Lo que nos conmueve es lo que el autor muestra de nosotros mismos, de que aún las búsquedas de nuevas solidaridades quedan atrapadas en estas lógicas trágicas del encierro y del sometimiento subjetivo, que ubican a algunos en el cuidado para seguir incluidos, en la esperanza ficticia asociada a la ciencia y la tecnología, y a otros en la vida que apenas puede sostenerse, en la vida indigna.
Esta es nuestra tragedia existencial, política y ontológica. El libro nos ayuda a conceptualizarla desde un diálogo interior e intersubjetivo con categorías potentes y radicales, que abren un camino que debemos atrevernos a crear y a recorrer. Percibimos nuestra tragedia al experimentar la necesidad de salir de la comodidad del encierro, de cambiar nuestras subjetividades colonizadas, pero, a la vez, al percibir y al sentir en el cuerpo mismo la dificultad abismal que esta tarea encierra.
Buenos Aires, 25 de agosto de 2020
Estos tiempos contemporáneos ratifican una renovada colonialidad caracterizada por el encierro masivo, el sometimiento voluntario expresado en la sujeción por parte de una subjetividad arrasada a la que denominamos nuda subjetividad .
Bajo el predominio de renovadas configuraciones coloniales que surgen en América Latina hoy, de la mano del neoliberalismo, mucho se ha escrito sobre la desigualdad, sobre la opresión y la dependencia, en general enfocado hacia la cuestión material. Pero exiguos son los planteos respecto de las cuestiones subjetivas. Aún más, las investigaciones, los escritos, las conferencias que bosquejan la asociación entre subjetividad y neoliberalismo soslayan una posición ontológica; al mismo tiempo, desestiman considerar la sumisión como un componente voluntario de quienes están oprimidos y desean permanecer en esta condición.
Por su parte, la colonialidad no es un proceso nuevo. Es un problema estructural que va cambiando sus formatos. En nuestras épocas, es el formato del encierro que hunde sus raíces al ahondar la dominación y las desigualdades sociales ante la vida. Precisamente, el formato actual para América Latina, según el esquema biopolítico neoliberal, incluye la nuda subjetividad para las mayorías. La nuda subjetividad constituye un componente central de la colonialidad del encierro y con ello la invasión de renovadas técnicas de sometimiento de cuerpos y conciencias. Insistimos que se gobierna mediante la captura de las conciencias colectivas. Más específicamente, nos referimos a la producción de verdad, al confinamiento, la obediencia, el problema acerca de la servidumbre voluntaria y el rol de las resistencias colectivas. Revela el testimonio de cuerpos expuestos en la indiferencia entre la opresión externa y las voluntades, afectos, emociones y propios deseos de protección que otorga la sumisión. Por consiguiente, es una categoría que concurre con la de nuda vida, en tanto dispositivo de explotación material; ambas detonan los tiempos presentes.
Nos interesa destacar que el esquema de la colonialidad implica simultáneamente estrategias de nuda vida y nuda subjetividad; ambas implicadas en el sometimiento material y emocional. Se armoniza combinando manifestaciones brutales, frecuentemente ceñidas por manifestaciones sutiles a cuestiones cotidianas y por ello hasta inadvertidas y comportamientos precisos, evidentes, notorios. Se traduce en la captura masiva de las conciencias afines a políticas que terminan ratificando renovados encierros masivos.
Precisamente el escenario neoliberal dibuja los matices de la crueldad, en el sentido de que cada vez se hace más visible la violenta manipulación material y simbólica que se ejerce sobre los que valen cada vez menos. De momento la dinámica que caracteriza la politización de la vida en estos tiempos despierta escenarios contrastantes. Un mundo abierto, transparente, radiante de oportunidades, de libertad, donde se declaman derechos y prosperidades y en el cual también se inmoviliza a crecientes grupos poblacionales que viven en el meollo de la indistinción, abandonados por Estados cada vez más autoritarios.
