1 ...8 9 10 12 13 14 ...17 Decidió pues no preguntarse inutilidades, y empezó a buscar soluciones intentando encaminar, del mejor modo posible, su radical cambio de vida. Tendría, que valorar si intentaba encontrar a sus padres y el riesgo que ello le podría comportar. Para ello necesitaría saber su verdadero nombre para averiguar si estaban vivos o muertos. Esto sería fácil, su abuela se lo diría.
Pero, a partir de ahí, ¿qué podría hacer? Recordaba alguna noticia sobre un aniversario de la represión y arresto de miles de afiliados al UNFP, tal vez sus padres eran dos entre aquellos millares y… ¿si era así? ¿Cómo debería indagar estas posibles muertes sin delatarse? Tal vez, haciendo un trabajo de investigación como periodista… Sin embargo, tampoco tenía un título que le abriera las puertas. Y la censura no le habría permitido investigar y mucho menos publicar nada.
Intentaba ordenar todas estas reflexiones cuando de repente pensó en Hasan.
— ¿Es posible que aquel taxista sepa algo de mis padres? ¿Qué me había dicho? Ah sí, que me informara y cuando tuviera alguna información le llamara. ¿Qué diablos quería decir con eso?
Estaba componiendo una especie de puzle con todas estas deliberaciones cuando se dio cuenta de que hablaba sola.
— Me estoy volviendo loca. Tengo que recuperar la cordura. Así, no puedo continuar o voy a echar por la borda toda mi vida.
Pensó en llamar a Hasan, pero creyó que era mejor hacerlo una vez calmada. Primero debía volver a hablar con su abuela, dejar las cosas todo lo claro que pudiera. Al fin y al cabo, llamar a Hasan no dejaba de ser peligroso porque, en realidad, no sabía quién era. ¿Y si fuera de los servicios secretos marroquíes, que aún estuvieran buscando a sus padres? La DST10 no tenía buena fama, sus métodos aterrorizaban a cualquier persona que tuviera la desgracia de tener que vérselas con ellos, e Ilhem no era nadie para tener que lidiar con semejantes elementos. La tortura, arrestos sin juicio, desapariciones y cualquier otro método que atemorizara a la oposición, era válido para ellos. Era verdadero terrorismo de estado.
Salió de la habitación para ver a su abuela. Tenía que hablar con ella, contarle lo que le había pasado con Hasan, cómo lo había conocido y su insistencia por saber de sus padres.
—Mamá, ¿podemos hablar?
La mujer, que aún estaba en la cocina cuándo oyó a Ilhem, dejó lo que estaba haciendo y se giró para verle la cara. Vio que estaba mucho más tranquila y le dijo:
—Ven, siéntate junto a mí, por favor. Vamos a hablar de mujer a mujer, si quieres.
Ilhem se sentó a su lado.
— ¿Cómo te encuentras? Veo por tu aspecto que has digerido bastante bien todas las novedades de tu vida. Eres una mujer muy centrada, lo sabes, y como esto no te va a matar, te hará más fuerte.
Se sorprendió al oírla. ¿De dónde habría sacado aquella frase atribuida a Nietzsche?, pensó que su abuela era un manantial de misterio. Pero en seguida recordó que se salvó por estar en Casablanca, estudiando gracias a una beca. No era tan ignorante como intentaba parecer.
—Cada vez me parece conocerte menos. Me has contado una historia de mi vida de la que no tenía ni idea y ahora me sueltas una frase que no me hubiera imaginado que conocieras.
— ¡Ah, Ilhem! Qué sabrás tú de mí… Claro que sé quién era Nietzsche. He sido sólo tu abuela durante estos años, pero tengo muchos más secretos que ya conocerás. Para ti ahora soy solo tu abuela, tu madre y toda tu familia, nada más.
Aquella respuesta la dejó intranquila, pero ya tendría tiempo de volver sobre ella. Ahora, quería aclarar el tema que más le preocupaba.
—Vamos a ver, mamá. ¿Hay alguna posibilidad de saber si mis padres continúan vivos o han muerto? He pensado que tal vez haciendo un trabajo de investigación sobre la represión podría averiguar si siguen aún vivos. Bien libres, bien en cárceles secretas.
— ¿Y tú, que eres tan inteligente, me preguntas esto? ¿No ves que si son secretas nadie las va a reconocer nunca? No existen oficialmente y mejor que jamás se te ocurra acercarte a ellas.
