— ¿Has pagado tú? —le preguntó extrañada a Hasan—. Si no te has movido de mi lado ¿cuándo lo has hecho? —entonces se dio cuenta de que allí lo conocían más de lo que ella creía. Recordó que, al entrar, el policía le había reconocido por lo que dedujo que frecuentaba el local, solo o con turistas.
—No te preocupes. Vámonos, dejemos todos estos temas para otro día.
Ambos evitaron hablar en todo el trayecto en coche. Pensaba en lo que Hasan le había dicho y aún más en lo que no le habría dicho.
— ¿Dónde te dejo, donde te he cogido?
—No, déjame delante de casa por favor —le dio la dirección.
Al ir a bajar y, antes de que ella pudiera despedirse, Hasan le dijo:
—Dame tú número de teléfono, por favor, me gustaría hablar más contigo.
Tras quedar en llamarse próximamente, bajó del coche, no sin antes pedirle el coste del trayecto. Pero Hasan no se lo quiso cobrar.
—Toma mi teléfono. Si no contesto, deja un mensaje en el contestador y te llamaré yo. Normalmente, estoy fuera trabajando
Hasan se quedó extrañado observando el portal donde entraba Ilhem. Ni aquel edificio ni aquel barrio le cuadraban, sabía que en la familia de Ihlem no trabajaba nadie, por lo que de algún modo les llegaba dinero en cantidad considerable. Y eso no hizo más que reafirmar su convicción de que estaba tras la pista correcta. Arrancó el coche y se perdió en la noche.
Ilhem atravesó el recibidor dispuesta a acostarse, pero no contaba con que su abuela la esperaba despierta.
—Buenas noches, Ilhem. ¿Te lo has pasado bien?
—Muy bien. Gracias, mamá. Mañana hablamos, estoy un poco cansada. Buenas noches.
Ya en la cama, empezó a pensar en todo lo que había hablado con Hasan y sin más, recordó el atentado terrorista de Lockerbie en Escocia4, efectuado unos años antes y por el que se culpó a los Servicios Secretos de Gadafi5. Se le ocurrió que tal vez se relacionaba con ellos, y un escalofrío le recorrió la columna vertebral provocándole una intensa sensación de frío y desazón. Lo desestimó por haber ocurrido muy lejos, pero ¿y si fuese algún colaborador o cómplice? ¿A raíz de qué le habló sobre la yihad para salir de Marruecos? ¿Por qué querría ayudarle, si no fuera para su propio beneficio? ¿Debía confiar en él? ¿Debería indagar más, o tal vez dejarlo correr? ¿Sería esto último lo mejor?
4. El vuelo 103 de la aerolínea estadounidense Pan Am fue víctima de un atentado terrorista el 21 de diciembre de 1988, cuando cubría el trayecto entre Londres y Nueva York. Explotó en el aire y cayó sobre la ciudad de Lockerbie (Escocia).
5. Dictador libio que gobernó su país durante 42 años, desde 1969 hasta su muerte en 2011.
Vª
Todas aquellas dudas se agolpaban en su mente y no la dejaban dormir. Le preocupaba que el intento de encontrar una manera de salir del país le condujera a una situación peligrosa. Se notaba aturdida y sin saber cómo actuar. Ella, que siempre se había sentido segura de sí misma y con las ideas muy claras, se identificaba ahora con un náufrago a la deriva de los acontecimientos. Se durmió de madrugada, después de oír al almuédano cantar el Fajr, la primera oración al despuntar el día.
A la mañana siguiente se despertó tarde para su costumbre. Su abuela le había preparado un poco de desayuno, unas pastas y té muy dulce con hierbabuena.
— ¿Qué tal ayer por la noche? ¿Adónde fuisteis?
—Lo pasamos muy bien. Gracias, mamá. Nos divertimos mucho. No fuimos a ningún sitio en concreto, dimos unas vueltas y acabamos en la plaza —mintió.
—Ilhem, ahora que has acabado tus estudios, ¿qué vas a hacer, buscar trabajo, un marido? ¿O quieres continuar estudiando y sacarte un Máster? —preguntó en un tono socarrón. La conocía bien y sabía que no quería saber nada de maridos. Al menos, por el momento.
