LA COSECHA DEL PATRIOTISMO
FIDEL CASTRO, SU GRUPO POLÍTICO
Y LA EMERGENCIA DEL NACIONALISMO
EN LA EMIGRACIÓN CUBANA, 1955-1958
LA COSECHA DEL PATRIOTISMO
FIDEL CASTRO, SU GRUPO POLÍTICO
Y LA EMERGENCIA DEL NACIONALISMO
EN LA EMIGRACIÓN CUBANA, 1955-1958
Sergio López Rivero
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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© Sergio López Rivero, 2013
© De esta edición: Publicacions de la Universitat de València, 2013
Publicacions de la Universitat de València
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publicacions@uv.es
Diseño de la maqueta: Inmaculada Mesa
Fotografía de la cubierta: Manifestación del Movimiento Revolucionario
26 de Julio. Los Angeles (California), 1958. Archivo del autor
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-9213-3
INDICE
Advertencia al lector
RACIONALIZACIÓN DEL NACIONALISMO, DESCONTENTO CIVIL Y CONVOCATORIA A LA ACCIÓN COLECTIVA
Identificación demográfica, social y cultural de la emigración cubana
La elite revolucionaria y la movilización de ciertas variantes de los sentimientos de pertenencia colectiva
La convocatoria a la acción colectiva desde la emigración
VIVIFICACIÓN DEL GRUPO POLÍTICO, CUERPO DE ESPECIALISTAS IDEOLÓGICOS Y DEIDAD ÚNICA
El nuevo tributo de «sacrificio y de vidas»
La creación de un cuerpo de especialistas ideológicos
Realidad del mito, traspaso de paradigmas y lealtad del grupo
DESCONTENTO PRIMORDIAL, CRIBA REVOLUCIONARIA Y MUTACIÓN EN LO IMAGINARIO DE LOS CUBANOS NORMALES Y CORRIENTES
Stop a la espontaneidad y desconfianza ante los (otros) héroes vivos
Palabras del cambio: preocupación por los orígenes, idea de destino y barbarización del lenguaje revolucionario
La diferencia con lo estadounidense, la Revolución Cubana y Fidel Castro en el centro de la nueva construcción intelectual
Fuentes seleccionadas
Índice onomástico
La historia no es una memoria atávica ni una tradición colectiva. Es lo que la gente aprendió de los curas, los maestros, los autores de libros de historia y los editores de artículos de revista y programas de televisión. Es muy importante que los historiadores recuerden la responsabilidad que tienen y que consiste ante todo en permanecer al margen de las pasiones de la política de la identidad incluso si las comparten. Después de todo, también somos seres humanos.
Eric Hobsbawm. Dentro y fuera de la Historia
ADVERTENCIA AL LECTOR
El que piensa escribir un ensayo histórico, lo hace generalmente porque considera que tiene un profundo conocimiento sobre el tema de su elección. No es mi caso. Empecé a pensar en este ensayo en la Universidad de La Habana, sin saber un ápice sobre la historia de los emigrados cubanos. Tampoco era un especialista, en ese fenómeno histórico conocido como Revolución cubana. Hasta ese momento todo lo que había llegado a mis manos estaba demasiado etiquetado ideológicamente por los cubanos «de dentro» y por los cubanos «de fuera», manifestando la permanencia del valor afectivo. Ambas variantes del pensamiento nacional, coincidían sin proponérselo. Se habían dedicado a estudiar cómo los grupos políticos interpretaron el apoyo de alguna parte de la población cubana a la convocatoria a la acción colectiva frente al golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, pero las dos habían pasado por alto por qué aquellos cubanos normales y corrientes ofrecieron lealtad a sus proyectos políticos. 1 Para colmo, la relación emigración-revolución ha sido siempre un tema tabú en las dos trincheras de la historiografía cubana. Por una u otra razón, las dos variantes de la historia de Cuba han olvidado el papel de los emigrados en el proceso revolucionario cubano. ¡Como si se pudiera entender el nacionalismo en Cuba, sin atender a la historia de la emigración cubana!
