Simon J. Kistemaker - Las Parábolas de Jesús

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Las Parábolas de Jesús: краткое содержание, описание и аннотация

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Entre los más apreciados relatos en las Escrituras están Las Parábolas de Jesús. Tomadas de la vida real, las parábolas comunicaron en un lenguaje simple y cotidiano la verdad espiritual y el mensaje de salvación.
Las Parábolas de Jesús arroja una luz sobre las parábolas y dichos similares encontrados en los Evangelios Sinópticos. Cada relato es examinado a la luz de su contexto histórico y sus implicaciones culturales, y luego, aplicado a la vida cristiana de nuestro tiempo. Todo el texto de cada relato es seguido por el comentario y la explicación de las características únicas de cada Evangelio.
Los detalles técnicos se proporcionan en las notas finales para quienes deseen hacer un estudio más profundo. El libro también incluye una selecta bibliografía que dirige a los lectores a recursos adicionales. Accesible, informativo e inspirante en gran manera, Las Parábolas de Jesús es un excelente libro para pastores, maestros, estudiantes, y, todo aquel que se interese en la importancia de los relatos de Jesús.
"Las parábolas de Jesús han sido para muchos a través de la historia y en las diversas etapas de su vida, la puerta al conocimiento del mensaje de Cristo. La exposición que Simon J. Kistemaker hace de estos relatos, afianzan aún más el llamado de Cristo a conocer el amor y los propósitos del Padre y la verdad del reino de los cielos."
Héctor H. Gómez
Director Editorial y Ministerial de Ediciones Berea

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El tercer acto involucra a los testigos del segundo acto y es la segunda y última confrontación del rey y el funcionario público.

Nada fue hecho de manera encubierta; los secretos del palacio eran difíciles de mantener. Otros vieron lo que había pasado y no pudieron guardarlo para ellos mismos. Ellos tenían que contárselo al rey, quien al escuchar la historia, se puso furioso e hizo llamar al funcionario público y lo reprendió. “¡Siervo malvado! Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Con eso, el rey lo entregó de nuevo a los carceleros para que lo torturaran hasta que toda la deuda fuera cancelada.8

La conclusión es que cada persona que ha experimentado el perdón debe estar lista para perdonar a cualquiera que esté en deuda con él y hacerlo de todo corazón.

La Lección

Esta impresionante historia, narrada con colorido detalle, acentúa el contraste entre el infinito amor y misericordia de Dios y el mezquino comportamiento del hombre que intenta justificarse basado en la ley. Jesús usa esta parábola para decirle a Pedro algo acerca del amor perdonador de Dios hacia el hombre pecador. El pecado del hombre es tan grande, que Él tiene que perdonarlo infinitamente más de setenta veces. La inmensa misericordia de Dios simplemente no puede ser medida. Sólo la puede imaginar vagamente al oír la historia del funcionario público que le debía a su amo una suma que rondaba los millones.

Aunque la palabra justicia no se encuentra en la parábola, los conceptos expresados son los de misericordia y justicia. Estos son conceptos bíblicos debido a que repetidamente se expresan en el Antiguo Testamento, especialmente por los salmistas y los profetas.9

“La misericordia y la justicia cantaré;

a Ti, oh Señor, cantaré alabanzas.”

Salmo 101:1

Los judíos sabían muy bien que ellos tenían que ejercitarse en la misericordia y la compasión. Dios les dijo expresamente: “Si uno de ustedes presta dinero a algún necesitado de mi pueblo, no deberá tratarlo como los prestamistas ni le cobrará intereses. Si alguien toma en prenda el manto de su prójimo, deberá devolvérselo al caer la noche. Ese manto es lo único que tiene para abrigarse; no tiene otra cosa sobre la cual dormir. Si se queja ante mí, yo atenderé a su clamor, pues soy un Dios compasivo” (Éxodo ٢٢:٢٥-٢٧).10 Y la justicia era expresada en variadas maneras. Por ejemplo, las exigencias del Año del Jubileo eran impresionantes, pues durante ese año, la tierra perteneciente a los dispersados era devuelta a su propietario original. Incluso quienes habían sido vendidos como esclavos recibían su libertad.11 En resumen, los judíos de los tiempos de Jesús sabían que la misericordia y la justicia no podían ser tratadas separadamente, pues están interrelacionadas.

