—Un Cardhu 12 con hielo y una Wastainer para la señora —anunció el camarero.
Ilhem esperó a que les hubieran servido y después de tomar el primer sorbo se dispuso a hablar, pero antes de que pudiera abrir la boca, él le preguntó:
—Bien, ¿qué te ha traído hasta aquí? Pareces una buena chica. ¿Qué buscas? Si hubieses venido a divertirte estarías ahora mismo con amigas o en pandilla. ¿Pero sola? Yo diría que éste, no es lugar para una mujer como tú.
Su adelanto la dejó completamente descolocada, titubeó durante un tiempo pensando qué contarle; la verdad no se la quería decir, pero no sabía cómo mentir a aquel chico que tenía más claro que ella el porqué había ido allí.
— ¿Te ha comido la lengua el gato? —dijo burlón—, ¿o es que te da vergüenza decirme la verdad?
Esto la puso aún más nerviosa, no sabía cómo salir del atolladero en que se había metido, pero no debía acobardarse ahora o su aventura acabaría antes de empezar.
—Deseo ir a trabajar a Europa. Este país encorseta a las mujeres y yo quiero ser libre y hacer lo que me plazca. Montar mi negocio y vivir a mi aire —al final había decidido que decirle la verdad era lo único que podía hacerla creíble.
Él no se inmutó, desde el momento que, con el coche parado, la observó con el vestido occidental, en la calle, y no habiendo cogido los taxis anteriores, ya imaginó lo que buscaba. Aunque era joven, tenía mucha experiencia. Sus misiones, el taxi y lo que representaba le hacía tener contacto con la vida nocturna y marginal. Conocía mujeres que se ganaban el pan como podían, efectuaba viajes a hoteles de lujo con turistas que le pedían chicas o chicos que se vendieran por unos dírhams. Todo eso le había facilitado descubrir con bastante claridad lo que ella quería. Pensó por un instante en que lo único que no le cuadraba en el relato era el aspecto de la chica. A pesar de que, a primera vista, parecía frágil, sus ojos denotaban una fuerza de voluntad, una inteligencia superlativa y una fiereza que no había visto antes en nadie.
—Mira, primero me gustaría saber cómo te llamas. No nos hemos presentado. Yo soy Hasan y ¿tú?
Pensó en darle un nombre falso, pero después de todo no creyó que valiera la pena.
—Ilhem. Mucho gusto, Hasan.
—Muy bien, Ilhem. No sé si es tu verdadero nombre pero así te llamaré. En primer lugar, te diré que conozco muchas chicas como tú. ¿Ves allí al fondo en la penumbra, todas aquellas muchachas que hablan entre ellas y las que bailan en la pista contoneándose provocativamente? Todas ellas buscan exactamente lo mismo y ¿sabes cuántas lo consiguen? Ni un uno por ciento. Se acuestan con clientes del hotel, turistas en busca de sexo. Sin embargo, apenas ninguno se las lleva a Europa. Además, tú tienes pinta de ser aún virgen y con nula experiencia sexual. ¿Me equivoco o tengo razón?
Se ruborizó hasta extremos dolorosos, sentía que le ardía la cara y no sabía hacia dónde mirar. Confió en que en la oscuridad del local no se le notara.
—Sí, me imagino que no es nada fácil hacer realidad lo que quiero, pero tengo que intentar algo si no nunca saldré de este país.
Le miró a los ojos, observando lo claros y bonitos que los tenía, pensó en su aspecto extranjero, el pelo medio rubio que podía hacerla pasar perfectamente por una ciudadana del norte de Europa y de sopetón le dijo:
— ¿Y por qué quieres irte de este país, no es bueno para ti?
—Quiero vivir mi vida, tal vez realizar un Máster y montar un negocio, y esto aquí es casi imposible so pena de ser mal vista por mala musulmana. Cada vez hay más salafistas y en cualquier momento puede ganar las elecciones algún partido islamista, como en Argelia.
Él no dijo nada en aquel momento, pero le llamó la atención la lógica de su razonamiento y pensó en cuanta razón tenía aquella chica, su respuesta daba mucho que pensar.
