a las profesiones liberales. El segundo se compone de familias de comerciantes y dueños de pequeñas industrias, frecuentemente inmigrantes, que van ascendiendo en la escala económica y que han adquirido aspiraciones de clase alta. Existe otro grupo limítrofe de origen obrero, que ha logrado incorporarse a la clase media a través de la educación y el consecuente acceso a empleos públicos o privado. En ambos extremos de la clase media el número de casos intermedios tiende a aumentar haciendo de la clase media un grupo abierto que continúa creciendo en base a contribuciones heterogéneas de las clases alta y baja de la inmigración extranjera.
El miembro típico de la clase media no posee ni medios de producción, ni trabaja con sus manos. Su rol económico se limita a la administración, la política y las profesiones liberales, y el Estado es su principal empleador. Los escasos puestos burocráticos disponibles se llenan a través de apadrinamiento político y social. [4]En otras palabras, un recurso esencial con que cuentan los miembros de la clase media es su red de conexiones sociales y familiares. Éste es el contexto sociológico de la institución de reciprocidad que discutiremos a continuación. [5]
1. EL “COMPADRAZGO” CHILENO: DEFINICIÓN
Entre los miembros de la clase media urbana chilena (hombres y mujeres) el “compadrazgo” es un sistema de reciprocidad que consiste en el intercambio continuo de favores que se dan, se reciben y se motivan dentro del marco de una ideología de amistad. Estos favores suelen ser burocráticos y generalmente consisten en un trato preferencial dado a alguna persona a costa de los derechos y prioridades de terceras personas. De ahí que el término popular “compadrazgo” represente un eufemismo para esta institución que no debe confundirse con la institución ritual católica del mismo nombre.
Según un informante, el “compadrazgo” es una forma de ayuda que se emplea “para obtener algo con más facilidad y en menos tiempo”; y agrega: “los objetivos generalmente son legales aunque la forma de lograrlos, puede no serlo. Estos favores se dan y se reciben en un espíritu de amistad y sin sentimientos de culpa. Sin embargo, la persona que hace el favor, siempre está consciente de los beneficios futuros que le pueda traer a él o a algún pariente o amigo suyo”. El siguiente ejemplo (citado por otro informante) podrá aclarar los rasgos esenciales del “compadrazgo”.
Un juez que llamaremos A tenía una hija que se encontraba buscando trabajo. Por intermedio de su “compadre” y amigo, el abogado B, la hija logró obtener un empleo en el comercio del señor C, hermano del abogado B. Varios años después, el Sr. C. quiso obtener el divorcio. Como en Chile no hay divorcio sino únicamente nulidad, el éxito del trámite legal depende en gran parte de la buena voluntad del juez. En esta contingencia el juez A, reciprocando el favor que había recibido años antes, logró que el caso fuera recibido ante un juez favorable al divorcio y además dio consejos al Sr. C acerca de los arreglos monetarios involucrados en la separación. Desde luego no hubo ningún intercambio de dinero en todo este episodio.
De acuerdo a este ejemplo, el “compadrazgo” chileno; es un contrato diádico tácito, o cadena de tales contratos, entre personas ligadas por amigos comunes que actúan de intermediarios. En el presente caso el favor fue devuelto directamente por A a C, pero el intermediario B continúa siendo parte de la relación de amistad. Importa anotar que el favor inicial se otorga sin ningún pensamiento de devolución específica; parecería más bien que la obligación de reciprocidad se depositara en una especie de cuenta de ahorros de servicios convertibles a futuro, según se presente la necesidad.
2. TIPOS DE FAVORES
A continuación se detallarán algunos ejemplos de servicios que pueden obtenerse a través del “compadrazgo”:
Empleos
La siguiente frase atribuida al Presidente Ibáñez (1956-1962) refleja un concepto del “compadrazgo”: “Entre un pariente y un amigo, prefiero al pariente; entre un amigo y un desconocido, prefiero al amigo”. Este dicho se refiere a cargos públicos; en especial los cargos más bajos de la burocracia administrativa tienen pocos requisitos y gran demanda entre un segmento importante de la clase media baja, y se obtienen frecuentemente mediante el “compadrazgo”. En una situación de escasez de empleos y con el peligro de perder estatus si se recurre al trabajo manual, no es de extrañarse que el “compadre” se convierta en un recurso económico primordial.
La búsqueda de empleos comienza con la revisión mental de todas las relaciones personales con que se cuenta, hasta localizar a algún amigo que tenga relación con la oficina de nombramientos en el servicio dado. Similarmente, en la búsqueda de candidatos para llenar una plaza se suele revisar la lista de parientes y amigos, hasta encontrar a la persona adecuada. En todo caso, la recomendación personal es esencial y representa un favor importante para un postulante. Podríamos considerar el “compadrazgo” como el principal mecanismo en el otorgamiento de empleos, ya que hasta las personas de más altas calificaciones prefieren contar con el apoyo de un “compadre” y no confiarse exclusivamente en sus méritos al optar por un cargo determinado.
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