De esta premisa, cae otra por su propio peso. Quien quiera ofrecer luz al dilema cubano durante los años cincuenta del siglo XX, debe recordar que «Democracia o Comunismo» repetía el golpista Fulgencio Batista alineado junto al gobierno de los Estados Unidos de América en la confrontación hemisférica contra el bloque comunista liderado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y que como un aliado incondicional de la «democracia» contra el «comunismo», consideró por mucho tiempo al golpista Fulgencio Batista el gobierno de los Estados Unidos de América. Sólo que para los cubanos normales y corrientes no había nada que se pareciera menos a una democracia que el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, y aquel slogan podía interpretarse de este modo: defensa de la democracia extranjera en detrimento de la nuestra. Lo anterior fue lo que ofreció el pie forzado al Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) desalojado del poder el 10 de marzo de 1952 y al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) que era el pretendiente favorito para sucederlo en las elecciones a celebrarse el 1 de junio del mismo año, para convocar a la acción colectiva enarbolando la bandera nacional. Sin embargo, estos grupos políticos tradicionales de la izquierda cubana prefirieron jugar de manera conservadora asegurando su posición en lo alto de la clasificación de la opinión pública. Habituados a esto vaciaron de contenido la fe nacionalista, pasando por alto el auge de la identificación nacional de la población cubana y dejando el terreno libre a los grupos políticos emergentes.
Una oportunidad que no desaprovechó el grupo político emergente de Fidel Castro jugando con imaginación, abriendo el juego y atacando primero, mediante la elevación hasta la intransigencia de su mensaje nacionalista. 2 Algo así como la diferencia entre el whisky puro que «nos tumba» y el diluido que «nos deja achispados», en la sugerente imagen de Charles Taylor sobre los distintos registros del nacionalismo. 3 Esto es: 1) privilegiando la violencia sobre el diálogo, para zanjar los problemas políticos; 2) actualizando «los otros» (los españoles) con «ellos» (los norteamericanos), en el ejercicio de reafirmación colectiva frente a «nosotros» (los cubanos); 3) sustituyendo nación por revolución, en la ecuación patria-pueblo-nación que expresaba el sentido de pertenencia en Cuba. 4 Con esos elementos capaces de provocar la emoción patriótica, el grupo político emergente de Fidel Castro se lanzó a la búsqueda de la hegemonía política socavando los métodos que hasta entonces aseguraban la lealtad y la subordinación de la población cubana. De ahí la validez histórica del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953, empeñado en desatar la acción colectiva mediante la movilización de la elite revolucionaria. De ahí también el cambio de condiciones, junto a la existencia de un grupo político emergente con tributo propio de «sacrificio y de vidas». 5
Ya sé que nuestra mirada está teñida por nuestras ideas, y que el color de nuestro cristal nos hace ver el mundo de una u otra forma. Pero esta certeza, no debe nublar nuestro punto de vista. El 26 de julio de 1953 fue considerado en su momento por una franja importante de la población cubana, el sacrificio ritual del nacionalismo cubano ante los cien años de la muerte de su símbolo fundacional José Martí. Un «sacrificio de construcción» diría Mircea Elíade, que imita el gesto primordial del origen de la nación cubana y asume la «responsabilidad de mantenerlo y renovarlo». 6 La doble negación, por la muerte de la muerte. Conforme avanzan los años, cada vez quedan menos dudas. La muerte aceptada el 26 de julio de 1953, que anuncia el final (más que del golpe de estado el 10 de marzo de 1952) de la fundación de la República el 20 de mayo de 1902. El poder sacramental de dominar el tiempo en que radica la esencia del sacrificio, permitiendo el intercambio del pasado por el futuro en palabras de Gilbert Durand. 7 ¿Qué esta actitud nos resulta extraña? Pues sí. Pero eso que Peter Burke denomina «empatía prematura», debe recordarnos que estamos ante un sistema de creencias cuyos elementos se complementaban en aquel entonces, haciendo prácticamente irrebatibles sus proposiciones centrales. 8 Algo que Hayden White, asociaría enseguida con «los estándares de moralidad y buen gusto sancionados socialmente» en aquel momento histórico. 9 Y Ernesto Laclau, con el estado embrionario de una configuración populista. Entendiendo el populismo no como ideología, sino como un modo de construir lo político. 10
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