Y eso es sólo es la punta del iceberg. No significa que quien piense de ese modo debamos rechazarlo, todo lo contrario, debemos aceptarlo como persona igual a ti o a mí, y en todo caso encaminarnos juntos a lo que el Señor expresa en su Palabra al respecto. Esto representa hoy un verdadero reto para las familias cristianas que desean permanecer fieles a la Palabra, en un mundo tan trastornado y alejado de la verdad como el que nos toca vivir en nuestros días. Forma parte del plan de Satanás cuya misión principal es la de engañar, cambiar la verdad del Evangelio por la mentira, crear confusión, aún a aquellos que han conocido la verdad, y todo finalmente para matar y destruir.
Entiendo que la verdad de Dios es muy clara al respecto. Él nos ha hecho hombres y mujeres desde el principio, y como padres cristianos tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hijos a desarrollar su sexualidad de la manera más armoniosa posible, sin avergonzarse de ella por ser un don de Dios, ni tampoco que derive en desviaciones que se alejen del proyecto original de Dios para la humanidad. Las chicas sintiéndose orgullosas como mujeres, desarrollando su feminidad sin caer en el el extremo del feminismo; y los chicos creciendo en su virilidad como hombres maduros y responsables, sin derivar en el machismo, con conductas irresponsables más propias de la brutalidad animal que de un ser racional hecho a la imagen de Dios.
Referente a este asunto me remito exclusivamente a lo que el Señor dice en su Palabra, pero dado lo delicado del tema y la polémica que parece suscitar en determinados ámbitos sociales, y sin ánimo de polemizar, como creyentes en Cristo, diremos que si alguien entiende algo diferente a esto, que investigue en las Escrituras y que el Señor se lo confirme.
En todo caso cuando surjan conflictos al respecto, y más en el seno de la familia cristiana, entendemos que es fundamental mantener una comunicación eficaz y fluida a fin de ejercitar juntos nuestra fe para aceptar los principios de Dios y la Gracia para guardarlos. La esperanza para mirar más allá del sufrimiento presente, y ver la gloria futura. El amor para cuidarnos y apoyarnos los unos a los otros. Sin olvidar que el mayor de los dones del Espíritu es el amor (1ª Cor. 13:13).
SET NACIÓ A IMAGEN Y SEMEJANZA DE ADÁN
Entre el versículo 1 y el 3 de este pasaje, encontramos una diferencia notable en lo que a la genética y al ADN se refiere. Adán y Eva fueron creados directamente por Dios como creación especial de Él, eran hijos de Dios y fueron hechos a imagen y semejanza suya. Pero en el v 3 se nos dice que Set era la viva imagen de su padre Adán, tal como sucede con nuestros hijos que, en mayor o menor medida, se parecen a sus padres.
Eso no significa que tanto Set como nosotros, que somos hijos de nuestros primeros padres Adán y Eva, hayamos perdido la prerrogativa de ser concebidos a imagen y semejanza del Creador. Seguimos siendo seres creados a su semejanza, con un espíritu, una energía vital que procede de Dios mismo. Pero teniendo en cuenta todo el contexto bíblico, el texto nos recuerda que nacemos como hijos de nuestros padres, semejantes a ellos, con su misma carga genética, pero de forma natural no nacemos como hijos de Dios.
Somos criaturas suyas, amadas y deseadas por Él, pero sólo son estrictamente hijos aquellos que han sido concebidos directamente por Él, como lo fueron Adán y Eva y las miríadas de ángeles, incluyendo los que desobedecieron rebelándose contra el Señor. Sin embargo y a su vez, a causa del gran desastre que supuso la caída, en su gran amor, Dios dispuso que pudiéramos llegar a ser hijos directos suyos. Pero esta vez no como en nuestro caso por la vía consanguínea ni genética humanas, sino que nos dio la oportunidad y el derecho de llegar a ser sus hijos mediante un nuevo nacimiento.