Es una perspectiva del tiempo presente signado por el fortalecimiento y la reorganización de los proyectos neoliberales, esto es desde la última dictadura militar argentina hasta la actualidad, del ejército de masas desechables que se trasforma en crecientes multitudes supernumerarias, arrasadas, malditos ejércitos de pobres, muchedumbres sobrantes cada vez más superfluas.
Subrayamos, entonces, la colonialidad permanece enraizada. Precisamente, y adecuados a los tiempos presentes, los criterios de dominación simbólicos ejercidos durante la última dictadura –exacerbados por su propuesta tanática y brutal– tampoco son desmantelados por las manifestaciones democráticas posteriores. 1
Concretamente, más allá de distancias políticas y también sociohistóricas diferentes, más allá de particulares desarrollos y vaivenes históricos sociales entre dicha dictadura militar y los posteriores gobiernos democráticos, sostenemos que existen marcas estructurales que permanecen y que se van adecuando en el tiempo; es más, consideramos que el trazado simbólico revelaría la existencia de inscripciones estructurales, cuestiones repetitivas, que recaen en una misma unidad conceptual.
Mencionamos poblaciones que viven en un mundo arrastrado por promesas, miedos, incertidumbres e inseguridades; un mundo donde se vive casi siempre en los límites, un mundo caracterizado por la exaltación del individualismo, la supresión de la otredad y el auspicio al repliegue de sí.
Justamente, la dominación anestesia conciencias colectivas tanto de quienes tienen acceso a la vida digna como de los oprimidos; para el caso de estos últimos siempre se localizan intersticios para penetrar en sus conciencias colectivas; así, con el concurso de la alegría, del disfrute, de un horizonte futuro de felicidad y de fascinación se oculta el engaño, la mentira, la manipulación. ¡El poder termina encontrando la salida para que la dominación se afiance y se apropie del deseo colectivo de modo de prorrogar las ansias por estar incluidos, sin menoscabo de la vida sometida!
La afirmación acerca de que la colonialidad expresa una estructura ontológico-biopolítica permite asegurar que se dan los mismos atributos entre el viejo y el nuevo colonialismo. En su andar singular, progresivo y homogéneo, el desarrollo de la categoría responde a nuevas y crecientes necesidades de dominación que, en la actualidad, se complejizan pero que ni modifican ni desplazan de su esencia las preguntas y relaciones originales: el racismo, la desigualdad, la supremacía ontológica que ejerce quien domina, 2la violencia material y simbólica encarnada en el lenguaje, el desprecio y la negación de la condición humana, el sentimiento de inferioridad, la sumisión a la nuda vida, la exposición de los cuerpos y las políticas de desechabilidad. 3
Subrayamos que, pese a cuestiones históricas, políticas y sociales singulares y aun cuando no se mantenga la misma configuración respecto del colonialismo original, consideramos que existe una misma disposición respecto de la sujeción. Uno de los rasgos distintivos en el momento actual son las múltiples y complejas tecnologías disponibles.
A medida que se va profundizando el proyecto neoliberal, la colonialidad se asienta en las democracias posdictadura militar; en todos los casos se exhiben múltiples y complejas tecnologías de disciplinamiento visibles e invisibles que exhiben el mal y la violencia simbólica que efectivizan aún más la nuda subjetividad. Destacamos que la ideología neoliberal impone en la opinión pública que la democracia occidental se erige como modelo universal, pacífico y participativo de administración ciudadana.
Justamente la marca que imprime lo simbólico signa artilugios tales como el uso del lenguaje, de gestos, de imágenes o el control de las conciencias. El poder pone a disposición de la sumisión concretas herramientas gubernamentales enmarcadas por renovadas crueldades, violencias, formas de xenofobias o corrupciones. Unas y otras se confunden en estrategias que componen el mal como instrumento de gubernamentalidad destinado a separar entre quienes pueden y deben ser protegidos y los que finalmente no están invitados al banquete de la dignidad y son abandonados a su suerte.
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