Por un momento, Ilhem pensó que tenía razón. Si oficialmente no existían, ¿cómo iba a poder hablar de ellas? A menos que no la encerraran también como elemento peligroso para el régimen, no podría jamás llegar a saber de ellas. Descartó inmediatamente seguir por aquella vía.
Sin tener claro que Hasan fuera una ayuda o un peligro, le dijo:— ¿Y si contara con la ayuda de alguien?
10. La Dirección de Vigilancia del Territorio, creado en el año 1973, es el servicio de inteligencia interior de Marruecos. (Rebautizado en 2013 por DGST. Direction Générale de la Surveillance du Territoire)
VIII
AFRAA
A partir de la confesión, la complicidad entre Ilhem y Afraa aumentó a medida que pasaban tiempo juntas. En ella, Ilhem descubrió a una mujer desconocida, con una aptitud de análisis extraordinaria. Se quedó absolutamente admirada de su carácter férreo y terco, así como de su capacidad de trabajo y abnegación, superior a cualquier otra persona que hubiera conocido. ¿Cómo no lo había advertido antes?
Era una mujer avanzada en el tiempo, con una cultura que continuamente escondió detrás de una imagen de pueblerina tonta. Nadie la encontró nunca con un libro en las manos, más bien parecía que fuera analfabeta. Pero a partir del momento en que, por la noche, se quedaba a solas en su habitación, leía hasta la madrugada. Tenía escondida dentro de un armario una pequeña biblioteca con libros en varios idiomas. Los compró donde pudo y cuando pudo, siempre a escondidas, en los mercadillos, bazares y librerías de ocasión.
Tiempo después de contarle la historia de sus padres, le relató también su vida, despacio, sin ira, sin pesadumbre ni disgusto, sin odio. Ni siquiera sentía rencor por quién se lo había quitado absolutamente todo. Todo, hasta el mínimo detalle que recordaba perfectamente a pesar de los años transcurridos y las vicisitudes por las que tuvo que pasar.
Cuando nació, su vida no auguraba un gran futuro. Apenas sería tratada como algo más que una bestia de carga en el campo y una paridora de hijos, con un marido que seguramente la hubiese malquerido y pegado hasta su más que segura prematura muerte. Ése era el destino de prácticamente todas las mujeres nacidas en las aldeas del Rif profundo, a quienes nadie da el mínimo valor. Precisamente por eso, se cuidó mucho de educar a Ilhem en sus valores actuales.
Hablaba amazig, la lengua materna empleada en su niñez y juventud en el Rif; marroquí, por el país al cual pertenecía; español, por el colegio al que fue en Villa San Jurjo, actual Alhucemas; y francés, enseñado por sus padres y por el tiempo pasado en la Universidad de Casablanca. En resumen, Afraa era una mujer fuerte, con cultura y que no se amilanaba ante ningún obstáculo, como demostró durante los años que vivieron juntas.
Los rifeños nunca se consideraron marroquíes. Poseen su propia lengua, una cultura especial y un espíritu fiero y libre. Considerados por todos los monarcas alauíes como ciudadanos de segunda, nunca se han preocupado de industrializar ni modernizar la zona, más bien al contrario, los han ido arrinconando. En el año 1923, Abd El-Krim11 creó la República del Rif, que duró tres años, hasta su derrota ante las fuerzas conjuntas de España y Francia. Ello les comportó que los rifeños tuvieran, tengan y tendrán problemas con el resto del reino marroquí que se remontan al mismo origen de la independencia.
—¿Sabes, Ilhem? Yo no hubiera tenido ningún futuro en el Rif, una de las regiones más olvidadas y pobres de Marruecos, castigada además por la guerra con España, si no hubiese sido por mis padres. Se conocieron en la Universidad de Granada, estudiaban farmacia cuando se enamoraron. Mis abuelos no veían con buen agrado aquel romance, pues les hubiese gustado un matrimonio concertado, tal como era costumbre. Pero se casaron al acabar los estudios y volvieron al Rif, que en aquella época aún era protectorado español. Montaron un pequeño laboratorio farmacéutico en un pueblecito, en el que se empeñaron económicamente hasta las cejas, pero les fue bien. En pocos años eran conocidos en todo el Rif, con sus medicamentos y fórmulas magistrales que solucionaban problemas típicos de aquellas zonas paupérrimas. Malnutrición, infecciones y la alta mortalidad infantil estaban a la orden del día, entonces, y con sus conocimientos ayudaron dentro de sus posibilidades a solventarlos.
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