Pino Pace - El último elefante

Здесь есть возможность читать онлайн «Pino Pace - El último elefante» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El último elefante: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El último elefante»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Mesilea, Mes, es un joven que vive en una aldea de la actual Provenza que, en compañía de su perro Blez, se dedica a pastorear a sus ovejas. Hasta que un día, por desgracia, es secuestrado por los caballeros del ejército del líder cartaginés Aníbal Barca en su marcha contra Roma. A partir de ese momento, Mes se convertirá en uno de los conductores de la unidad de elefantes que el ejército de Aníbal lleva consigo.

El último elefante — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El último elefante», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Aprende a ver —me repito a mí mismo, y es como si estuviera oyendo la voz de mi padre.

Me agacho sobre el polvo del camino, veo huellas de cascos y, un poco más allá, estiércol. Tiene que ser estiércol de caballo. Por aquí han pasado caballos y caballeros, muchos, en el aire aún se respira el olor del sudor de los caballos. Es sutil, pero se nota. Puede que haya habido una lucha. Miro entre los arbustos, hay ramas rotas y piedras arrancadas de la tierra. En una piedra hay manchas de sangre, es oscura, casi negra...

—¡Vamos, Blez! —lo llamo y echa a correr.

Dejo al rebaño y sigo andando, pero no por el sendero. Voy por el bosque, sin hacer ruido. Espero que mientras tanto no se pierdan muchos corderos.

Cuanto más avanzo, más seguro estoy de que ha pasado algo malo. Ando todavía más despacio, el corazón me late con fuerza. Un poco más allá se termina el bosque y se abre el claro de la aldea. Dos vacas flacas rumian a la luz rosada del atardecer. Las finas columnas de humo de las hogueras, los tejados de paja, el barro de las chozas. Todo parece normal, si no fuera porque los perros ladran histéricos. Blez aúlla.

—¡Shh!

Salimos a pleno sol, camino agazapado, escondido entre los arbustos. Y entonces los veo.

Son hombres de piel oscura, llevan corazas ligeras de cuello reluciente y rojizo; hablan una lengua de sonidos secos, creo que nunca la había oído antes. No son celtas, o eso creo, porque los vi una vez, pero a estos no los he visto nunca.

Se están llevando a unas mujeres, cuatro o cinco, atadas a una cuerda larga. Mi madre no está, creo; no, creo que no. En el suelo se entrevé la forma de unos cuerpos tirados en el suelo, heridos o tal vez muertos. No los distingo. Tienen que ser los que han intentado defender la aldea, aunque solo podían ser viejos o niños.

—Vamos, Blez —susurro y se me quiebra la voz.

Ni mi perro ni yo podemos hacer nada, aparte de intentar que no nos capturen a nosotros también. O que nos maten. No hay tiempo para llorar ni para pensar en qué habrá sido de Sylia, de mis primos, de mis amigos, del viejo Susil. Tengo que huir lejos de aquí, lo más lejos de aquí…

De pronto oigo un caballo al galope. Me doy la vuelta, un caballero con armadura de cuero que monta un caballo de manchas negras corre hacia mí. Lleva un escudo redondo, la espada envainada y una lanza en la mano.

—¡Corre, Blez, corre! —grito, el bosque está cerca, el caballo es rápido pero puedo conseguir escapar.

Cuando estoy a pocos pasos de los árboles, el caballero me alcanza. Levanta la lanza, me caigo, corro a cuatro patas, me acuerdo del jabalí cuando intenta escapar y sabe que el cazador no tendrá piedad. El caballo se empina y relincha, Blez ladra furioso, el caballero se ríe.

Salto sobre un par de arbustos, me araño la cara y los brazos. A tres pasos de mí hay dos árboles, podría pasar por ahí y meterme en el bosque. Un golpe y todos los rayos de la tormenta se desencadenan dentro de mi cabeza, o eso me parece. Y sin más, el mundo se apaga.

Capítulo 2

OLOR A ASADO

Lo primero que noto es olor a asado.

No abro los ojos, tengo miedo. Me duele la cabeza, me la toco con cuidado, tengo un chichón en la coronilla que parece la salida de un hormiguero y late con la fuerza del corazón de un cordero cuando sabe que ha llegado su hora.

Yo sé muchas cosas para tener solo 13 primaveras, sé distinguir un asado de borrego de uno de liebre o uno de marmota.

«Están asando mis ovejas», pienso.