Pero no a través de nuestros padres, de carne o de sangre ni de voluntad o pasión humanas, sino mediante la obra y voluntad Divinas. A través del poder de la Palabra (Cristo es la Palabra viviente) siendo lavados por ella y habiendo sido re-nacidos por el propio Espíritu de Dios, el cual nos ha dado un nuevo ADN espiritual, una nueva vida y un nuevo entendimiento (leed Juan 1:12-14; Juan 3:3-5 y 14-16). Es mediante la fe que Dios nos da la potestad de ser hechos hijos suyos y formar parte de su propia familia.
LA PAGA DEL PECADO ES LA MUERTE
En el v 5 leemos que Adán, a pesar de haber vivido muchos años (nada menos que 930), aparentemente su final fue la muerte: «Adán vivió novecientos treinta años y después murió». Y esta frase de que ˝Fulanito vivió tantos años y murió˝ se repite a lo largo de todo el capítulo 5 para todos los personajes que aparecen en él, excepto Enoc, lo cual indica el destino general de toda la humanidad después de esta vida. La Escritura se reafirma en esto diciendo: «está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio» (Hebreos 9:27). Pero esto conlleva una serie de connotaciones, algunas de las cuales mencionaremos a continuación:
– La primera es que está claro que la consecuencia de la caída produjo unos efectos devastadores por la desobediencia a la Ley de Dios que acaban en la muerte física para todos, tal como desarrollamos en el Segundo Gran Relato del Génesis, que aparece en el primer volumen de esta obra: ˝EN EL PRINCIPIO DIOS˝.
– La segunda es que la Palabra aclara igualmente que la muerte física no es el final para la humanidad, sino que Dios ha establecido que después de ella todos seamos llamados a juicio ante Él.
– La tercera consecuencia es que Dios ha establecido que el ser humano pueda morir una sola vez en su vida. Únicamente aquellos que vivamos para cuando el Señor vuelva no conoceremos la muerte, aunque nuestra transformación en un cuerpo de gloria no precederá a los que durmieron en la fe de Jesucristo. Eso significa que ningún ser humano puede llegar a morir dos veces y por tanto volver a tener más de una vida aquí en la tierra, lo cual descarta todas las filosofías humanas e inventos de las religiones que sostienen filosofías basadas en la reencarnación de un ser humano en otro cuerpo, sea persona o animal. Sólo nos ha sido dada una vida aquí en la tierra y debemos saber aprovecharla antes de dar cuenta de ella a nuestro Hacedor en el día del juicio.
– La cuarta consideración es que las Escrituras aclaran que existen dos tipos de muerte:
a. La muerte primera, o muerte física, que corresponde a la separación entre lo espiritual (alma y espíritu) y la parte material (nuestro cuerpo), tal como lo explica el apóstol Pablo en Romanos: «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Rom. 5:12).
b. La muerte segunda corresponde a la muerte espiritual. Esta es la auténtica muerte porque mantiene alejado al ser humano de su Creador y Señor, ya que sin Él, carece de sentido su existencia y propósito para su vida. La Biblia aclara que quien no conoce a Dios, sus delitos y transgresiones le hacen estar muerto para Él. En la Biblia hay 5 textos que hablan explícitamente sobre la muerte segunda: Apocalipsis 20:14; 21:8; 2:11; 20:6 y Judas 1:12. Jesús y sus apóstoles se refirieron a ella en multitud de ocasiones. En 1ª Juan 5:4 Jesús promete a los creyentes, como a vencedores, que no experimentarán el lago de fuego. La segunda muerte es exclusivamente para quienes han rechazado a Cristo. No es un lugar al que los creyentes en Cristo deben temer. A esa muerte se refiere Pablo en Romanos 6:23a: «porque la paga del pecado es muerte», a la muerte segunda, la muerte espiritual, la ruptura de la ˝relación˝ con Dios.
– La quinta y última consideración que mencionaremos aquí respecto a la muerte está relacionada con el texto completo de Romanos 6:23: «porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro». Si bien la consecuencia de la rebeldía y la desobediencia contra Dios produjo la muerte de manera fulminante, la Ley dada a Moisés nos permitió conocer el alcance del desastre universal provocado por el pecado; pero por el amor del Padre y a través de la obra de Cristo en la cruz, Dios nos ha preparado el mayor regalo que nadie jamás ni siquiera pudo haber imaginado: La vida eterna para todo aquel que en Él cree.
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