—Puede haber un sistema para salir de aquí, pero no sé si te va a gustar.
—Cualquier sistema que me pueda sacar de aquí es bueno —dijo ella sin pensar.
—No puedo creer lo que has dicho sin saber qué te voy a ofrecer ni lo que te costará; el precio a pagar podría ser muy alto, tal vez hasta demasiado para una chica tan segura como tú. No tienes ni idea de dónde te irías a meter ni de lo peligroso que podría llegar a ser. La muerte sería tal vez la mejor salida.
Se lo soltó a bocajarro, se la jugaba mucho avanzando tanto su jugada, pero creyó que valía la pena intentarlo. Parecía una chica excepcional y como tal la trató. Sería la manera de tenerla interesada.
Al oír sus últimas palabras se quedó helada. Tal vez había ido demasiado rápido en aceptar cualquier riesgo. Estuvo muda un rato pensando en qué podría estar metido Hasan y en lo que le podía decir sin exponerse a mucho peligro.
—De acuerdo, no he dicho nada. Me interesa, pero no puedo decidir hasta que no me cuentes como salir del país.
Hasan se rio con ganas al oír sus palabras y se la quedó mirando.
—Ahora sí que sé lo inocente que eres —dijo—, tendrás veintidós o veintitrés años, sin embargo, te comportas y hablas como si tuvieras quince. Pero, de momento, es lo más sensato que has dicho en toda la noche.
Ilhem se enfadó al oír sus palabras.
— ¿Pero por qué me hablas así sin conocerme? ¿De qué vas? ¡En realidad no sabes quién soy ni lo que quiero! No tienes ni…
Viéndola tan enfadada le cortó antes de que pudiera seguir y le espetó con vehemencia:
— ¿Qué sabes tú de la dureza de la vida, de los sacrificios que comporta y de los terroristas de la Yihad? Tú que pareces tener la existencia solucionada.
Al oír la palabra yihad se quedó blanca. Estaba informada por las noticias de los atentados realizados últimamente y ahora alguien que prácticamente no conocía le hablaba en primera persona de los terroristas, de sacrificio y de terror islámico. ¿Sería un radical que la querría convertir al integrismo para que efectuara algún atentado? Pero, su aspecto no le delataba, más bien al contrario. Claro que muchos integristas visten de forma normal; se cortan la barba y beben alcohol para mezclarse con los occidentales, con los moderados o con los ateos, que son buscados por blasfemos e infieles.
Sólo pensar en esta posibilidad la hizo temblar, quería irse, salir corriendo de aquel lugar que, de golpe, le parecía se había convertido en el centro de una posible agresión.
—No te preocupes, no hay peligro. No hay ningún terrorista, ni aquí ni por los alrededores —dijo él como si leyera sus pensamientos—. No te alarmes, tu cara refleja tus emociones y ahora mismo evidencia mucho miedo.
Se quedó paralizada por la sorpresa pensando en lo fácil que le era a Hasan adivinar sus pensamientos, ¿cómo lo hacía?, ¿por qué resultaba tan transparente para él?
—Oye, dejemos esto para otra ocasión —dijo ella de pronto—. ¿No hemos venido a divertirnos? Pues, divirtámonos y bailemos un poco.
Algo sorprendida, intentó sacarse los nervios por todo lo escuchado y se fue a la pista sin esperar a que él le siguiera.
Estuvieron bailando y hablando de todo tipo de cosas insustanciales sin volver a tocar el tema que le había llevado hasta allí. Bailaban separados. El disc joquey intercalaba melodía moderna con raï, un nuevo género argelino que mezclaba música moderna y clásica. Cheb Khaled, máximo representante de este nuevo estilo, era famoso desde hacía tiempo a pesar de que cantaba sobre las mujeres y el alcohol, ambos prohibidos en el islam.
Un par de horas después, y antes de que se hiciera demasiado tarde, Ilhem quiso regresar a casa para no impacientar a su madre. Pidió la cuenta al barman pero éste le dijo que ya estaba pagada.
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