Estoy tumbado sobre una piel de gamo o de ciervo, no sé. Apesta. Oigo hablar una lengua que no he oído nunca, luego otra un poco distinta. A lo mejor sigo durmiendo y estoy soñando. En cuanto abra los ojos sabré si todavía estoy soñando. Y si el olor a asado es el de mis ovejas. Antes o después tendré que abrirlos. Los abro. No estoy soñando.

Estoy en un campamento. Las tiendas están hechas con pieles de animales colocadas alrededor de largas ramas entrecruzadas. Es inmenso, ocupa todo el valle, desde el bosque hasta el río, no se ve el final.

Unos hombres de piel oscura, vestidos con chalecos de cuero y telas de colores que nunca había visto, van y vienen, y hay quienes remueven un palo de madera en ollas de cobre puestas al fuego, huele a cebolla y carne hervida. Otros tiran de unos caballos pequeños y nerviosos; no hay niños, no hay mujeres. Todos parecen guerreros, son robustos, musculosos, con los rostros endurecidos de los que no temen a nada. Algunos se están entrenando con las armas: prueban golpes de espada y de lanza, o los paran con sus escudos, gritan y se ríen, se colocan las armas —espadas y puñales— en el cinto o en la espalda. Hay quienes llevan armaduras de bronce y otros tienen chalecos de cuero más finos. Hasta hay algunos que se entrenan para luchar con las manos. Dentro de una tienda hay hombres durmiendo. Nadie repara en mí, una buena señal, por fin. Blez no está, puede que el caballero lo haya matado, o a lo mejor se ha escapado.

Me siento. Reconozco a mis ovejas en un recinto que está un poco más allá.

Mientras me enderezo con cierta dificultad, llega un hombre. Tiene la cara y las manos sucias y cojea un poco. Empieza a gritarme cosas incomprensibles. Me agarra por la oreja con las manos mugrientas y me arrastra con los animales. Con gestos me da a entender que tengo que ordeñar. Para que lo entienda mejor me suelta un manotazo en la oreja, que me empieza a pitar… A los prepotentes no los soporto, aunque lleven la espada al cinto, aunque tengan una cara que espantaría hasta a un puma. El Mugriento me agarra por el cuello una vez más de lo que puedo aguantar. Me vuelvo de repente y le muerdo la mano con todas mis fuerzas. Grita. Entre los dientes noto cómo le crujen los huesos y escapo.

Corro muy rápido, pero rápido de verdad. Siempre he sido el más rápido de la aldea, por eso me llaman Liebre. No corro tan rápido como la liebre o el gamo, pero casi. El hombre está enfurecido, me persigue, grita y no se detiene. Nadie intenta detenerme, es como si todo quedara entre el Mugriento y yo, pero todos se ríen. No pensaba escapar, pero a lo mejor consigo llegar hasta el bosque que se ve a lo lejos, y luego quién sabe. Podría intentarlo.

Salto sobre la leña de una hoguera medio apagada y humeante, rodeo una tienda de piel, espanto a un caballo de manchas negras, un perro ladra y a mí casi me da por reír. El Mugriento está cansado, cojea, a lo mejor lo consigo… Pero me choco contra algo, reboto y me caigo al barro.

Tardo un momento en recuperarme.

Delante de mí hay un hombre grande de piel tan negra como una caverna y los brazos del tamaño de los muslos de un ciervo. Creía que había ido a parar contra un árbol, y sin embargo me he chocado contra el pecho del hombre, que lleva un chaleco de cuero grueso y rojizo. Me levanto de un salto e intento salir corriendo, pero el gigante me tira al suelo de un bofetón y suelta una carcajada.

Llega el Mugriento, se detiene para tomar aliento, le sangra la mano por el mordisco. No me gusta ni un pelo. Grita algo y me señala haciendo un gesto con la cabeza, pero el gigante negro no parece impresionado. Me mira de arriba abajo, le dice algo con tono seco y el otro se va resoplando y farfullando algo en su idioma incomprensible. Le digo adiós con la mano, aunque no sé si he ganado algo con el cambio.

El hombre negro se agacha y me observa sin decir nada. Se da una palmada en el pecho con su manaza y dice «Shafá», o algo por el estilo.

Luego me señala y me hunde el dedo en el pecho, y es como si me hubiese atravesado.

—Mes —le digo y me sonríe, tiene los dientes blanquísimos y son muchísimos.

—¡Mes! —grita, y él también me agarra, esta vez por el cuello, y me levanta.

Debe de ser una costumbre de aquí. Pero esta vez no hago nada. Shafá es casi el doble de grande que el otro y, en esa mano enorme, mi cuello parece tan frágil como una aguja de pino.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El último elefante»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El último elefante» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El último elefante»

Обсуждение, отзывы о книге «El último elefante» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x