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Sinopsis Sinopsis El pastor de nubes. - Un sujeto anónimo, bajo las siglas de P.B.A., publica las memorias de su mejor amigo, que le fueron confiadas mediante una nota antes de que este desapareciera para siempre. En ellas se narra, a través de tres líneas temporales diferentes, cómo el protagonista va cayendo poco a poco en una profunda depresión al verse desconectado de todas las cosas que le rodean. Con una visión crítica de su pasado, un presente vacío y un futuro para nada prometedor, el protagonista quedará estancado en un punto muerto sin poder seguir hacia delante. ¿Será capaz de derrotar a sus propios fantasmas, o finalmente terminará siendo engullido por la espiral de negatividad que él mismo ha creado?
El pastor de nubes
Introducción
I
II
-1
III
-2
ACTO 1
-3
IV
-4
V
VI
VII
ACTO 2
VIII
-5
IX
-6
X
-7
XI
ACTO 3
XII
-8
XIII
El pastor de nubes
Nota final
Datos de autor
El pastor de nubes. -Un sujeto anónimo, bajo las siglas de P.B.A., publica las memorias de su mejor amigo, que le fueron confiadas mediante una nota antes de que este desapareciera para siempre. En ellas se narra, a través de tres líneas temporales diferentes, cómo el protagonista va cayendo poco a poco en una profunda depresión al verse desconectado de todas las cosas que le rodean. Con una visión crítica de su pasado, un presente vacío y un futuro para nada prometedor, el protagonista quedará estancado en un punto muerto sin poder seguir hacia delante. ¿Será capaz de derrotar a sus propios fantasmas, o finalmente terminará siendo engullido por la espiral de negatividad que él mismo ha creado?
El pastor de nubes
© 2021, Pascual Angosto
© 2021 , La Equilibrista
info@laequilibrista.es
www.laequilibrista.es
Primera edición: 2021
Maquetación: La Equilibrista
Imprime: Ulzama Digital
ISBN: 9788418212741
ISBN Ebook: 9788418212758
Depósito legal: T 406-2021
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de: NOCTIVORA, S.L.
Esta historia que vais a leer a continuación es una ficción urdida por la febril imaginación de su autor. Cualquier parecido con la realidad es una mera y triste coincidencia.
Las páginas que vais leer a continuación fueron escritas por un buen amigo mío que desapareció un día sin dejar rastro. Pronto se cumplirá un lustro desde aquel trágico acontecimiento que nos dejó a todos sus conocidos en estado de shock . Nadie sabe sobre lo que habrá sido de él desde ese entonces: ni la policía, ni sus familiares, ni siquiera yo, su mejor amigo de toda la vida. Sin embargo, conociéndole, dudo mucho que haya muerto. Simplemente estará viviendo en algún lugar de este inmenso mundo. Quizás tenga ahora la vida feliz que tanto deseó, aunque, conociéndole, seguramente no.
Tampoco caeré en el atrevimiento de dármelas de experto en lo que se refiere al conocimiento de la psique de este extraño individuo, protagonista del libro del que tengo el dudoso honor de escribir el prólogo. Si hubiera conocido mucho mejor a mi amigo, quizá podría haber evitado que se marchara de casa sin decir nada a nadie. Sin embargo, no fue hasta un mes después de su desaparición, justo en el momento en el que sus padres me llamaron preocupados porque este no respondía a ninguna de sus llamadas, cuando decidí hacerle una visita sorpresa a su modesto piso de soltero, lugar en el que malvivía por aquel entonces.
Él siempre dijo que me consideraba su mejor amigo. A mí también me gustaba considerarlo a él como tal, aunque es cierto que apenas nos veíamos. Podían transcurrir semanas enteras e incluso meses entre nuestras ocasionales quedadas, ya fueran entre nosotros dos o con nuestro pequeño grupo de amigos en común. Había períodos en los que se dejaba ver durante varios viernes o sábados seguidos (días en los que era más propenso a salir a la calle), pero estos se alternaban con prolongados letargos de cualquier tipo de actividad social.
Cuando le llamaba al móvil para quedar a tomarnos una cerveza casi siempre respondía, si es que lo cogía, con un simple «No me apetece». Así era él. La mayoría de gente que conozco se hubiera inventado alguna excusa rebuscada o arquetípica, dependiendo del grado de su imaginación, para intentar quedar bien conmigo a pesar de saber perfectamente que sus novias habían monopolizado la mayor parte de su tiempo. Sin embargo, él siempre elegía ante todo la verdad, condensada en su muletilla «No me apetece». A veces de manera explícita y otras, de manera implícita. Por ejemplo, cuando le ponías un whatsapp, era capaz de no responderte hasta después de varios días, siendo esta su forma de decir «No me apetece hablar en este momento». Cuando respondía, si es que lo hacía, se dedicaba a continuar la conversación con normalidad, como si no hubiera pasado una semana desde el último mensaje, o, en su defecto, iniciaba él mismo una conversación debido a que la otra había quedado caducada. Así era él; era inútil enfadarse por sus pequeñas excentricidades.
Quien haya leído esto de primeras se habrá llevado la falsa impresión de que mi mejor amigo era una persona bastante arisca e incluso un borde de cuidado. Puede que así lo pareciera para todo aquel que no le conociera a fondo, pero en su círculo más cercano habíamos aceptado estas excentricidades sin que nos llegase a molestar en absoluto. En persona era amable, algo callado y con un sentido del humor serio. No necesitaba acaparar la conversación como hace la mayoría de los que cumplen el rol de «graciosos del grupo» para hacernos reír a los demás. Él simplemente se quedaba escuchando, siguiendo el hilo de lo que estaba diciendo su interlocutor, hasta que, en una pausa, metía su cuña mordaz, breve e ingeniosa, que solía desatar las risas de todos. Sin embargo, también es cierto que muchas veces se le veía algo distraído cuando salía con nosotros, ensimismado en sus pensamientos dentro de su hermético mundo. Cuando se ponía en este modo era imposible sacarlo de su ensoñación. Lo único que podíamos hacer era esperar a que su otro yo apareciera en forma de un comentario ingenioso sobre algún tema que le interesara.
Escribo todas estas palabras para dibujaros el contexto del manuscrito que vais a leer en breve. Pienso que no sería justo para su memoria que solo contarais con la versión de sí mismo que mi mejor amigo os ofrece. Él tiene a mi parecer una visión demasiado crítica, exagerada e incluso injusta sobre su persona. Recuerdo que casi se me cayó la mandíbula al suelo cuando lo leí por primera vez. ¿Conque esto pensaba del mundo que le rodeaba? Por un momento me dejé engañar, llegando a pensar que no sabía nada de él e incluso que estaba loco. Sin embargo, la subjetividad de su prosa utiliza una vara de medir muy dura con sus defectos, pero a su vez deja de lado muchas de sus raras virtudes. Siempre había sido una persona bastante autocrítica, pesimista e incluso catastrofista. Por eso no quiero que el lector se lleve una impresión equivocada del que fuera mi mejor amigo.
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