En ese mismo momento comprendió por lo que tenían que pasar las mujeres, los agravios y la denigración que padecían, y se quiso revelar contra ello, se dijo que eso no le pasaría a ella. La otra vez, en Marraquech, no le había parecido tan desagradable, claro que entonces se había divertido y no sabía nada de lo que le acababa de contar Hasan.
Escucharon un poco de música y alguna chica salió a bailar a la pista para ver si alguien se fijaba en ella. A Ilhem no le gustó aquel espectáculo.
—Me voy a dormir. Mañana tengo trabajo y quiero estar en forma. Quédate tú si quieres. Hasta pronto, Hasan, buenas noches.
Se levantó y, sin esperar respuesta, se fue a la barra para pedir que pusieran la bebida en la cuenta de la habitación e inmediatamente salió disparada hacia el interior del hotel. Estaba enfadada por todo lo que le había dicho sobre las chicas y el hecho de que ella hubiera pensado hacer lo mismo aún la enfadaba más, le parecía más ruin. Pero entonces, ¿qué tenía que hacer para ir a Europa?
Se despertó temprano, se duchó, arregló y se puso el vestido de la noche anterior, que le favorecía. No quería ir seria como el primer día. Pidió un taxi para que la llevara al puerto y al llegar a la barrera de la zona franca, tuvo que identificarse y comunicar adónde iba. El policía la dejó pasar sin problema al conocer el nombre de la sociedad. El coche la llevó hasta la puerta, que abrió la misma chica del día anterior.
—Después de la entrevista con la psicóloga la atenderá el director general. Tendrá que esperar un poco, aún no ha llegado. ¿Quiere un café?
—No, gracias, acabo de tomar uno. Al cabo de media hora entró la psicóloga. Se sentó y estuvieron hablando durante más de una hora. Hizo los test clásicos, empezando por el de Rorschach y acabando por el de Lusher, junto con los de hábitos, personalidad y psicotécnicos. Mientras esperaba de nuevo para la entrevistarla del director general, pensó en qué utilidad podían tener aquellos test que ya había visto y hecho en la universidad, los conocía todos y los había estudiado, así que dar la respuesta que más interesaba para conseguir el puesto le parecía muy fácil, sabía la respuesta antes de que le formularan la pregunta. Pensó que, simplemente, era una prueba retórica más para la admisión al trabajo.
Ahora la psicóloga seguramente estaría hablando con el director, hablándole de su personalidad y de la idoneidad o no para el puesto, pero estaba tranquila, sabía que el único escollo que encontraría podría ser la escritura en alemán. Albergaba estas elucubraciones cuando entró el director.
—Guten Morgen, Frau Ilhem. Ich bin Dieter Genscher —le dijo directamente en alemán.
—Buenos días, Herr Genscher, encantada de conocerlo —contestó en un alemán bastante correcto. Estuvieron hablando en este idioma durante toda la entrevista. Al director, le impresionó el carácter de aquella chica. En un primer momento le pareció frágil pero, a medida que hablaba con ella, admiró su fortaleza mental y determinación. Parecía que sabía muy bien lo que quería, era educada y la intuía inteligente y dispuesta a salir airosa de cualquier reto. Su apariencia tan europea, su cabellera medio rubia y sus ojos claros con aquel matiz azulado le daban un aspecto por el que podía pasar perfectamente por alemana. Tal vez el único contra, si es que a priori se le veía alguno, era el idioma, dominaba el francés, pero su alemán no era perfecto. Y aunque tenía que efectuar varias entrevistas más, Ilhem parecía ser la aspirante perfecta. En opinión de la psicóloga, el resultado de su entrevista y test eran demasiado perfectos, o era una chica excepcional o la había engañado sin saber exactamente cómo, pero no dejaba de ser una mente extraordinaria.
Se despidieron y quedaron en que ya le dirían algo en unas semanas.