Es por esta misma razón que Jesús narra la parábola del siervo despiadado. Él enseña que el ejercicio de la misericordia no es un escenario ocasional apartado de la justicia. Jesús muestra que la misericordia y la justicia van juntas. Muy a menudo percibimos la justicia como la norma que debe ser aplicada rigurosamente y la misericordia, como un abandono ocasional de esa norma. Ejercemos esta opción como un “derecho”, y frecuentemente somos elogiados por mostrar indulgencia.12 Reconocemos que la justicia tiene una predisposición a la misericordia, pero generalmente, esta no se muestra con frecuencia.

Sin embargo, en tiempos del Antiguo Testamento, Dios instruyó a su pueblo para considerar la misericordia y la justicia como normas iguales. Ambas deben ser operativas y funcionales, pues reflejan cómo Dios trata a su pueblo. Sin embargo, con el tiempo, el énfasis cambió. Los escritos del período intertestamentario proclaman que en el día del juicio, la justicia prevalecerá y la misericordia cesará. “Luego el Altísimo será visto en el trono del juicio, y no habrá misericordia y paciencia. Sólo el juicio permanecerá” (2 Esdras 7:33-34, Apócrifo).

Aplicación

En nuestra sociedad, en ocasiones hemos insistido en la misericordia a expensas de la justicia. El cuidado del criminal ha llegado a tal punto que los “derechos” del ofensor son observados escrupulosamente, mientras que los derechos del ofendido son completamente ignorados. La Escritura no enseña que la misericordia elimina la justicia o que la justicia anula la misericordia. Las dos son normas igualmente válidas.

¿Cómo Jesús le muestra a Pedro que debe perdonar a su prójimo las veces que sean necesarias? Él narró la historia del hombre cuya deuda era abrumadoramente grande y que cuando se le estaba administrando justicia, pidió misericordia. Su amo canceló la deuda y mostró una misericordia infinita. El hombre fue puesto en libertad y pudo retener a su esposa, a sus hijos y sus posesiones.13 ¡Él estaba libre de deudas!

Jesús no narró la historia de un hombre que continuamente, día tras día, se aparece delante de su amo a pedir perdón por los pecados que él comete repetidamente. En lugar de eso, para expresar nuestra deuda con Dios, Él enseña la historia del hombre que tenía una tremenda deuda con su amo. “Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente? Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido” (Salmo 130:3-4). La desesperación del hombre se revela cuando se presenta ante su Dios.14 Su pecado es abrumador porque él ha transgredido la Ley de Dios. Él merece la muerte, pero sabe que Dios es un Dios de misericordia. Cuando David desobedeció a Dios al realizar el censo en Israel y Judá, Dios le dio tres opciones: tres años de hambruna, tres meses de persecución o tres días de pestilencia. David respondió: “¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que caigamos en las manos del SEÑOR, porque su amor es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres” (2 Samuel 24:14; 1 Crónicas 21:13). Dios le reveló a David su pecado, le entregó el veredicto, esperó su respuesta y mostró misericordia.

En el segundo acto de la historia, Jesús muestra que el hombre perdonado debe reflejar la misericordia y la compasión de Dios. Si Jesús no hubiera descrito al funcionario público de rodillas clamando por misericordia y sólo hubiera contado la segunda mitad de la historia, en la que el hombre forcejeaba con su compañero para que le pagara su deuda, habría dicho que la justicia prevalecería aunque la medida puede parecer severa.15 Pero al hombre se le había perdonado una enorme deuda y ahora él enfrentaba a un compañero que, debiéndole una minucia, pidió misericordia. ¿Lo perdonaría?

Corrie ten Boom, reconocida conferencista y autora estuvo prisionera en un campo de concentración alemán durante la II Guerra Mundial, donde sufrió mucho por causa de uno de los guardias alemanes. Años más tarde, ella dio testimonio de su gozo en el Señor un día, en un encuentro en la Alemania de la post-guerra. Después del encuentro, mientras la gente estaba hablando con ella, ese mismo guardia alemán se le acercó y le pidió que lo perdonara. En un instante ella lo reconoció y recordó el dolor y la angustia que le había infligido ese guardia de la prisión. Ahora él estaba parado frente a ella buscando misericordia. Y él, que no lo merecía, recibió el perdón. ¡La misericordia triunfó!

El funcionario público descrito en la parábola, no perdonó, sino que aplicó el principio de justicia sin misericordia. En lugar de dejar que la misericordia triunfara, él escogió el triunfo de la justicia. Ese fue su error. Santiago escribe: “porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión” (2:13). El funcionario rehusó a reflejar la misericordia que su amo había tenido con él. Como él no tuvo misericordia con su compañero sino que demandó justicia, tuvo que enfrentar a su amo el rey una vez más. Al demandar justicia, el funcionario se apartó de su amo y de su compañero.16

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