—No lo sé mamá. Trabajo tal vez sí, pero de marido ni hablar. Voy a pensar unos días y cuando me decida, hablaremos. De momento voy a salir a que me dé un poco el aire.
Se vistió y salió a la calle cuando el sol ya estaba alto y hacía calor. El hijab y la chilaba le molestaban pero eran mejor éstos que llevar vestidos de corte occidental. Más con su aspecto, así llamaba mucho menos la atención. Entró en un salón de té, donde varios hombres se giraron al advertir que entraba una mujer sola. Sin embargo, pronto se olvidaron de ella, vestida con la ropa tradicional no se diferenciaba de cualquier buena musulmana. Tras pedir un zumo de naranja natural, no pudo evitar pensar de nuevo en la noche anterior, en lo que habían hablado y en lo que no habían dicho.
Pensó sobre todo en cómo repercutiría en sus planes la solución de Hasan, que aún no sabía cuál era, pero pensaba que no sería algo fácil. Lo poco hablado en la disco no le auguraba ninguna simplicidad. Le daba vueltas y más vueltas en su cabeza, sin llegar a aclararse. Por ello decidió que debía hablar con él de nuevo y dejar las cosas claras cuanto antes, al menos saber lo mínimo para poder decidir algo. Pagó la consumición y salió en busca de una cabina. No quería llamarlo desde su domicilio, así podía charlar con intimidad. Tras un par de tonos, oyó su voz.
—Hasan, ¿eres tú? Soy Ilhem, ayer por la noche estuvimos en el Marrakech. ¿Te acuerdas?
— ¿Cómo no voy a acordarme con lo bien que nos lo pasamos? ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
Pensó por un instante que tal vez se había precipitado al llamarlo a la mañana siguiente, pero ya estaba hecho, carraspeó un poco y dijo:
—Muy bien, gracias. Me gustaría que nos viéramos. Quisiera hablar contigo. Reconozco que disfrutamos de la velada, pero, en fin, no hablamos de nada importante.
—Bien —le contestó sin titubear—. ¿Esta tarde te va bien?
—Perfecto. ¿Dónde? —preguntó sorprendida por la rapidez de la respuesta.
— ¿Conoces el salón de té Dar Mimounn? Se encuentra en el zoco. Es un poco difícil de encontrar si no sabes dónde está.
—Sí, no es problema. He estado con amigas varias veces.
—Bien, entonces a las cuatro, ¿de acuerdo?
—Estupendo. Hasta las cuatro entonces.
Estaba nerviosa por toda la conversación, pero no podía imaginarse lo que acabaría siendo aquella reunión. Fue directamente a casa y le dijo a su abuela que por la tarde saldría de nuevo a pasear para aclararse las ideas.
A las cuatro menos diez se encontraba en la puerta del salón de té, esperándole, al no encontrarlo dentro del local. Lo vio llegar con sus gafas de sol, ropa informal y deportivas. Advirtió que todo era de marca y que le daba un aire interesante que no había notado cuando le conoció.
Empezaron hablando de cosas intrascendentes. Ilhem no se decidía aún por empezar a tocar el tema que más le interesaba. Sin embargo, Hasan siempre llevaba la conversación hacia el mismo tema, su familia, aunque sin darle importancia al asunto. Pero, a medida que la conversación fue trascurriendo, esta insistencia hacia sus padres alertó a Ilhem.
—Oye, ¿y por qué te interesan tanto mis padres? Hemos venido aquí para hablar de otro tema, no sobre mi familia —dijo algo molesta.
—No te exaltes, es sólo para conocernos mejor. Sólo sabes de mí que soy taxista y yo, que has acabado la carrera. Pero, en realidad no sabemos nada el uno del otro.
La repuesta no le acabó de convencer y se mantuvo vigilante.
— ¿Y los tuyos, por qué no me hablas de tus padres?
—No quiero aburrirte, son de lo más corrientes —respondió con una evasiva.
— ¿Pero viven aquí, en otra ciudad, o en el extranjero? —insistió Ilhem.
—Viven en París, ¿ya estás satisfecha?
— ¿Y a ti no te gustaría vivir en París? La reunión familiar lo facilita.
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