Al salir a la calle, el sol la deslumbró, sus rayos penetraban en la superficie algo oleosa del agua del puerto pesquero, produciendo reflejos de matices dorados y plateados. Las pequeñas ondulaciones producidas por una suave brisa, daban al mar un aspecto hipnótico a la vista. Estuvo un rato admirando el espectáculo hasta el momento en que se rompió el hechizo al percatarse de la cantidad de basura, deshechos y peces putrefactos que flotaban concentrados en un rincón de la dársena.
—Hola, Ilhem. Nos volvemos a encontrar.
Se giró rápidamente para saber quién le había hablado y vio la cara sonriente de Hasan que la miraba con complacencia.
—¿Me sigues otra vez? —preguntó molesta—. No me querrás hacer creer que estás aquí de casualidad.
—Pues sí y no. He dejado el cliente en la estación marítima y después he preguntado en el Yatch Club por una empresa alemana textil y me han indicado ésta. Quería volverte a ver, ayer saliste a la carrera de la discoteca y me dejaste con la palabra en la boca. Te llevaría a Rabat pero aún tengo un trabajo que hacer en Tánger.
Se dieron dos besos y quedaron en llamarse, se subió a su coche y desapareció por la puerta principal en dirección a la ciudad.
Ilhem avanzó hacía la parada de taxis que había en el puerto, cogió uno y le pidió que la llevara a la estación. Compró un billete a Marraquech en primera clase, quería viajar tranquila. Mientras esperaba su tren, llamó desde el teléfono del restaurante a su abuela para pedirle que la esperara con un taxi en la estación, sería tarde y no le gustaba volver sola a su casa a aquellas horas.
—¿Cómo ha ido la entrevista? —le preguntó
—Muy bien, mamá. Hablamos cuando llegue, pero ha sido inmejorable, estoy muy contenta, algo me dice que el trabajo es mío.
—No cantes victoria antes de hora, Ilhem, el desengaño es muy amargo.
—De acuerdo, pero me ha parecido que ha salido estupendamente. Hasta la noche. A la hora exacta el tren arrancó. Se acomodó en el mullido asiento de primera clase y se dispuso a dormir un poco, se sentía estresada por todo lo acontecido. El encuentro con Hasan la intranquilizaba, algo en su interior le decía que no era lo que quería aparentar.
14. Con su hazaña, la inglesa Mercedes Gleitze convirtió el paso entre el Mediterráneo y el Atlántico entre los siete principales retos de la natación mundial.
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ARGELIA
En Argelia la situación se estaba poniendo desesperada. Mientras los paracaidistas franceses intentaban abortar, arrasando a sangre y fuego, la rebelión, Ben Larbi denunciaba todas las operaciones, emboscadas y resistencia del Frente de Liberación Nacional argelino. A mediados de 1962 se daba todo por perdido. Después de una guerra sangrienta y despiadada, el todopoderoso ejército francés tuvo que retirarse a la vez que un millón de personas de origen europeo, conocidos como pieds noirs, junto con los argelinos que colaboraron con ellos. Los que se quedaron fueron juzgados por traidores y prácticamente todos ajusticiados. Fue la segunda pérdida de colonias de Francia, que siguió al revés de Indochina en el año 1954.
Larbi y su esposa pied-noir, Françoise, consiguieron huir en una de las embarcaciones de rescate de colonos y se establecieron en Marsella. El gobierno francés inicialmente les ayudó, les dio una casa y una manutención mensual, pero lentamente toda la ayuda que habían prestado los harkis15a Francia cayó en el olvido y la mayor parte de ellos quedaron estigmatizados para siempre. A partir de entonces, no fueron ni franceses ni argelinos.
Al cabo de unos años, Françoise tuvo un niño. Vivían en Francia y francés querían que fuera, así que decidieron llevarlo, cuando tuviera la edad, a la école maternelle16 para su educación en la cultura del país. A Larbi, que recordaba su época como paramilitar y colaborador en Argelia, se le ocurrió que tal vez podría trabajar con el gobierno haciendo lo mismo respecto a los musulmanes franceses: delincuentes, posibles terroristas, radicalizados y desarraigados, así como otros individuos problemáticos. Viajó a París y fue a visitar al que había sido gobernador de Argel en aquel tiempo y con el que mantuvo una estrecha y leal amistad.
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