En este capítulo parto de la perspectiva pragma-dialéctica de la argumentación que hemos desarrollado en Amsterdam (van Eemeren & Grootendorst, 1984, 1992, 2004; van Eemeren, 2010). Ello significa que considero la argumentación como un acto complejo de comunicación e interacción que consiste en actos verbales dirigidos a convencer a un juez racional que juzga razonablemente acerca de la aceptabilidad de un punto de vista en disputa. En la perspectiva pragma-dialéctica la argumentación es parte de un intercambio crítico dirigido a que una diferencia de opinión —real, anticipada o proyectada— sea resuelta sobre la base de los méritos de los argumentos que se presenten. El discurso argumentativo que se desarrolla en este intercambio puede analizarse y evaluarse con la ayuda de nuestro modelo de discusión crítica, el cual especifica (a) las etapas por las que el discurso argumentativo debe pasar a fin de que la diferencia de opinión se resuelva por mérito argumental, (b) los actos verbales que son pertinentes al proceso de resolución en sus varias etapas, y (c) las reglas de discusión que son instrumentales en este cometido. Indicaré en este capítulo cuál es el papel que la lógica juega (1) en la reconstrucción sistemática del discurso argumentativo, (2) en el análisis del discurso en términos de una discusión crítica, y (3) en la evaluación de las jugadas argumentativas hechas de acuerdo con las reglas de la discusión crítica.
2. El papel de la lógica en la reconstrucción de premisas inexpresas
En el discurso argumentativo ordinario es perfectamente normal que la argumentación y otras jugadas argumentativas permanezcan en parte implícitas o contengan actos verbales llevados indirectamente a cabo. Puede haber premisas inexpresas que son componentes indispensables de la argumentación, pero también puede ser el caso que quede inexpreso incluso el punto de vista que ella defiende. Desde una perspectiva pragmática esto no significa automáticamente que en casos tales el discurso sea defectuoso. Necesitamos llevar a cabo un análisis cuidadoso a fin de establecer con precisión de lo que podemos considerar responsable al argumentador.
La identificación de puntos de vista inexpresos es a veces bastante simple. Por ejemplo, a una mujer que argumenta que “Todos los académicos son curiosos y Pedro es ciertamente un académico genuino” se le puede considerar responsable de la proposición “Pedro es curioso”. Si añadimos “Pedro es curioso” como la conclusión del argumento cuyas premisas expresas son “Todos los académicos son curiosos” y “Pedro es (ciertamente) un académico genuino”, entonces llegamos a un argumento lógicamente válido.3 Si suponemos que una persona que dice “Todos los académicos son curiosos y Pedro ciertamente es un académico genuino” está planteando una argumentación, y suponemos que en su argumentación desea obedecer las reglas pragmáticas de comunicación,4 entonces es legítimo pensar que esa persona sostiene el punto de vista de que Pedro es curioso. En principio las premisas inexpresas pueden reconstruirse de esta manera con ayuda de las reglas pragmáticas de comunicación y usando la lógica. Sin embargo, en muchos casos no es fácil decir exactamente cuál premisa inexpresa debe añadirse a un argumento incompleto, ya que existen varias posibilidades.
Al igual que en la reconstrucción de otros actos verbales implícitos o indirectos que pueden considerarse sobreentendidos en el discurso, a la hora de determinar —partiendo de las premisas y punto de vista explícitos— qué es lo que razonablemente pueden estimarse ser las premisas que quedan inexpresas en el discurso, nos basamos en conocimientos adquiridos por la pragmática acerca de las reglas de comunicación. Sin embargo, una herramienta heurística adicional que puede aplicarse a la reconstrucción de premisas inexpresas es el criterio de validez lógica, ya que la argumentación siempre involucra un proceso de razonamiento. Tomado literalmente, tal como se presenta en el discurso, si en un argumento subyacente a una argumentación se ha dejado sin expresar una premisa cualquiera, entonces ese argumento es inválido. Si empero la argumentación se analiza como transmitiendo un acto verbal indirecto, podemos añadir la premisa que falta y con ello corregir la invalidez. De esta manera, cuando usamos el criterio de validez que proporciona la lógica como herramienta heurística para la reconstrucción de premisas inexpresas, alcanzamos una posición bien pensada desde la cual podemos montar una reflexión pragmática posterior acerca de cuál debe ser la premisa inexpresa en el caso que nos ocupa.5
Si la reconstrucción de premisas inexpresas en el discurso argumentativo se lleva a cabo de esta manera, el análisis ocurre tanto en un nivel pragmático como en uno lógico, siendo el análisis lógico un procedimiento heurístico que nos sirve de instrumento para el análisis pragmático. En el nivel pragmático el análisis se dirige hacia la reconstrucción del acto verbal complejo realizado por quien plantea una argumentación, mientras que en el nivel lógico lo que se reconstruye es el razonamiento subyacente a la argumentación. Aunque a la hora de reconstruir el razonamiento de que se trata, recurrimos a un criterio de validez lógica, esto no nos compromete automáticamente a un “deductivismo” dogmático, como parecen temer algunos colegas preocupados (Govier, 1987: 81-104). Me enorgullecería ser “deductivista”, pero lamentablemente no lo soy.6 Cuando me ocupo de casos ilustrativos de premisas inexpresas me restrinjo por simplicidad al uso de las lógicas más familiares: la proposicional y la de predicados de primer orden. Para ciertos otros casos, sin embargo, podrían ser más apropiados otros tipos de lógica deductiva o no deductiva.
Un hablante que realiza el acto verbal complejo de argumentar lo hace para convencer al oyente de que su punto de vista es aceptable. Por la condición de responsabilidad de este acto verbal el oyente tiene derecho de asumir que el hablante mismo cree que la argumentación es una defensa aceptable de su punto de vista; si el hablante no cree esto, es culpable de manipulación o engaño. Por la condición preparatoria del acto verbal, el oyente también tiene derecho de asumir que el hablante cree que el oyente aceptará su argumentación; si el hablante no cree esto, la realización del acto verbal es, visto desde su perspectiva, carente de sentido. Si el hablante es sincero y no cree que su argumentación carece de sentido, eso significa también que asume que el oyente estará inclinado a aplicar los criterios de aceptabilidad que él aplica. Estos criterios incluirán el criterio de validez lógica: por la condición de responsabilidad podrá asumirse que el hablante cree que el argumento que subyace a su argumentación es válido, y por la condición preparatoria podrá asumirse que cree que el oyente creerá esto también.
Si una interpretación literal de la argumentación produce un argumento inválido, como es el caso cuando se trata de premisas inexpresas, el hablante parece haber realizado un acto verbal fútil, violando así la cuarta regla de comunicación, “No te desvíes del asunto [Keep to the point]”. También puede parecer que ha sido insincero y así que ha violado la segunda regla de comunicación, “Se honesto”. Sin embargo, el discurso argumentativo debe analizarse sobre la base de que el hablante observa el Principio de Comunicación y desea, en principio, seguir todas las reglas de comunicación. Por lo tanto, el analista debe examinar si es posible complementar el argumento inválido de tal manera que se vuelva válido. Si es en efecto posible añadir una proposición al argumento inválido que lo haga válido, las violaciones de la segunda y cuarta regla se disuelven. La violación se disuelve al tratar la premisa inexpresa como un tipo especial de acto verbal indirecto que el argumento transmite implícitamente.
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